Actores hasta ahora muy visibles comienzan a eclipsarse. Y emergen sujetos cuya anatomía y comportamiento aún son desconocidos.
Las categorías que sirvieron para interpretar la escena posterior a 2001
empiezan a resultar insatisfactorias. Al igual que habían caducado en 2001 las
que habían ayudado a entender el orden abierto en 1983. La lente debe ajustarse
al nuevo objeto. Y el ejercicio analítico, recuperar plasticidad. Sencillo: es
un misterio cómo y cuándo se estabilizará lo que en este momento está mutando.
¿Quién podía anticipar que el derrumbe de 2001 daría a luz la hegemonía
kirchnerista? Hoy sucede algo parecido. Ni los observadores ni los protagonistas
saben qué secretos cobija la historia venidera.
Los enigmas se deben a que los representados y los representantes han montado un experimento. Quieren probar si se pueden obtener resultados aceptables cambiando los procedimientos habituales.
Algunos cambios podrían ser anecdóticos. Otros son estructurales. A primera
vista aparecen seis acciones novedosas.
1. Apostar a la cultura del management. En el gabinete de Mauricio Macri sobresale una mayoría integrada por funcionarios entrenados en la conducción de empresas. Susana Malcorra (Cancillería), Francisco Cabrera (Producción), Guillermo Dietrich (Transporte), Pablo Avelluto (Cultura), Esteban Bullrich (Educación), Juan José Aranguren (Energía y Minería), Hernán Lombardi (Medios), Ricardo Buryaile (Agricultura), Andrés Ibarra (Modernización) y Gustavo Santos (Turismo), han dirigido compañías. Tres de ellos son ingenieros, como su jefe. Y uno es especialista en sistemas.
Si bien el futuro jefe de Gabinete, Marcos Peña, es politólogo, será secundado por dos managers muy reconocidos: Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. Ambos serán los encargados de coordinar a los ministros, sobre todo a los del área económica. Quintana es el titular de Pegasus, un fondo que controla numerosas compañías de los más distintos rubros. Como dice uno de sus nuevos compañeros de trabajo, "es un ensamblador de egos". Lopetegui es el CEO de LAN. Pero antes ejerció la dirección de proyectos de la consultora McKinsey, en Washington. Allí se dedicaba a definir estrategias, reducción de costos y mejoras organizativas para empresas y organismos públicos de América latina. Quintana y Lopetegui llegaron al entorno de Macri de la mano de Horacio Rodríguez Larreta, de quien son íntimos amigos.
Al seleccionar a estos gerentes generales Macri se propone infundir en su gobierno los criterios de eficiencia, innovación y marketing que dominan la racionalidad empresarial. Para comprender sus movimientos será más útil consultar en las escuelas de negocios que en las de ciencias políticas. Parece inspirado en aquella admonición de Saint-Simon que, algo perplejo, acaba de exhumar Pablo Gerchunoff: "Los industriales, y no los juristas y los metafísicos, le darán la prosperidad a Francia. Hay que pasar del gobierno de los hombres a la administración de las cosas". Si el ensayo tiene éxito, ¿impondrá un estilo al manejo de la esfera pública más allá del gobierno nacional?
2. Evitar un superministro de Economía. Néstor Kirchner tuvo la misma pretensión cuando exoneró a Roberto Lavagna. Su viuda, en cambio, recayó en Axel Kicillof. La obsesión de Macri para que Alfonso Prat-Gay no convierta a la administración en un cielo con dos soles puede obedecer a una fobia personal. Macri no ha tenido buena relación con las estrellas. Empezando por su padre y siguiendo por Maradona, Riquelme o Carlos Bianchi, "el Virrey". Macri es ingeniero, no astrónomo.
Para no tropezar con la misma piedra bocetó un gabinete económico horizontal. Allí están, además de Prat-Gay, Dietrich, Aranguren, Buryaile y el ministro de Trabajo, Jorge Triaca. Lopetegui y Quintana son los responsables de que el grupo suene como una orquesta.
Para conseguir esta igualación Macri debe vencer una vieja regla: la función hace al órgano. Su gobierno debe doblegar en un par de meses las expectativas devaluatorias, promoviendo la oferta de dólares; y lograr que a comienzos de 2017 la economía vuelva a generar empleo. Si esa proeza se consigue, será difícil para Macri ocultar el brillo de Prat-Gay. O tal vez ya no lo inquiete ese problema. Como demostró en Boca, es un resultadista empedernido.
Prat-Gay armó su equipo con Pedro Lacoste, que será viceministro, y con Luis "Toto" Caputo, un eximio financista que también condujo una organización compleja: fue presidente del Deutsche Bank. Falta definir el secretario de Hacienda. Es posible que Prat-Gay produzca una sorpresa.
Federico Sturzenegger es otro actor imprescindible para que el relanzamiento de la economía sea un suceso. Presidirá el Banco Central cuando Alejandro Vanoli deje su sillón. Con Vanoli ya hay conversaciones. Pero quizás sea necesario removerlo a través de una comisión parlamentaria. Mientras tanto, Sturzenegger eligió a su vice. Será Lucas Llach, quien tiene una gran afinidad con Prat-Gay.
