Finalmente, el mercado de trigo fue blanqueando sus precios de referencia, luego de los precios pagados en plena cosecha, de 137 dólares por tonelada por cereal disponible a principios de enero, o su equivalente en se momento de 1900 pesos. En aquel entonces, el FAS teórico se ubicaba en 167 dólares por tonelada, es decir que se pagaban 30 dólares por debajo de la paridad.
Era una cuestión lógica del mercado, cuando hay más oferta que demanda los precios bajan, que fue lo que sucedió en el momento de la cosecha, y de la misma forma, cuando hay más demanda que oferta los precios suben. Y esto es lo que está sucediendo hoy en el mercado de trigo. Pasada la cosecha y la necesidad de venta de los productores, con el correr del almanaque los vendedores deciden almacenar el trigo y enfocan su estrategia comercial en la venta de soja y de maíz, en tanto que dejan el trigo para vender más adelante, a la espera de obtener mejoras en el precio.
Los productores no son los que fijan el precio del trigo, sino que es el mercado quien lo define. Luego de años de no poder vender su trigo por las restricciones a la exportación impuestas por el gobierno anterior, y de tener que venderlo a precios que se ubicaban entre 50 y 60 dólares por debajo de la paridad, los productores y toda la cadena comercial triguera enfrentan ahora un mercado libre, sin restricciones a las exportaciones y donde la oferta y la demanda fluyen sin intervención estatal.
Durante años los molinos manejaron el mercado de trigo a voluntad, imponiendo condiciones muy desventajosas para los productores, exigiendo al máximo la calidad ante la sobreoferta de trigo físico y dentro de un mercado cautivo sin demanda genuina de los exportadores, pues no se podía exportar.
Y ahora sucede que algunos actores, como es el caso de la industria molinera, cuando deben enfrentar un mercado libre, trasparente, sin intervenciones, ante la primera reacción alcista del mercado y la caída en la oferta disponible le tiran de la pollera al Estado protector. Como sucedió esta semana, donde los molinos le pidieron al Gobierno que les permita importar trigo.
Con el pretexto que el trigo argentino no tiene calidad o que la misma es
mala, los molineros están pidiendo al Gobierno que les permita liberar la
importación de trigo desde Uruguay. Este tipo de estrategias de comunicación y
maniobras con funcionarios son tan viejas como el comercio mismo del trigo y
tienen como objetivo inducir o provocar la baja de los precios internos ante el
"lobo del trigo importado".
Apenas han pasado cinco meses de la asunción del nuevo Gobierno; baja la oferta de trigo; se afirman los precios, y ya le solicitan medidas de protección para un sector como el molinero, que está preparado tecnológicamente para competir libremente y sin la intervención del papá Estado. Prueba de ello son las exportaciones de harina de trigo a Brasil. Si no fuéramos competitivos no podríamos exportarles.
Si la Argentina, y sus empresarios quieren que seamos un país en serio deberemos, primero, aprender a competir con reglas de juego claras y estables, y sin buscar favoritismos sectoriales en perjuicio de todo un sector, como el de los productores.
Este tema que se está discutiendo hoy entre los principales operadores del negocio es de gran importancia para el país, pues si el Gobierno quiere generar confianza; motivar a los productores a que siembren más trigo; más inversiones; más producción; más exportaciones; más actividad económica dentro del sector para beneficio del país en su conjunto, lo peor que puede hacer este Gobierno es cambiar las reglas de juego, y de esta forma volver a que la Argentina sea un país sin previsibilidad.