Basta con los siguientes tres datos para advertir el salvajismo de política económica del kirchnerismo durante estos 12 nefastos años. Entre 2002 y 2015 la inflación aumentó 10,5 veces. La recaudación impositiva se multiplicó 29,5 veces y a pesar de este fenomenal saqueo impositivo que el kirchnerismo les aplicó a los ciudadanos honestos, dejó el gobierno con un déficit fiscal que en 2015 terminará en el orden de los $ 400.000 millones. Todo esto al margen de haber saqueado los ahorros que teníamos en la AFJP para cuando nos jubiláramos, dejado en bancarrota al BCRA y destruida la infraestructura del país. Es decir, el kirchnerismo hizo un verdadero destrozo económico producto del salvajismo de su política económica.
El gobierno tiene que remontar esta dura y pesada herencia de destrucción kirchnerista que requiere actuar en varios frentes. Por un lado desregular la economía para liberar la capacidad de innovación de la gente. Por ejemplo eliminar los ROE y permitirle a los productores de trigo exportar sus granos sin autorización previa del burócrata de turno es un sencillo ejemplo. Establecer cielos abierto para que haya más empresas de aviación, podría ser otro.
Otro frente, en el cual se ha avanzado es en eliminar y disminuir los derechos de exportación para productos agropecuarios e industriales. Entiendo que solo quedaron derechos de exportación para la soja, impuesto que irá bajando a lo largo del tiempo. Esto permitirá volver a diversificar la producción agrícola y darle impulso a las economías regionales.
Otro paso importante que rápidamente dio el gobierno fue salir del cepo cambiario. En mi opinión hubiese sido mejor salir sin regular el tipo de cambio vía la tasa de interés. Entiendo que las autoridades tenían algún temor que la salida del cepo produjera una corrida cambiaria, pero creo que al subir tanto la tasa de interés y mantener un stock tan elevado de letras y notas del Banco Central, generan un problema fiscal adicional al que ya existe. Veamos un ejemplo, los llamados subsidios económicos destinados a tener energía artificialmente barata implica un gasto estatal que podemos estimas en los $ 148.365 millones para este año. Ahora bien, el stock de LEBACs y NOBACs en pesos que emitió el BCRA al momento de redactar esta nota es de $ 415.200 millones, tomando la tasa de interés promedio que paga este stock, devenga un gasto fiscal por intereses pagados de $ 108.000 millones anuales. Esto quiere decir que si no baja el endeudamiento del BCRA, el aumento de las tarifas de energía para eliminar los subsidios recaerá, como corresponde, sobre el sector privado, pero también recaerá sobre el sector privado el costo de ese financiamiento del BCRA para regular el tipo de cambio generando más recesión. Es decir, el ajuste propuesto por Prat Gay en el sector público recae mayormente sobre el sector privado porque, por un lado le traslada el pago pleno de las tarifas de energía, lo cual está bien, pero al mismo tiempo le pasa el costo de frenar el tipo de cambio vía la tasa de interés que son otros $ 108.000 millones y todavía no tenemos noticias concretas terminar con el saqueo que es el impuesto a las ganancias. Pongámoslo de esta manera, si se eliminan todos los subsidios a la energía el sector privado tendrá que asumir un costo $ 148.365 millones y también pagar $ 108.000 millones en intereses para sostener artificialmente bajo el tipo de cambio más la actual carga del impuesto a las ganancias si no se anuncia nada sobre este tema. Ese ajuste sobre el sector privado es fenomenal y no se compensa con los 2000 ñoquis menos que pueden haber en el senado o los 600 militantes que dejan de currar en el Centro Cultural Kirchner. Acá hace falta un mayor acto de justicia disminuyendo el costo sobre el sector privado y empezar a hacerle pagar el costo de esta fiesta a quienes durante más de una década vivieron del trabajo ajeno, lucraron con la corrupción de la obra pública y se consideraron con derecho a vivir sin trabajar y a ser mantenidos.
Acá hay que insistir en un punto que es fundamental. Bajar el gasto público no es recesivo, por el contrario tiende a mejorar la productividad de la economía y a incrementar la cantidad de bienes a los que puede acceder la gente.
No es recesiva la baja del gasto público porque la plata para sostener la burocracia estatal, a los que viven de planes sociales y la obra pública, sale del bolsillo del contribuyente, es decir, la gente que produce y paga impuestos puede comprar menos bienes al entregar al estado fortunas en impuestos. Actualmente el contribuyente es literalmente saqueado por el estado. Imagine el lector la cantidad de bienes y servicios que deja de comprar el contribuyente para mantener a este estado sobredimensionado y por lo tanto los puestos de trabajo que nunca se han creado porque el contribuyente tuvo que contraer la demanda.
Puesto de otra manera, lo que deja de consumir el contribuyente por la mayor carga impositiva, lo consume el ñoqui que está en el Congreso, el que vive de un subsidio “social”, el que hace la obra pública sin poner plata de su bolsillo, etc. Por lo tanto, todo lo que el contribuyente deja de consumir e invertir los consumen e invierten los que se benefician del gasto público sin trabajar.
Ahora bien, si bajamos la carga impositiva el contribuyente tiene mayor capacidad para consumir e invertir y por lo tanto reactiva la economía. Por su parte el ñoqui que antes estaba en el Congreso o el que vive de un plan “social” tiene que ir a trabajar. ¿Dónde? En las empresas que se creen e inviertan para crecer si se adoptan medidas para atraer capitales y reconstruir la infraestructura (energía, puertos, rutas, etc.) y otras empresas que vean oportunidades de negocios que hasta antes no había porque el gobierno violaba el derecho de propiedad.
Los frentes para atacar son, entonces, el de la desregulación, el de la seguridad jurídica, el de la estabilidad monetaria y el de la disciplina fiscal. En la desregulación se avanzó con la salida del cepo, la eliminación de los ROE y demás controles que aplicaba el kirchnerismo. En lo que hace al respeto por los derechos de propiedad el ambiente es totalmente diferente y la gente ya confía en el nuevo gobierno.
Sigue faltando el corazón de nuestro drama económico: el fiscal. Todavía se ve mucha tibieza en las medidas aplicadas que pueden llevar algo de tiempo aplicar pero que es indispensable anunciar para ir marcando el rumbo de salida.
A propósito del tiempo. Podrá argumentarse que el gobierno necesita tiempo. Es cierto, pero tampoco puede esperarse una eternidad para avanzar en el flanco fiscal. Me dicen que hay un costo político en bajar el gasto público. A eso le respondo: no bajen el gasto y van a ver el costo político que van a tener que pagar por no hacerlo.
En síntesis, el mayor riesgo no está en las medidas que se tomen, sino en que no se tomen o se demore mucho en tomarlas.
Fuente: Economía para Todos