3. Disolver el Ministerio de Infraestructura. Adoptada por un hijo de Franco Macri, la decisión suena paradójica. Pero el gabinete no contará con un De Vido. Esta área se desdobló en Energía, Transporte (Dietrich), y Comunicaciones (el radical Oscar Aguad). Cada uno licitará sus propias obras públicas.
Una iniciativa novedosa es el Plan Belgrano, pensado para desarrollar la infraestructura del Norte. Un homenaje a aquella iniciativa del valle del Tennessee impulsada por Roosevelt en 1933, durante el New Deal. El Plan reproduce a escala nacional el programa de Macri para la zona sur de la ciudad. Pero también tiene una meta electoral: colorear de amarillo el Noroeste. No en vano el encargado será José Cano, el radical que rivalizó con Juan Manzur en Tucumán. Para Manzur es un mal menor. Peor hubiera sido tener a Cano revisando sus papeles en el Ministerio de Salud.
4. Establecer un Ministerio del Interior economicista. Macri llevó a Interior a Rogelio Frigerio. Prefirió tener a su principal colaborador político, Emilio Monzó, en la presidencia de la Cámara de Diputados, donde Cambiemos está en minoría. La decisión es comprensible: la relación con el peronismo pasará por la distribución de recursos fiscales. Pero Macri desafía demasiado a la política. En el equipo que diseñó no hay representantes de Carrió. Es cierto que convocó a algunos -por ejemplo, Fernando Sánchez, nada menos que para Lotería-y fue rechazado. Además, Ernesto Sanz, su socio más eficaz en la nueva coalición, renunció a integrar el gabinete. Este déficit de política ya tuvo una primera manifestación: la Corte Suprema dictó una sentencia crucial para la distribución de la coparticipación y tomó por sorpresa a Macri, que entiende el fallo como una señal de mala vecindad.
Ausente Sanz, las relaciones con el radicalismo pasarán por los gobernadores Alfredo Cornejo (Mendoza), Ricardo Colombi (Corrientes), Gerardo Morales (Jujuy). También por los ministros Buryaile, Julio Martínez (Defensa) y Aguad. Una complejidad adicional: radicales como Morales o Julio Cobos, tienen un trato especial con Sergio Massa, con quien comieron el miércoles pasado. Massa hizo un acuerdo significativo con Cambiemos, promovido por su amigo Rodríguez Larreta: pactó con María Eugenia Vidal la presidencia de la Cámara de Diputados de la Legislatura para Jorge Sarghini. Sin embargo, es difícil proyectar este entendimiento al Congreso nacional. Dado que Massa no gravita en el Senado, Macri deberá entenderse con el peronismo convencional. Enorme desafío para Monzó y Frigerio.
5. Romper la clasificación política habitual. Cambiemos, y sobre todo el gabinete, tiene como eje principal a Pro. Pero cuenta con un componente radical. ¿Cómo se terminará de constituir su identidad? ¿Se trata de una asociación o una fusión? ¿Cómo piensa Macri, líder principal del grupo, esta cuestión? ¿Cómo la conciben Carrió y los radicales? Son interrogantes prematuros. Pero tocan un nervio de la historia reciente. Una de las grandes mutaciones del año 2001 fue el colapso del radicalismo, que había sido el principal instrumento de intervención de los sectores medios en la política. ¿Cambiemos viene a llenar ese vacío? ¿Cuál será su estabilidad en el tiempo?
La definición conceptual de esta coalición también desafía los prejuicios. No se adecua al cliché de la "derecha neoliberal" contra la que convocó a votar el kirchnerismo. ¿Esta incomprensión habrá sido una de las razones de su fracaso? En Cambiemos hay componentes radicales y de la Coalición Cívica. Rodríguez Larreta y Frigerio vienen, como indican sus apellidos, del desarrollismo. Y Prat-Gay es un socialdemócrata keynesiano. Vidal, Stanley y Guadalupe Tagliaferro militan en Pro y son especialistas en combate contra la pobreza. Son sólo algunos signos de atipicidad.
6. Asignar a Cambiemos la provincia de Buenos Aires. Esta fase del experimento no corresponde a los dirigentes. La decidió el electorado. Los votantes dieron a Macri una buena noticia: ganó Buenos Aires. Y una mala: ganó Buenos Aires. Se trata de una gran expansión de poder. "El Big-bang de Pro", como dice Sergio Bergman. Pero obliga a Macri a incorporar a su agenda dos dificultades complejísimas, que hoy desafían a Vidal. Una es la política contra la inseguridad y el crimen organizado. El voto contra Aníbal Fernández condensó un mandato categórico. Ignorarlo podría hacer fracasar todo el proyecto de Macri. En 2017 se elige senador en Buenos Aires y la inseguridad estará en el tope de la agenda. El otro reto bonaerense es la educación, que ha sido corroída por una de las corporaciones más rígidas y conservadoras del país: el Suteba de Roberto Baradel. Este sindicato condiciona la escena en lo inmediato. La paritaria docente inaugura negociaciones cruciales para la superación del desbarajuste económico que deja el kirchnerismo. Ambos desafíos están en manos de una dirigente política novedosa, la primera mujer que gobierna la provincia, que no pertenece ni a la UCR ni al PJ. También Vidal es parte del nuevo experimento que realiza la Argentina.