Hoy le realizarán los estudios definitivos, para determinar si el hematoma que se formó por la fisura de una costilla carece de riesgos durante el vuelo. Mientras espera ese diagnóstico, y sin aire acondicionado para evitar los estornudos, lee El hijo de César. Es la monumental novela histórica en la que John Williams narra la lucha de Octavio, el primer emperador, para liberar a Roma de intrigas, corruptelas y luchas facciosas, y convertirla en el centro del mundo.
El fastidio de Macri por su accidente es comprensible. Él pretende oficiar en
Davos, la ciudad de otra novela, La montaña mágica, de Thomas Mann, el
relanzamiento económico de la Argentina. Al cabo de 12 años en los que el
kirchnerismo identificó soberanía con aislamiento, Macri se propone simbolizar
la reconexión con las redes globales de financiamiento e inversión. Una
operación que está pendiente desde el default del año 2001.
En la agenda de Macri figuran 35 reuniones con estadistas, empresarios y banqueros. Hay dos muy relevantes: con Joe Biden, el vicepresidente de los Estados Unidos, y con John Kerry, el canciller de ese país. Esas entrevistas serán preparatorias para el encuentro con Barack Obama durante la reunión sobre energía nuclear convocada para marzo, y para la eventual visita del presidente norteamericano a Buenos Aires. Tienen también una función más inmediata: que Washington comprenda la importancia del acuerdo con los holdouts para la consolidación del juego político al que dio paso la derrota electoral del kirchnerismo.
En caso de viajar, Macri contaría con cierta exclusividad. En Davos habrá
sólo cuatro presidentes latinoamericanos: el mexicano Enrique Peña Nieto, el
colombiano Juan Manuel Santos y el peruano Ollanta Humala, además de él. Dilma
Rousseff y Michelle Bachelet enviarán a sus ministros de Finanzas.
Sergio Massa estará tan pendiente como Macri del dictamen de los médicos. En cambio, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, y la canciller, Susana Malcorra, participarán del seminario como panelistas. El presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, también estará en Davos. Hay sólo dos argentinos más, pero representando a otros Estados: la reina Máxima de Holanda y el arzobispo Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Academia Pontificia de las Ciencias.
Entre las citas de Malcorra sobresale una con dos funcionarias de la Unión
Europea: la canciller Federica Moreghini y la comisario de Comercio Exterior
Cecilia Malström. El motivo es demostrarles que, desde la asunción de Macri, el
Mercosur perdió el último obstáculo para firmar el Tratado de Libre Comercio con
Europa. Malcorra conversó el jueves sobre esa estrategia con su colega
brasileño, Mauro Vieira: si el acuerdo no se firma este año, será porque los
europeos, sobre todo los franceses, se resisten. A propósito: en febrero
François Hollande estará en Buenos Aires. ¿Habrá en Suiza un encuentro con
Angela Merkel? Sí, pero si Merkel viaja.
Prat-Gay es el responsable del capítulo financiero del viaje. En Davos estará Ángel Gurría, el presidente de la OCDE, a la que el ministro busca aproximarse. Esa organización cuenta con un sistema de auditoría similar al del Fondo Monetario Internacional. La titular de este organismo, Christine Lagarde, también estará en el Foro, aunque hasta anoche no se sabía si Prat-Gay la vería. Una curiosidad: si bien Axel Kicillof se encontró muchas veces con Lagarde, la Argentina sigue siendo uno de los dos países latinoamericanos que no admiten las revisiones del Artículo IV de la Carta del Fondo. El otro es Venezuela.
Prat-Gay se verá con el ministro de Hacienda de Inglaterra, George Osborne, y con el chairman de la Bolsa de Nueva York, Thomas Farley. Pero el verdadero interrogante es si, el viernes, conversará con Jack Lew, el secretario del Tesoro norteamericano. Sería importante, aunque no decisivo, para la discusión con los holdouts. La Argentina necesita salir del default en que la encalló Cristina Kirchner. Un ejemplo: Kicillof saldó la deuda con el Club de París sin discutir una moneda, pero el país no mejoró allí su calificación debido al entredicho con los bonistas.
La discusión se reanudó el miércoles pasado, cuando el secretario de Finanzas, Luis Caputo, se reunió con los acreedores, liderados por Paul Singer de NML, en el despacho del mediador Daniel Pollack. Caputo notificó allí que el país no adoptará ninguna cláusula de confidencialidad. Los acreedores intentaron disuadirlo durante una hora. Pero no tuvieron éxito. La estrategia del Gobierno es, a partir del próximo 25, publicar su oferta para desnudar que cualquier demora en un entendimiento se deberá a la intransigencia de los litigantes. Si la propuesta oficial es razonable, los holdouts pagarán un costo por su tozudez. En otras palabras: Singer encarnaría el rol de Kicillof.
