En la plataforma del naciente Frente para la Victoria se podía leer lo siguiente respecto de los derechos de exportación: "una vez alcanzado el equilibrio fiscal y en la medida de las posibilidades presupuestarias se comenzará un proceso de eliminación de las retenciones a las exportaciones".
Esa promesa nunca se cumplió. Por el contrario, el kirchnerismo no sólo no
las bajó (en ese momento regía un 20% para los cereales y 23,5% para la soja)
sino que se hizo adicto a su suba. Sólo se frenó en 2008, cuando quiso imponer
un sistema de las retenciones móviles y se enfrentó con la resistencia de los
chacareros, que se habían dado cuenta que la 125 le permitía al Estado quedarse
con su renta.
Tan aferrado estaba a las retenciones el Gobierno, que en el último año se negó a bajarlas para mitigar la crisis de las economías regionales, pese a que el impacto fiscal era prácticamente nulo (apenas 140 millones de dólares).
Hace unos meses, en la campaña presidencial de 2015, Mauricio Macri incluyó
en la plataforma de Cambiemos los 13 puntos de propuesta de política
agropecuaria elaborados por técnicos y productores nucleados en la Fundación
Pensar. En marzo pasado, el hoy presidente de la Nación, había dicho que si
ganaba las elecciones iba a eliminar las retenciones al trigo, al maíz, a la
carne y a las economías regionales. Y la soja, tendría una baja gradual de cinco
puntos porcentuales por año.
Aquellos técnicos y productores de la Fundación Pensar y de Gapu Agro (asesores legislativos del radicalismo, el peronismo disidente, la Coalición Cívica y Unión Por Todos) hoy integran el gabinete del Ministerio de Agroindustria y debieron convencer, con números en la mano, al ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay,que la merma de ingresos fiscales por la supresión de retenciones va a ser compensada por la mayor actividad económica en las cadenas del trigo, el maíz, la carne y las economías regionales.
Hoy, simplemente, se cumple una promesa de campaña.