Sin dudas, pese a la formación de la Liga de Gobernadores, previa al acto eleccionario, el candidato oficial no logró despegarse (tampoco lo intentó demasiado) de la influencia de la Doctora y del kirchnerismo en general, en su campaña. Parte del Círculo Rojo pensó que el discurso de Urtubey en el Consejo de las Américas y los dichos de Mario Blejer, viabilizaban la búsqueda -por parte de Scioli-, del voto independiente o, por lo menos, aquel electorado sensato que pudiera practicar el llamado voto útil y definir la elección el 25 de octubre.

Fue mucha más gente a votar. Massa consolidó su posición de árbitro y se sintió profundamente, el impacto de Aníbal en la captura del voto de la Provincia más importante del país.

Hasta ahora, no dijimos nada nuevo. La novedad es que, después de las elecciones, no hubo una reacción del sciolismo, exigiendo co-gobernar, sobre todo en materia económica, hasta el 22 de noviembre. Todo lo contrario. Se formalizó, el jueves 29 de octubre, la evidente ruptura entre la Liga de Gobernadores –con sus 13 aviones en Tucumán- y la Doctora, con sus tres horas de discurso a la militancia, en la Casa Rosada.

Mientras tanto, el Banco Central vendía Dólar futuro de manera ¿desesperada?, básicamente para no perder Reservas y aguantar hasta el 10 de diciembre, a como dé lugar.

Hoy, a pocos días de la pelea entre el Candidato y la Doctora, cuesta ver quién dirige la campaña (parece anárquica, para calificarla generosamente). Lo que es muy fácil de ver es que hay ruidos en la conducción económica, exceptuando la pérdida verdadera de Reservas para bajar el Dólar blue y las restricciones a las compras de pasajes, para estirar la mecha y que no reviente la bomba antes del 10 de diciembre.

Cualquier ciudadano de a pie, se da cuenta que la campaña del miedo, si se asocia con el prudente silencio del macrismo, conduce a un rotundo triunfo electoral del Cambiemos. Es muy difícil saber la causa de este “estilo” de campaña, excepto que sea un globo de ensayo de corta duración, para medir el “efecto miedo” sobre el electorado de Massa e incluso sobre cierto electorado de Macri, que ahora tiene en el Gran Buenos Aires un poder territorial que deberá preservar, cuidando sus políticas económicas, a partir del 10 de diciembre.

Está claro que los pronunciamientos de Massa-De la Sota-Lavagna, fueron más bien una especie de licitación para que Daniel y Mauricio les efectúen las correspondientes demandas electorales. Pero esa señal de la tríada renovadora, no logra dar claridad acerca de su REAL objetivo. Una lectura ingenua podría sostener que no saben si participar del oficialismo macrista o competir con la Liga de Gobernadores, para el armado de la oposición “pejotista”, suponiendo que el kirchnerismo político irá a cuarteles de invierno, una vez que no tenga la caja abundante del kirchnerismo económico.

Faltan 16 días de campaña, en los cuales podremos ver cuál de las hipótesis precarias, esbozadas anteriormente, es la correcta. Faltaría agregarle lo que dice la voz de la calle: Cristina quiere que gane Macri, porque así vuelve pronto y… más fácil.

La economía

Cuando la Presidenta nominó a Scioli, si pensaba encabezar su campaña, podría haberle ofrecido el co-gobierno de asuntos económicos. Es más fácil una transición de acomodamientos macroeconómicos de seis meses, que otra de cuarenta días. No le ofreció ni una cosa, ni la otra (y hoy le juega en contra). Es más, Scioli podría haber exigido antes de la pelea del pasado jueves, que se cumpliera –de alguna manera presentable- lo que hoy reclama el candidato opositor: “si van a hacer, en el gobierno, lo que están prometiendo, ¿por qué no empiezan a hacerlo ahora?”.

¿Qué se podría haber hecho la semana pasada?:

- Implementar el nuevo mínimo no imponible de Ganancias, que el titular de la AFIP caracterizó como una promesa técnicamente fundada.