Los fondos tienen varios incentivos para no apurarse. El más evidente es que saben que Macri, a diferencia de su antecesora, está dispuesto a pagar. Además, los reclamos que no cuentan con una sentencia favorable se actualizan con una elevada tasa de interés. Por ejemplo, los 1650 millones de dólares que Kicillof se negó a pagar en junio de 2014, por lo cual se entró en default, superan hoy los 1800 millones.
No fue el único negocio que el kirchnerismo facilitó a sus denostados "buitres". Los abogados de Singer suelen atribuir su éxito a la ley cerrojo promovida por Néstor Kirchner y Roberto Lavagna, por la cual el Estado se ató las manos en cualquier negociación. El juez Thomas Griesa admitió que esa prohibición violaba la cláusula de pari passu de muchos títulos. Es decir, concedía un tratamiento distinto a tenedores de bonos similares, según entraran o no al canje organizado por el Gobierno. Este error sería uno de los motivos para que Prat-Gay y Caputo contrataran un nuevo estudio de abogados.
La abogacía introduce otra dificultad: con el subrepticio decreto 2507/14, Cristina Kirchner anegó la Procuración del Tesoro con gente de su entorno, sin respetar los mecanismos legales de selección. La Procuración es la responsable última de los litigios del Estado, entre otros, el de los holdouts. Su titular, Carlos Balbín, pretende revisar esos contratos heredados.
Entre los que entraron por la ventana están Francisco Zannini, hijo de Carlos Zannini; Virginia Lynn, esposa del ex subsecretario de Justicia Julián Álvarez; María Laura Sanfelice, hija de Osvaldo "Bochi" Sanfelice, administrador de los negocios de los Kirchner; Javier Pargament, nieto de Juana Pargament, la segunda de Hebe de Bonafini; Juan Erbin, recomendado de Andrés "Cuervo" Larroque, y Agustín Tarelli, hijo del segundo de Daniel Reposo en la Sigen.
Más allá de la influencia de sus "topos" en la Procuración, la señora de Kirchner sueña con minar la salida del default. Su argumento es que "Prat-Gay quiere pagar a los «buitres» con más ajuste". Es curioso: es la tesis contraria de la que expresa el "peronismo realmente existente". Los gobernadores suelen exponer ante el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, la necesidad de acordar con los holdouts para financiarse a menor costo y, así, moderar el ajuste al que obliga la calamitosa situación fiscal que dejó Kicillof.
Esta divergencia de intereses acaba de producir una derrota a Máximo Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Su delegado en el bloque de diputados, José Ottavis, no pudo arrastrar a sus pares detrás de la engañosa bandera del desendeudamiento. La mayoría pactó con el ministro de Gobierno, Federico Salvai, y aprobó el presupuesto de María Eugenia Vidal. La jugada se decidió en una reunión de intendentes y dirigentes sociales que decidieron autogestionarse. Los lideran Martín Insaurralde, Gabriel Katopodis y Fernando "Chino" Navarro.
La novedad es de primera magnitud: la insubordinación del PJ frente a Cristina Kirchner se desencadenó por una discusión sobre el endeudamiento. Esa fisura se extenderá al orden nacional. Un detalle: el gobernador Juan Manuel Urtubey, que defendió en Nueva York, en nombre de Scioli, que había que pactar con los holdouts para que el reordenamiento económico fuera menos doloroso, lidera ahora la secesión de un grupo de diputados del Frente para la Victoria. De modo que la ex presidenta debería convencer a su propio partido, no a Prat-Gay. Sobre todo si Macri decide convocar a los peronistas que administran presupuestos para convalidar la salida del default.
Estas reubicaciones están inscriptas en el proceso general que Macri aspira a presentar en Davos: el del pasaje de una hegemonía autoritaria a un régimen pluralista y de una economía subsidiada por la bonanza internacional a otra más competitiva. Esta transición complica también a los holdouts. En la controversia contra Cristina Kirchner, Singer y los demás bonistas apelaron a argumentos políticos. Su activismo judicial tenía el mérito, aducían, de bloquear a una autocracia, aliada a Mahmoud Ahmadinejad y a Hugo Chávez. Esa línea conceptual, expuesta en el sitio web de la American Task Force Argentina, se volvió anacrónica. No sólo porque Macri canceló el pacto con Irán y denunció las violaciones de los derechos humanos del chavismo. El ascenso del nuevo presidente podría ser presentado como la primera victoria sobre el populismo dominante en América latina.
La apelación a banderas ideológicas podría convertirse, entonces, en una trampa para Singer. Su intransigencia ahogaría aquello que auspiciaba. O, al revés, contribuiría a la supervivencia del kirchnerismo, que, hasta ayer, era su demonio. No es sólo un desafío para Singer. Es también un dilema para Obama. Y para Kerry y Lew, sus delegados en Davos.