En el ámbito del XIII Encuentro Nacional de Monitoreo de Plagas, Malezas y Enfermedades que se llevó a cabo en la ciudad de Córdoba el 28 y 29 de junio pasado, los Ingenieros Marcelo Carmona (MSc), titular de la cátedra de Fitopatología de la FAUBA y Adrián Poletti, asesor privado, de Incrementar Consultoría Agropecuaria, abordaron los desafíos del cultivo de garbanzo, especialidad que tomó una gran importancia a nivel regional. Ambos se enfocaron en la incidencia de enfermedades en el cultivo y cómo condicionan la productividad y la calidad cosechada.
A nivel mundial, la producción y el consumo de garbanzos (Cicer arietinum L), ronda once millones de toneladas, diez de las cuales pertenecen al tipo Desi y un millón al tipo Kabuli. Los primeros, en general, no agregan valor por calidad y se consumen procesados, mientras que los segundos agregan calidad por aspecto y calidad, además de ser consumidos como grano, sin alteraciones industriales. India es el principal país productor de garbanzo del tipo Desi (65%), seguido por Pakistán (25%) y Australia (15%), siendo este último país el principal exportador mundial. Por su parte India, Turquía junto con Argentina, Canadá, México y Estados Unidos son los principales productores del tipo Kabuli, siendo nuestro país uno de los principales exportadores mundiales y México, el referente en calidad de este tipo de producto.
El cultivo creció significativamente en la Argentina durante los últimos años. Córdoba, Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca Santa Fe y Buenos Aires conforman la matriz productiva del garbanzo, donde el área del norte de la provincia de Córdoba y el NOA significan el 95% de la producción total del país.
Entre las limitantes de la producción de esta leguminosa aparecen más de 25 enfermedades que la afectan, entre ellas, la “rabia” del garbanzo causada por el hongo Ascochyta rabiei, que es la más destructiva. Puede literalmente destruir en forma completa cultivos de garbanzo cuando las condiciones ambientales son favorables para el desarrollo epidémico de la enfermedad. Ocasiona daños graves afectando la cantidad y calidad de granos y semillas; al tiempo que las pérdidas pueden alcanzar el 100% y se ha registrado en 34 países.
Los principales daños están asociados a la necrosis de tejidos (manchas) en los tallos y en las ramas, que al alterar la circulación de agua y nutrientes termina ocasionando la muerte de la planta en forma prematura. Cuando la infección ocurre en forma tardía (vainas ya formadas), no sólo puede ocasionar pérdida de rendimiento (falta de desarrollo o menor tamaño de los granos), sino que afecta la calidad por su capacidad de infectar los granos y las semillas.
En la Argentina esta enfermedad fue introducida con semillas infectadas, al no haberse abordado adecuadamente los aspectos técnicos, principalmente los relacionados con la sanidad. El hecho de que la enfermedad se haya detectado en tres provincias (Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires) denota que la problemática ya está instalada en el país. La introducción de este patógeno seguramente fue a través de las semillas, ya que la diseminación a larga distancia sólo ocurre por esta vía. Eso sucedió con A. rabiei en otros países como Australia (1993), Irán (1968), Canadá (1974) y Estados Unidos (1983). Haberla detectado implica que, en adelante, será imperativo cambiar rotundamente el enfoque de manejo sanitario del cultivo.
Las principales estrategias de control de la enfermedad, que deben utilizarse de manera combinada para lograr un manejo integrado, se basan en:
* Capacitación y asesoramiento por técnicos idóneos.
* Selección de variedades con la mayor resistencia disponible frente a Ascochyta, más adecuada a cada región.
* Uso de semilla sana (extremadamente importante).
* Rotación de por lo menos 2 años con cultivos no leguminosos.
* Prácticas culturales adecuadas (fecha y densidad de siembra, nutrición balanceada, etc).
* Monitoreo por profesionales capacitados.
* Uso eficiente de fungicidas aplicados en el momento correcto.
* Equipo de aspersión calibrado para cada aplicación.
En los últimos diez años, Argentina pasó de ser un origen de volúmenes marginales a uno de los principales exportadores mundiales de garbanzo tipo Kabuli. Para mantener esta categoría internacional y disponer de una calidad referente a nivel internacional, es necesario trabajar en el control de enfermedades del cultivo, que den tanto estabilidad en la calidad cosechada como productiva, de manera que las cuantiosas inversiones que se están realizando en el sector tengan la sustentabilidad necesaria a lo largo de los años.