En los últimos días, Chicago ha mostrado una interesante (y sorprendente) fortaleza, en términos de valores.
Tal fenómeno, pese a presentarse en el comienzo de la gran cosecha sudamericana, no debe extrañar por el comportamiento de los fondos.
¿Por qué subieron los precios? La respuesta se asienta en un claro proceso de desencadenamiento de compras de fondos previamente vendidos. A partir de febrero, muy tímidamente, los especulativos empezaron a pasar al lado comprador.
En Chicago, los futuros de la soja siguen una tendencia al alza, motorizada por las compras de los fondos especulativos y la expectativa de que la superficie sembrada con soja para la campaña 2016/17 en EE.UU. sea reducida a favor de los cereales.
Sin embargo, deberíamos tomar como un escenario muy probable el de un período inmediato de precios en baja. O, al menos, en un nivel estabilizado.
Hay dos razones para ello.
Uno resulta evidente. Ya estamos en plena cosecha de soja. Y no sólo en Brasil y Bolivia. También en Paraguay y, por supuesto, en nuestro país. En este último, los rindes de la soja de primera en la zona núcleo parecen razonables, por el momento.
Otra es menos obvia. Y está íntimamente relacionada con la evolución del dólar en términos reales en el mercado cambiario local.
Como sabemos, la inflación es elevada. No es descabellado estimar un 35% anual.
Si el dólar se mantiene en el actual nivel –aunque, por ejemplo, sea solamente durante tres meses- la capacidad adquisitiva de esa unidad de dólar cae y, en consecuencia, también lo hace la unidad de soja. Porque la relación entre la oleaginosa y el dólar es claramente estrecha.
Recordemos lo sucedido desde que asumió el nuevo Gobierno. Luego del levantamiento de los controles cambiarios, y para evitar una estampida hacia el dólar con su repercusión inflacionaria, la tasa de interés pasó a ser un instrumento central.
Si observamos el Informe del Banco Central, advertiremos que las tasas de interés de corte de sus títulos en febrero se incrementaron hasta un nivel de algo más de 31% anual para plazo de 35 días.
Febrero fue un mes de fuertes subas en las tasas de interés.
¿Y… marzo?
Una vez ingresado en marzo, el Banco Central siguió con su política de aumento en las tasas de interés.
De esta forma, cuando el dólar llegó a cerca de $16, el 1 de marzo pasado, su valor comenzó un proceso de paulatino descenso. Y los resultados de la aplicación de la tasa de interés elevada empezaron a verse.
Está claro que como herramienta anti-inflacionaria, el Banco Central se inclina por aplicar la tasa de interés lo más elevada posible.
En tal caso, las altas tasas y la propia entrada de la cosecha al circuito exportador asegurarían, en principio, un período de al menos tres meses con un dólar relativamente planchado, en un contexto de inflación (fundamentalmente de arrastre) elevada.
En marzo, el incremento de las tasas de interés de referencia continúa, por lo que la presión al dólar se desvanece. De esta forma, el costo de esta política camina sobre el ritmo de actividad económica que se encuentra muy determinada por las tasas de interés.
Por si todavía algunos dudan de ello, vale reparar en el reciente anuncio del Banco Central que destaca la importancia de la tasa de interés como el instrumento más idóneo para combatir la inflación de ahora en más.