Su victoria por escasas décimas en Buenos Aires (por apenas 20.324 votos en un distrito donde votan 12 millones de personas) ignorará el contexto de una aplastante derrota nacional de su fuerza.
Será indiferente también a los nuevos sondeos, posteriores a las PASO, que
pronostican un triunfo del oficialismo en Buenos Aires de entre 4 y 6 puntos
para el 22 de octubre, cuando se celebrarán las elecciones definitivas, las que
distribuirán realmente el poder parlamentario. La realidad virtual no es
realidad, pero le servirá a la ex presidenta para fanatizar aún más a sus
seguidores, convencidos ya de que aquellas décimas bonaerenses colocaron otra
vez a Cristina en las puertas de la Casa de Gobierno.
Cristina Kirchner es una personalidad pública instalada en el país político desde hace 20 años, desde mucho antes que su esposo llegara a la presidencia. Durante ocho años fue presidenta de la Nación y durante otros cuatro fue primera dama influyente y senadora nacional. Las penúltimas elecciones que protagonizó en la provincia de Buenos Aires fueron en 2005, cuando derrotó ampliamente a Hilda de Duhalde, la esposa del entonces caudillo bonaerense y ex presidente Eduardo Duhalde. Hace seis años, fue la presidenta que ganó con mayor número de votos (el mayor porcentaje lo conserva Perón en 1973) y con mayor diferencia respecto del segundo. Casi 40 puntos la separaron de Hermes Binner en 2011, el candidato opositor que salió segundo. Acaba de ganar Buenos Aires por un diferencia de 21 décimas y con menos votos que los que sacaron en 2015 Daniel Scioli y Aníbal Fernández.
Esa dirigente cosechó el 13 de agosto, sumando todo el kirchnerismo que
habita en el país, el 21% de los votos nacionales, frente a los casi 37 puntos
que cosechó Cambiemos. Dieciséis puntos de diferencia. Perdió amargamente Santa
Cruz, el feudo provincial durante los últimos 25 años, y su partido, Unidad
Ciudadana, hizo magras cosechas en todas las provincias donde se presenta. Sólo
ganaron algunos gobernadores de provincias pequeñas (o listas, como en Río
Negro) que fueron con el nombre del Frente para la Victoria. Así como el 10 de
diciembre de 2015 se negó a entregarle a Mauricio Macri los símbolos del poder
presidencial, ahora también se niega a reconocer que el actual jefe del Estado
ganó unas elecciones primarias en el país. La convicción de que la razón está de
su lado la está llevando a desconocer la regla básica del sistema democrático:
el respeto a los resultados de las elecciones.
El Gobierno maneja cifras que le dan un triunfo en octubre por seis puntos en la
provincia de Buenos Aires. Los buenos encuestadores suelen relativizar ese
resultado, que atribuyen más al clima social poselectoral. "Podría ganar por
entre 2 y 4 puntos, pero no más de eso", aseguraron dos de ellos. Esas
encuestadores registraron, sin embargo, un crecimiento de todos los índices
relacionados con el Gobierno después de las PASO. Crecieron la imagen de Macri,
la de María Eugenia Vidal y el optimismo con respecto de la economía. "Subió
todo para el Gobierno", aseguró uno de ellos. Es probable que ese entusiasmo se
modere dentro de casi dos meses, cuando ocurrirán las elecciones de verdad.
Para profundizar la desventura de la ex presidenta, la Justicia acaba de anunciar que las elecciones de octubre se harán mientras se estén realizando dos espectaculares juicios orales y públicos. El 27 de septiembre comenzará el juicio público a Julio De Vido, el hombre fuerte de la inversión pública (y de la corrupción) durante los 12 años de kirchnerismo, por la tragedia de Once, que dejó 51 muertos. Pocos días después, el 3 de octubre, se iniciará el juicio, también oral y público, contra Amado Boudou por la apropiación de Ciccone, la mayor fábrica de impresión de billetes del país. De Vido fue una vieja creación de Néstor Kirchner, que Cristina heredó y jamás cambió. Boudou fue producto, en cambio, de una inspiración personal y solitaria de Cristina. Ella cargará con los dos: con uno porque lo ratificó (y convalidó sus manejos inmorales) y con el otro porque ella lo creó de la nada. El juez Claudio Bonadio cambió el ritmo de los jueces cuando dijo que no le importaba el calendario electoral. "Si yo estuviera pendiente de las fechas de las elecciones y del fixture de la AFA y de la FIFA, sólo podría ser juez durante cuatro días al año", ironizó. Rompió, así, la vieja tradición de la Justicia de no tomar decisiones importantes en medio de un proceso electoral, porque, argumentaban los jueces, podrían influir en las elecciones.
