Pocos mercados de commodities muestran en estos días la tasa de crecimiento en la demanda que se observa en los aceites vegetales, impulsados por el auge del consumo humano en países emergentes que están aumentando su ingreso per cápita y ante los mandatos impuestos por los gobiernos de distintos países que fuerzan la utilización de biodiesel en mezclas con gasoil, con el objeto de reducir la emisión de gases de efecto invernadero y atenuar con ello el calentamiento global.


El biodiesel surge a partir de aceites vegetales –típicamente, los de propiedades inferiores o menor calidad para consumo humano- a los que se les aplica un proceso industrial denominado transesterificación. Aquí surge como subproducto la glicerina, elemento de amplia utilización en la industria farmacéutica, cosmética y armamentística, entre muchas otras. Una de las primeras cosas que consumen los argentinos al despertarse todas las mañanas es soja, incluida bajo la forma de glicerina en las pastas dentales que se adquieren en el supermercado.


Argentina es un gran oferente de aceites vegetales para el exterior, destacándose como el mayor exportador de aceite de soja, producto en el que detenta una participación cercana al 50% en el comercio global. Esto implica que uno de cada dos barcos que mueven este producto por los océanos lleva mercadería de origen argentino. El resto de la oferta exportable nacional de aceites vegetales se compone principalmente de girasol y maní, aunque en una proporción muy inferior al aceite de soja, y también menor peso a nivel internacional. Luego hay nichos comerciales muy puntuales con aceite de algodón, de colza, de maíz y de oliva, que llegan a mercados reducidos.


La provincia de Santa Fe juega un papel clave en este engranaje, al ser productora de gran parte de la materia prima necesaria (los cultivos de semillas oleaginosas), concentrar el grueso de la capacidad de elaboración instalada en su cordón industrial y ser el principal punto de salida de esa producción hacia el exterior, a través de las exportaciones que se originan en los puertos localizados en el área de influencia de Rosario, sobre el río Paraná. Pocos distritos concentran como Santa Fe semejante proporción de la oferta exportable a nivel mundial.


Las inversiones realizadas en esta cadena han sido millonarias, incluyendo líneas de producción, capacidad de almacenaje, elevación y carga, más todo lo que involucra la llegada de la materia prima a las plantas (accesos, capacidad de recepción por camión y/o vagón) y su salida por la Hidrovía. El Estado ha hecho un gran esfuerzo también en atenuar el impacto de los costos logísticos y portuarios sobre la competitividad de las exportaciones. Sólo por poner un ejemplo reciente, la planta de Renova, inaugurada en el año 2013, requirió de sus accionistas una inversión inicial de u$s 500 millones.


El aporte que hacen los aceites vegetales a la balanza comercial es más que significativo. Las cifras preliminares estimadas para 2016 plantean que el aceite de soja arrojó un ingreso de divisas próximo a u$s 3.900 M, al que deben sumarse u$s 400 M de aceite de girasol y u$s 100 M de aceite de maní. Otros aceites menores representaron alrededor de u$s 100 M adicionales. En total es casi el 1% del PIB, en su amplísima mayoría despachado desde los puertos localizados en nuestra provincia.


Lógicamente, además de la exportación, la producción de aceites vegetales tiene su fundamento en el consumo interno. En Argentina se utilizan con fines de alimentación humana unos 26 kg de aceite por habitante al año, cifra que equivale a unos 29,4 litros tomando una densidad promedio de 0,885 kg/l (técnicamente, no todos los aceites vegetales tienen igual peso bajo idénticas condiciones de presión y temperatura). Es un nivel que no se encuentra demasiado alejado del de la Unión Europea (26,7 kg/hab/año) o China (23,9 kg/hab/año), aunque es sustancialmente inferior al de Estados Unidos (33,5 kg/hab/año). De todos modos, esto último obedece principalmente a cuestiones relativas a la cultura alimenticia y no tanto a diferencias de poder adquisitivo.


En Argentina la oferta volcada al mercado interno se compone aproximadamente de un 60% de girasol, un 30% de soja y cerca de un 6% de maíz, quedando el 4% restante para otros aceites. Cabe señalar que buena parte del consumo popular se realiza bajo la forma de mezclas que contienen distinta proporción de girasol y soja, y en algunos casos maíz.


Es un orgullo que nuestra provincia juegue un papel tan crucial en la producción y comercialización de un artículo básico de la canasta de consumo de las familias del país. Ahora que la producción agrícola tiene menores restricciones comerciales y una carga impositiva también menor cabe esperar que el sector pueda expresar todo su potencial en los años que están por venir.