- Comenzar a partir de diciembre, a devolver el IVA a los jubilados, tal como prometió Daniel y también cuantificó Ricardo.

- Anunciar la eliminación de Retenciones a las economías regionales y las rebajas a cultivos que están en curso o cuya fecha de siembra óptima no supera el período del actual gobierno, como por ejemplo trigo, cebada y girasol, que ya están sembrados o deben sembrarse antes del 10 de diciembre.

- Iniciar de inmediato la que hemos llamado “propuesta Blejer”, de pagar con Títulos públicos en dólares, la deuda pendiente por importaciones ya efectuadas, remesas de utilidades al exterior, pagos de deuda externa privada, etc.. Cuando se decidió compensar a Repsol por la estatización de YPF, la citada empresa vendió con un mínimo descuento los Títulos públicos argentinos al J. P. Morgan y, se acabaron los problemas (por lo menos los del actual gobierno). ¿Qué costaba una piedra más en la mochila del que asuma el 10/12?.

Con apenas cuatro o cinco señales de co-gobierno entre Cristina y Daniel, se hubiera podido iniciar una transición que reduzca la incertidumbre que todavía inquieta, incluso a las actividades de siembra agrícola.

Pero no pasó nada de todo eso y los dos oficialismos eligieron pelearse para disfrute de Cambiemos. Alguien habló de balotaje de tres, incluyendo al Modelo. Muchachos: no se puede cortar la boleta de Daniel y Carlos.

Hay dos cuestiones que no se entienden: ¿cómo no saben aprovechar, desde el oficialismo, los instrumentos que permitan la “continuidad con cambios”, bajo un gobierno de Scioli, y al mismo tiempo eviten un inútil drenaje de divisas, que continuará hasta el 10 de diciembre y tendrá consecuencias monetarias (cuando haya que compensar las diferencias en las ventas de Dólar futuro) para un Banco Central que, al no aplicarse la solución Blejer, no está en capacidad de usar otro instrumento de intervención, que no sea la mera caída de Reservas?.

Si las tasas que paga el Tesoro son sumamente atractivas para inversores externos y los ADRs cotizan al alza en Nueva York: ¿por qué desaprovechar esos efectos que tienen claras consecuencias en la baja ostensible del riesgo –país (aproximadamente 100 puntos básicos en un mes)?.

¿Shock?

Está claro que hay muchas bombas a desactivar, cuya mecha se irá agotando antes del 10 de diciembre. Pero el triunfo de Vidal en Buenos Aires y el nuevo poder territorial de Cambiemos en el Conurbano, son claros condicionantes para una estrategia de shock macroeconómico.

Tendría que ganar Macri con un margen lo suficientemente grande como para instrumentar una combinación de 60% de shock y 40% de gradualismo. Aun así, subsiste la duda sobre quién debería pagar costos de ajuste, en un eventual shock tarifario-cambiario. Por ejemplo: los empleados bancarios, judiciales, estatales, etc., ¿forman parte de esa clase media que puede pagar tarifas de servicios públicos más elevadas?. ¿Es operativa una definición sobre subsidios económicos, que conduzca a una rápida caída del déficit fiscal compatible con un endeudamiento razonable, que reduzca la tasa de inflación y -al mismo tiempo- re-capitalice al Banco Central?.

Cuesta creer que Cambiemos vaya a arriesgar su capital político, que se expresa en una eventual construcción de Territorio de influencia política, junto con el ya abundante stock en poder de la UCR, para practicar una ortodoxia económica extremadamente riesgosa.

Dicho de otra manera, hay creciente convergencia entre propuestas económicas, pero nadie puede asegurar el contenido de los eventuales acuerdos políticos en los días previos a la segunda vuelta.

Los muchachos tienen que aprender a jugar, si le quieren brindar al electorado opciones políticas duraderas o de gobernabilidad razonable. No se han visto todavía todas las cartas posibles.

Por eso, los mercados siguen pensando que Macri es el futuro Presidente e invierten a cuenta.

Fuente: Años de Campo