A lo largo de la campaña electoral, en dos oportunidades me consultaron si acompañaba con mi firma el apoyo a Macri y acepté sin problema. No tengo nada que esconder al respecto. Acompañar y apoyar a un candidato no significa dar un cheque en blanco. Ni a Macri ni a nadie. Y no porque sea Macri, sino porque no corresponde. Ya tuvimos esta triste y larga experiencia como para insistir con esto de la democracia delegativa, es decir votar y luego desentenderse de lo que hagan los gobernantes hasta la próximo elección.
Incluso brindé mi apoyo público a pesar de no coincidir con todas las propuestas que formula Cambiemos, pero ese espacio sí cumplía con una serie de condiciones básicas para recibir ese apoyo que era la prioridad de terminar con el intento de chavización que buscaba el kirchnerismo. Ese objetivo se logró. Primero había que recuperar el concepto de república y limitar el abuso del poder del estado.
Ahora viene la etapa de reconstruir la Argentina, y en ese punto estaré apoyando desde dónde sea, con una crítica sana tratando de aportar ideas. Seguramente cambiaré el tono. Fueron demasiados años de agresión, atropello y violencia verbal del kirchnerismo. Viene la etapa en que, llegado el caso, se puede disentir amablemente. Plantear puntos de vista diferentes sin por eso descalificar al otro.
Lo que deja el kirchnerismo es tierra arrasada, en lo económico y en los valores que imperan en la sociedad, pero sobre todo deja 12 años de abuso del poder y escándalos de corrupción.
¿Cómo creo que debería encararse el inicio del nuevo gobierno? En primer lugar, considero que debería llamarse a una auditoría internacional para que la gente conozca lo que deja el kirchnerismo en materia económica, institucional y de corrupción. Es como cuando uno compra una empresa. Antes hace una auditoría para ver que no haya pasivos ocultos y que lo que se muestra en el balance es cierto.
O, para ser más drásticos, cuando Eisenhower descubrió los campos de concentración que habían levantado los nazis, hizo que la gente de las ciudades y pueblos cercanos fueran a ver lo que habían encontrado e hizo filmar todo. Había que mostrarle al mundo lo que había hecho el nazismo con los judíos, los católicos, los que pensaban diferente o todo aquél que osaba disentir con el régimen. Acá hay que hacer algo parecido. Hay que mostrarle a la población y al mundo qué deja el kirchnerismo. Y esto no es una cuestión para que Cambiemos se cubra hacia el futuro. Es un derecho de la gente a conocer qué dejaron porque, si de algo se ha caracterizado el kirchnerismo, fue por esconder y distorsionar deliberadamente la información para que la gente no supiera la verdad. Es un derecho republicano que la gente conozca la verdadera herencia que deja el kirchnerismo. Por supuesto, luego habrá que dejar que la justicia sancione severamente los casos de corrupción y de abuso de poder de todos estos años. Esa va sería una señal muy categórica para mostrar que en Argentina comienza una nueva etapa en la cual quien quiera invertir y trabajar no será víctima de la corrupción y el abuso de poder porque son sancionados por la justicia.
En lo económico, hay que empalmar dos planes en uno. Por un lado, el plan para apagar el incendio que deja el kirchnerismo. El flanco fiscal es el más delicado junto con el sector externo. El gasto público en niveles récord aún con una presión tributaria asfixiante tiene como saldo un déficit fiscal muy importante. Eso obliga a emitir moneda para financiar el déficit fiscal, emisión monetaria que genera inflación e impide la estabilidad cambiaria. Por el lado del sector externo, haber retrasado artificialmente el tipo de cambio implica que, al liberarse lo que hoy se conoce como dólar oficial, se ubique por encima del actual. La razón es muy sencilla, ningún gobierno le pone un precio máximo al tipo de cambio por debajo del nivel al que opera el mercado. Si el mercado opera a $ 15, poner un tipo de cambio máximo a $ 18 no tiene ningún sentido. Por eso, sin necesidad de decir cuál debe ser el tipo de cambio sabemos de antemano que $ 9,50 es un tipo de cambio artificialmente bajo.
El segundo aspecto del plan económico es sentar las bases para el crecimiento de largo plazo. Torcer tantos años de populismo que llegó a su máxima expresión con el kirchnerismo es, tal vez, una tarea más de docencia. Explicarle a la gente que para poder consumir primero hay que producir. Que los puestos de trabajo no los crea el estado sino que los generan las inversiones. Que el crédito no se imprime en billetes emitidos por el BCRA, sino que se genera a través del ahorro. Que el llamado estado de bienestar tiene como contrapartida una carga tributaria que espanta las inversiones y deja a la gente sin trabajo. Hay muchas ideas erradas que cambiar. Creo, sinceramente, que también es parte de la dirigencia política hacer docencia. No es solo cuestión de conseguir votos, sino de transmitir valores.
Seguramente hasta el 10 de diciembre el kircherismo hará todas las maldades posibles para complicarle la vida al próximo gobierno. Pero que quede claro, no le complicará la vida al próximo gobierno, se la complicará a todos los argentinos.
En mi opinión, para no volver a padecer este populismo totalitario, que no solo destruyó la economía argentina sino que también intentó establecer una dictadura al estilo chavista persiguiendo a los que pensábamos diferente, es fundamental no ser tibios y establecer una economía en la cual el estado se limite a defender el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de las personas. Tener una economía con disciplina fiscal y monetaria para evitar la inflación y la carga impositiva que ahoga la actividad privada. Tener una economía integrada al mundo para generar más puestos de trabajo vía el comercio internacional. Respetar la propiedad privada para atraer inversiones que creen más puestos de trabajo y mejor remunerados por aumento de la productividad. En fin, no hay ningún secreto para transformar a la Argentina de un país decadente en un país próspero. Solo hay que lograr que el estado no moleste a la actividad privada y permitir que la gente libere su capacidad de innovación.
La riqueza la creará la gente y el estado velará para que esa riqueza que se genera no sea saqueada ni por el mismo estado ni por un particular. No es tan difícil de soñar un país mejor si se siguen estas reglas básicas. Pero ojo, para reconstruir la Argentina hay que dejar en claro que nadie puede pasar por el gobierno y manejarse con impunidad usando los resortes del estado en beneficio propio y para perseguir a quienes piensan diferente. No es revancha lo que se pide, sino, simplemente, dejar en claro que ya no será gratis llegar con el voto para luego intentar establecer una dictadura.
Fuente: Economía para Todos