Mientras ellos lideren la "resistencia", tal como se presentaron esta semana, el PJ estará más entretenido en modificar esa imagen que en enfrentar al Presidente. Importantes dirigentes peronistas señalaron que el liderazgo de Cristina Kirchner se encogerá en un círculo muy pequeño si sólo aparece rodeada por esos dirigentes y por La Cámpora.
Tomaron nota de recientes mediciones de opinión pública que indican que Macri
y su gobierno tienen un alto grado de aceptación popular. Esas encuestas
ubicaron también entre los dirigentes más populares del país a Sergio Massa, el
peronista con mayor predisposición a contribuir a la gobernabilidad del país.
El primer problema que tiene el peronismo es el carácter de la ex presidenta. Cristina está decidida, al revés de Massa, a aportar sólo al fracaso de la nueva administración. Lo ha hecho hasta ahora desde su refugio patagónico, pero lo hará con más decisión y tenacidad cuando regrese a la Capital en febrero. Ya adelantó que su resistencia a Macri se desplegará, sobre todo, en el Congreso. Ella habla personalmente con diputados y senadores nacionales y el mensaje que transmite es uno solo: no permitir la restauración "neoliberal". Dicen los que la escuchan que no ha hecho ninguna autocrítica del país que dejó y que, por el contrario, tiene una alta estima de su gestión presidencial.
El segundo problema es que los personajes del cristinismo son insoportables
para la opinión pública independiente, aun para sectores que votaron por Daniel
Scioli en las últimas elecciones presidenciales. La protagonista clave en estos
días de ese elenco es Milagro Sala, la dueña de la agrupación Tupac Amaru, que
logró construir un Estado paralelo en Jujuy y que ya se había instalado, con el
mismo propósito, en varias provincias más del Norte. Sala es una hija dilecta de
Cristina, quien le enviaba directamente a ella todos el dinero de la asistencia
social en Jujuy. Varias veces los anteriores gobernadores de Jujuy, todos
peronistas, debieron organizar de urgencia un acto para Cristina, que viajaba a
Jujuy sólo para asistir a un evento de Milagro Sala. Los ex gobernadores
trataban de disimular así que en Jujuy era más importante Sala que ellos. Lo
era.
La agrupación de Sala es, después de La Cámpora, la organización kirchnerista más numerosa y con mayores recursos. La Tupac Amaru es, además, la más violenta de todas. El gobernador de Jujuy, el radical Gerardo Morales, suele ser cauteloso cuando se le pregunta por las armas con que cuenta Sala, pero desliza que hubo varios episodios que demuestran que la Tupac Amaru es una organización que dispone de armamento. Falta establecer todavía los vínculos de esa dirigente y de su agrupación con el delito, que en Jujuy es una sospecha ampliamente difundida.
Cuando Gerardo Morales decidió despojar a Milagro Sala de los enormes recursos financieros con que contaba, hizo lo que único que podía hacer para defender su cargo. Un radical en la gobernación provincial y con Milagro Sala al mando de semejante organización, y con gran disponibilidad de dinero, era una ecuación que terminaría con la desaparición virtual del gobernador. Pero Sala chocó con un radical que no responde al estereotipo de los radicales: a Morales le gusta el poder, desafía al peronismo con sus mismos modos y estableció límites infranqueables para cualquier negociación política. Nunca negociará, asegura, con los que desconocen su autoridad como gobernante.
Derrumbe cristinista
Sala es el ejemplo más pintoresco y poderoso del derrumbe cristinista en el Estado, pero no es el único. Unos 10.000 empleados públicos que respondían a la línea política del anterior gobierno están ya en la calle en todo el país. Las llamadas organizaciones sociales (que eran grupos políticos adscriptos al cristinismo y financiados por el Estado) han dejado de recibir los recursos con los que vivían. El cristinismo se está convirtiendo en una facción pequeña, pero enardecida, de la política.
El peronismo es otra cosa. La decisiva actuación de los intendentes peronistas bonaerenses, que presionaron a los legisladores de su partido para que aprobaran el presupuesto de María Eugenia Vidal, podría ser un adelanto de lo que sucedería en el Senado nacional. Los gobernadores ocuparían en este caso el lugar de los intendentes. El peronismo se está reformulando sin saber aún cómo será la fórmula final. Gobernadores y referentes importantes del justicialismo sólo saben que el plan de Cristina Kirchner es impolítico frente a una sociedad que mira de otro modo a los principales protagonistas de la política.
Atentos a las fluctuaciones de la opinión pública, esos dirigentes peronistas saben que nada es posible contra la corriente social. Circuló en los últimos días la primera encuesta que hizo Poliarquía desde la asunción de Macri. Esa medición no difiere mucho de una de Hugo Haime, difundida hace quince días. Poliarquía y Haime tienen prestigio como encuestadores y ninguno de los dos trabajó para Macri en la campaña presidencial ni trabaja ahora con el Presidente.
La encuesta de Poliarquía señala que la administración de Macri cuenta con la aprobación del 71 por ciento de los encuestados, un porcentaje sólo comparable a los mejores momentos de los dos presidentes Kirchner. La imagen positiva personal del Presidente es del 64 por ciento, también parecida a las circunstancias políticas más benévolas de los Kirchner. Hay un dato que choca de frente con el discurso actual de Cristina Kirchner, de Scioli y del cristinismo. Mientras éstos ponen especial énfasis en que la situación económica se deterioró, sólo el 10 por ciento de la sociedad califica de negativa la situación económica. Esto explica, a su vez, la caída en las encuestas de Cristina Kirchner, que perdió entre 5 y 7 puntos en el último mes.
Un caso que merece un análisis especial es el de Sergio Massa, que tiene una imagen positiva personal del 62 por ciento. Massa mejoró en 27 puntos los índices de su popularidad. Massa hace todo lo contrario que Cristina: no eludió el diálogo con el Gobierno, aunque mantuvo posiciones críticas, y hasta hizo acuerdos puntuales en la provincia de Buenos Aires. Macri espera que esa experiencia pueda repetirse en la Cámara de Diputados nacional, donde Massa controla unos 40 diputados. Esos diputados y los de Cambiemos son, juntos, mayoría en esa cámara.
Massa aceptó acompañar a Macri a Davos, aun cuando algunos dirigentes de su partido eran partidarios de que no viajara. Regresando o no al Partido Justicialista (esa discusión no está saldada todavía en el Frente Renovador), el proyecto de Massa consiste en liderar un peronismo democrático y republicano. "No tengo enemigos, sino adversarios", suele decir. Para él también las cosas serían mucho más fáciles si sus contrincantes fueran Milagro Sala, Guillermo Moreno y Luís DElía.