Los biocombustibles son una caja de sorpresas que sigue multiplicando las posibilidades productivas del campo. Ahora hay un grupo de intrépidos que está impulsando la siembra de camelina, una plantita desconocida de flores amarillas, en el sur bonaerense, en lotes donde a duras penas se puede lograr un trigo razonable.
¿Qué es la camelina?
Se trata de una oleaginosa invernal muy rústica, de pocos requerimientos, cuyo aceite se puede transformar en combustible para aviones y cuya harina es rica en omega 3. Esas fueron las características que llevaron a un grupo de empresarios argentinos a apostar por el cultivo.
“Hace tiempo que estamos focalizados en la provisión de investigación y desarrollo a empresas del sector, y con el auge de los biocombustibles imaginamos desarrollar algún material propio aprovechando el conocimiento que habíamos adquirido”, explica Carlos Rubione, gerente general de Omega Grains, en diálogo con Clarín Rural.
Tras analizar varias alternativas, Rubione y sus socios se decidieron por la camelina como cultivo estandarte, y el siguiente paso fue ponerse en contacto con Dwayne Johnson, un genetista norteamericano de la Universidad de Montana que fue quien domesticó, por ejemplo, la muy glamorosa quinoa, y que hizo lo propio con la camelina. Fue por recomendación suya que los argentinos decidieron poner la bandera en campos de la localidad de Pigüé, en el sur de la provincia de Buenos Aires.
“Montana está a 48 grados norte de latitud, y los lotes de acá están a 36 grados sur, o sea que aun se podría ir más al sur -dice Johnson mientras observa las ventosas ondulaciones bonaerenses-. Los ambientes son bastante parecidos, pero hay que hacer algunos ajustes. Las variedades de Montana se han comportado muy bien acá, pero ahora estamos desarrollando nuevas variedades especiales para este ambiente”.
A su lado, Rubione aclara: “Trabajamos en los dos hemisferios para aprovechar mejor la potencialidad del cultivo. Tenemos semillero propio en Estados Unidos, estamos apostando al cultivo acá en Argentina y también desarrollamos acciones en España”.
Si bien a principios del siglo XX la camelina era un cultivo regular en algunas zonas de Europa, con el tiempo cayó en desuso y ahora, a nivel internacional, existe solo a nivel embrionario. Johnson cuenta que fue un francés, hace ya veinte años, quien le habló por primera vez de la camelina. “Decidí llevar variedades de Suecia, Alemania y Rusia a Montana para empezar a probar, a combinar líneas, y algunas funcionaron muy bien. Ahora tenemos muy buenas perspectivas porque al ejército le gusta nuestro biodiésel para sus aviones”.
En la Argentina, hace ya cuatro años que Omega Grains viene haciendo alrededor de 1.500 hectáreas del cultivo bajo arrendamiento. “Es una forma de empezar a tener una plataforma comercial”, explica Rubione.
Adrián Morganti, gerente técnico de la empresa, detalla que se trata de un cultivo rústico, apropiado para zonas marginales porque necesita poca agua y se adapta a suelos someros, y que tiene alto contenido de aceite. “Es un cultivo para expandirse en tierras marginales, no lo pensamos para competir con la soja, sino para complementar, permite expandir la frontera agrícola a lugares que no tienen tanta alternativa”, dice. Y añade: “En esta zona, el doble cultivo es bastante poco probable, pero como la camelina tiene un ciclo corto permite combinarlo con un girasol o un maíz de segunda”.
La ventana de siembra, según explica el técnico, es de mayo a agosto, y se cosecha a mediados de noviembre liberando el lote un mes antes que el trigo. “Lo vemos como un esquema de rotación que entra muy bien en los campos marginales, porque funciona como cultivo de cobertura y el cultivo que le sigue recibe beneficios”, dice Morganti.
Rubione asegura que la camelina es muy sencilla porque es baja en requerimientos nutricionales y fitosanitarios. “Es una planta que no presenta problemas, no genera enfermedades ni atrae insectos. Con un mínimo de humedad a la siembra y bajas dosis de fertilizante, el cultivo se comporta bien. La dificultad mayor es en la cosecha, porque tiene una semilla muy chica, pero no es dehiscente, como la colza, y se trilla con un cabezal normal de fina”, explica.
La siembra se puede hacer de forma convencional o en directa con cualquier sembradora de fina con cajón alfalfero. La densidad puede ir hasta las 240 plantas por metro cuadrado y un rinde normal, según los técnicos argentinos, está entre los 1.300 y los 1.700 kilos por hectárea. La semilla puede tener de 35 a 43 por ciento de aceite y el resto es harina con un alto contenido de omega 3, un valioso componente nutricional que no es fácil de conseguir.
Algo en lo que los técnicos hacen énfasis es la posibilidad del cultivo de ser sustentable. La experimentación y el desarrollo de las variedades en los campos locales se hace en lotes de terceros, y todo el proceso es certificado por un instituto alemán. Y ahora, el proyecto oficialmente dejó de ser experimental.
En Estados Unidos la compañía acaba de firmar los primeros convenios para la venta de los subproductos del cultivo, algo que se replicará próximamente en la Argentina. Para capturar el valor de la camelina, Omega Grains ya construyó en Pigüé una planta con capacidad para procesar 5.000 toneladas por año, y ahora, tras años de ensayos, están listos para dar inicio a las operaciones comerciales.
“A nivel local vemos esto desde la óptica del autoconsumo de cooperativas o uniones de productores, que tendrían un importante corte en sus costos. Esto todavía requiere alguna precisión normativa, pero lo virtuoso es que toda la producción quedaría en la zona”, aclara Rubione.
Y Morganti agrega: “Los productores de acá están todos interesados. Tratan de defenderse con un trigo que no les da mucho y a esto lo ven como una buena posibilidad. El que empezó a trabajar con nosotros no nos dejó”.
Las semillas y la cadena de valor
Carlos Rubione, gerente general de Omega Grains, afirma que esa es una compañía norteamericana pero de capitales argentinos. En realidad, la historia con la camelina comenzó desde Chacraservicios la empresa familiar de Rubione que inicialmente estaba orientada a brindar servicios a productores y con el tiempo se focalizó en la provisión de investigación y desarrollo a empresas del sector. Cuando pusieron el eje en la camelina y concluyeron en que lo mejor era absorber el desarrollo genético estadounidense, llegó la inversión clave del grupo Comercial del Plata, que compró el 50 por ciento de Omega Grains y transformó a Chacraservicios en su filial local.
En el futuro, además de comercializar biodiésel y harina, la empresa tiene previsto expandirse como semillero con un esquema como el que usan las malterías, con contratos ‘off-take’, tomando toda la producción. “Pensamos abarcar toda la cadena de valor, pero a medida que el negocio crezca no nos vamos a poder ocupar de toda la cadena. Pero siempre vamos a tener la posibilidad de abastecer a ese mercado en crecimiento a través de nuestros materiales. Tenemos tecnología en desarrollo tanto en Argentina como en Estados Unidos”, explica Rubione. “Hoy no hay cadena, la estamos construyendo, y eso nos impide tener un valor, pero la referencia es el trigo, tenemos que ofrecerle al productor un mejor negocio que si hace trigo”.