Para entender la elección de Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires es necesaria no sólo la recordación de quién fue, sino también de quiénes fueron sus contrincantes en las recientes PASO. Esteban Bullrich y Gladys González eran absolutamente desconocidos por el electorado bonaerense. ¿Fue un error del Gobierno colocar en la cabeza de las boletas electorales a dos desconocidos? Esa pregunta dispara necesariamente otra: ¿tenía el macrismo una fórmula mejor? El ejemplo más citado es el de Elisa Carrió, que, según Emilio Monzó, le habría ganado las primarias a Cristina Kirchner. Es posible, pero ¿qué otro candidato le hubiera conseguido al Gobierno un triunfo del 50% en la Capital? Mediciones recientes señalan que Carrió lograría en octubre un 52% de los votos capitalinos. Hay macristas que sostienen que Graciela Ocaña, que ganó las elecciones de diputados en Buenos Aires (algo que Cristina también olvida), podría haber triunfado el 13 de agosto en Capital. La verdad es que el Gobierno temió que el antecedente de Ocaña como ministra de Salud de Cristina, durante un breve tiempo, perjudicara su candidatura si hubiera estado en la primera línea. El temor no recuerda que Ocaña fue luego una de las principales denunciantes de la corrupción kirchnerista. Sea como fuere, lo cierto es que Cristina compitió con dos personas con prestigio en el micromundo político, pero sin conocimiento público en el distrito en el que concursaban.
Funcionarios importantes del Gobierno se mostraron ayer exultantes por los resultados en la provincia de Buenos Aires. "¡Es lo mejor que nos podía pasar!", exclamaban. El virtual empate en el más grande distrito electoral del país (con una leve ventaja para Cristina Kirchner) mantendrá en posición de combate a su propia tropa y conservará el temor de vastos sectores sociales a un regreso de la ex presidenta. La administración cree que con ese final del escrutinio bonaerense aumentará la asistencia de electores el 22 de octubre y que los nuevos votantes serán mayoritariamente favorables a los candidatos del oficialismo. "Lo que podía hacer Cristina ya lo hizo. Podría agregar algunos votos de la izquierda que se quedó fuera de las elecciones, pero no mucho más", se pavonean.
Sin quererlo, Cristina Kirchner cerró también un debate que se daba dentro del Gobierno. Participaban el ala política de la administración y los economistas ortodoxos del macrismo. Éstos proponían en los últimos meses un ajuste severo del gasto público como una clara señal a la economía. Los políticos señalaban que la mejor señal a la economía sería un triunfo electoral sobre Cristina Kirchner y que para eso había que sostener la vía del gradualismo. Los resultados conocidos ayer en la provincia de la Buenos Aires, los pronósticos de los encuestadores para octubre y el triunfo nacional ya existente de Cambiemos les dieron la razón a los políticos. Cualquier cosa es mejor para los actores de la economía que el regreso de Cristina a posiciones de poder.
No obstante, la realidad virtual del cristinismo sucederá hoy. Se anunció que Cristina hasta anunciaría planteos judiciales por el escamoteo del escrutinio, porque no se la declaró triunfadora en la noche del 13 agosto. En su deriva sin memoria se olvidó hasta de lo que ella hizo en 2015. En la noche de la primera vuelta electoral por la presidencia, cuando se enteró de que Scioli no había ganado en esa primera ronda, secuestró todos los datos hasta la medianoche. Muchos argentinos se fueron a dormir sin saber quién sería su próximo presidente o si habría, o no, segunda vuelta. Ahora, el análisis objetivo de lo que pasó el 13 de agosto en el país y en la provincia de Buenos Aires la convierte a Cristina en alguien parecido al rey Pirro de Epiro. Luego de perder miles de soldados en una batalla que les ganó a los romanos, Pirro pronunció su célebre frase: "Otra victoria como ésta y volveré solo a casa".