De las situaciones extremas se aprende. Este es uno de los “drivers” que está apareciendo en la cabeza de muchos productores y técnicos y que está acelerando importantes cambios en el actual modelo agrícola tal cual como se lo conoce.
“El modelo que duplicó la producción de granos entre los años 90 y la primera década del año 2000 comenzó a estancarse y está cada vez más expuesto a varios factores de riesgo que lo ponen en jaque”, advierte Federico Bert, líder de investigación y desarrollo de Aacrea, a Clarín Rural. Por eso, agrega que se está en plena búsqueda del “nuevo modelo agrícola”, el cual tendrá importantes ajustes en lo organizacional, empresarial, productivo y no estará enfocado en el resultado exitoso de un cultivo en particular.
Sencillamente, las afirmaciones de experto van dirección de que la agricultura actual debe ser menos sensibles a los riesgos climáticos, políticos, económicos, financieros y en lo productivo. En este último caso, el desafío es pensar a escala de sistema.
Para esto, dice: “Desde lo empresarial, organizacional y vinculado al agregado de valor, el salto cualitativo para enfrentar mejor los riesgos de la agricultura comenzará con una reorganización del rol que cumplen ciertos actores. Otro vector clave es la nueva dimensión que se abre para la bioeconomía. Los agricultores que son precursores ya no se ven como simples productores de materias primas, sino también de energía”, comenta.
Los aspectos productivos distintivos de la agricultura que se viene están en revisar la calidad y cantidad de la información disponible en cada uno de los procesos.
Al respecto, Bert dice: “Algunas de las alertas sobre cómo será el futuro están en nuestro pasado agrícola inmediato. Me refiero a las malezas resistentes y tolerantes a herbicidas, lo cual puede repetirse también con las plagas y las enfermedades. Esto nos permite concluir que las tecnologías tienen una vida útil. Algo similar está ocurriendo con el agua y el clima. Estamos conociendo, en parte, las consecuencias del cambio climático sobre la agricultura, pero en parte también los daños de las lluvias están asociados a la influencia de ciertas decisiones que tomamos a nivel productivo y que no contemplan al sistema”.
En el centro santafecino, también están reflexionando sobre la vulnerabilidad de los sistemas agrícolas actuales. Aquí, la inclusión de la variable cambio climático empezó a ser parte central de las decisiones productivas.
“Desde hace algunas campañas, las empresas consideran en su estructura de costo el riesgo de producción mínima en los mejores ambientes de los campos. Algo extremadamente decisivo ya que están analizando la probabilidad de no producir nada en excelentes suelos. De esa forma, se están reduciendo los riesgos de invertir ya que aumentan las posibilidades de no poder pagar los 15 quintales de alquiler”, explica Diego Pérez, profesional agrónomo y asesor técnico de muchos establecimientos agropecuarios en la zona.
Así como el cambio climático está induciendo a ajustes en el manejo y favoreciendo la llegada de otro modelo productivo, el negocio también está teniendo fuerte peso relativo.
“Hace unos cuatro años comenzó a pensarse el cambio cuando la agricultura giró a ser un negocio financiero, en el cual la empresa agropecuaria paso de tener interesante márgenes a tenerlos muy bajos. Desde ese entonces, el modelo productivo registró los primeros cambios, señala Pérez.
Y éstos están vinculados con la reestructuración de las empresas, el agregado de valor y la integración.
“Actualmente, muchas empresas que sembraban importantes extensiones de campo tuvieron una reducción drástica de la superficie y solo se quedaron con la tierra más segura. Por otra parte, el peso del precio de fletar mercadería al puerto llevó a que aquellos que están a más de 300 kilómetros de distancia piensen en inversiones para agregar valor en origen con ganadería, pollo, cerdo o la fabricación de biodiésel.
También, otros se integraron verticalmente para que el negocio sea propio de punta a punta. De esta forma, la dirección de las inversiones van en busca de hacer una agricultura con procesos mucho más eficiente de muy bajo riesgo. Además, el conocimiento tiene un rol fundamental. Hoy, cada lote necesita más tiempo de recorrida por ingeniero agrónomo y por empresario, y ésto conduce a una menor escala”, concluye el técnico.
Con plena coincidencia, Luis Negruchi, que es productor y asesor de la zona sur de Santa Fe, dice que la nueva empresa agropecuaria tendrá una nueva estructura organizacional y de negocios.
“Los que quedarán serán aquellos que sean prolijos, ordenados y profesionales. Aquel productor sin visión empresaria saldrá del sistema”, anticipa Negruchi.
Para el asesor, el perfil del productor será el motor del cambio de la empresa agropecuaria ya que en los últimas veinte años se dieron importantes saltos de rendimiento y no creció de la misma forma la manera de pensar a la empresa agropecuaria.
“El modelo que está en evaluación es el que nos trajo hasta aquí. Seguramente, uno de los aspectos importante que estará bajo revisión es la agricultura en campo arrendado a corto plazo. Para dismuir el riesgo y potenciar la producción, son necesarias, en este sentido, algunas decisiones o asociaciones estratégicas. Por ejemplo, esta campaña, decidí en campos alquilados evitar la siembra de los ambientes bajos y rediscutir con el dueño del campo el valor del alquiler. Y fue un acierto porque hoy se paga por hectárea efectivamente cosechada ya que todos esos sitios terminaron llenos de agua ”, subraya el técnico santafesino.
Como todo negocio de alto riesgo, la producción agropecuaria tenía márgenes altos. Hoy, se invirtieron las variables .
“Actualmente, la matriz productiva apunta a agregar valor y los productores están ávidos de estos, sin embargo, aun están redefiniendo cómo transitar estos caminos”, cierra el asesor.