Todo parece indicar que el kirchnerismo tiene perdida la batalla si estamos de acuerdo en que el 25 de octubre el voto mayoritario fue un categórico no a la continuidad del kirchnerismo. Si con la cantidad de puestos públicos que crearon, la catarata de subsidios que entregaron y el consumo artificial que impulsaron, el oficialismo perdió en la provincia de Buenos Aires y en la mayoría de las intendencias de la provincia, en Jujuy, en Santa Cruz y en Santa Fe, parece bastante claro que la gente dijo basta al kirchnerismo. El gran interrogante es si la gente le dijo basta al fondo del problema, a las formas del kirchnerismo o a ambas cosas.
Lo cierto es que sería un error pensar que la crisis que deja el kirchnerismo es una crisis aislada del resto de las crisis anteriores. En rigor es una crisis más en un proceso de la larga decadencia argentina producido por décadas de populismo. Tal vez el populismo extremo al que llegó el kirchnerismo opaque las anteriores etapas populistas, pero no hay que confundirse, esta crisis es producto de desbordes del gasto público, déficit fiscal, regulaciones, carga impositiva, etc. como todas las anteriores. Una vez más asistimos a un proceso populista que, luego de distorsionar los precios relativos y recurrir a todos los mecanismos de financiamiento de la fiesta populista, termina colapsando. Que el colapso final se lo dejen al próximo gobierno no quiere decir que no sea un colapso. Es más, no sería la primera vez que esto ocurre.
Pero decía antes que, a mi juicio, esta es una crisis más dentro de una larga decadencia. Si uno tiene en claro este tema, queda en evidencia que el problema heredado no se arregla solamente retocando el tipo de cambio, las tarifas de los servicios públicos o haciendo algunas correcciones en el sistema tributario. La realidad es que los fundamentos institucionales del país están tan podridos de populismo que se hace imposible reconstruir la economía argentina sobre estas bases. No vaya a ser cosa que si gana Macri, por limitarse a hacer solo retoques, terminemos en otra crisis al final del camino y con el regreso triunfante de la que generó este fenomenal descalabro u otro populista que continúe con el proceso de larga decadencia.
Se requiere, a mi juicio, entonces, un doble plan económico que tiene que estar perfectamente ensamblado uno con el otro. Un plan sería el plan contra incendio que es para enfrentar la herencia que dejará el kirchnerismo. Un poco por ideología e ignorancia y mucho por pura maldad, dejan serios problemas cambiarios, de tarifas de los servicios públicos, de altísimo nivel de gasto público junto con una presión impositiva que está destruyendo la actividad privada y encima déficit fiscal que genera expansión monetaria e inflación.
Por otro lado, hay que pensar en una estrategia de crecimiento de largo plazo para abandonar esta larga decadencia. Ello implica cambiar los valores perversos que imperan en la sociedad y que fueron potenciados por estos 12 años de populismo k. Me refiero a esa cultura que impulso el kircherismo de que unos tienen derecho a vivir del trabajo ajeno. Esa perversa idea que un grupo de personas tiene la obligación de mantener a una legión de gente que figura como “empleados” del sector público y planes sociales. Otros se sienten con derecho a no tener que competir y a que el estado les reserve una parte del mercado para ellos solos. Hay que cambiar esta cultura de creer que el estado puede hacer cualquier cosa con el contribuyente y cobrarle impuestos disparatados en nombre de la solidaridad social. Argentina tiene que ser competitiva en materia impositiva para atraer inversiones. Tiene que desregular la economía para generar inversiones competitivas que atiendan las necesidades de los consumidores. Inversiones que puedan abastecer el mercado internacional porque son eficientes y pueden competir. Es decir, salir de esta lógica de barrio que impulsa el kirchnerismo según la cual tenemos que darle la espalda al mundo y producir solo para el reducido mercado interno.
En su ignorancia supina, los k no terminan de entender que al producirse en cantidades reducidas solo para el mercado interno, el peso de los costos fijos es mayor por cada unidad producida. En cambio, si uno produce para el mercado interno y para exportar las unidades producidas son muchas más y, en consecuencia, los costos fijos por unidad se reducen. Ejemplo, el costo de la secretaria del presidente de la empresa pesa menos si se divide sobre 1000 unidades producidas que si se divide sobre 100.000 unidades producidas. Esta matemática tan elemental parece no entrar en el cerebro k, que luce estar limitado a los cantos desde el patio de las palmeras y a aplaudir los discursos más disparatados de los que puedan tenerse memoria.
Mi principal preocupación es que, de confirmarse la victoria de Cambiemos el 22 de noviembre, logre frenar el proceso a la chavización que impulsa el kirchnerismo pero subestime el incendio económico que deja el kirchnerismo y tengamos una crisis social y política que no permita salir de esta destrucción populista que domina la Argentina desde hace décadas. Es decir, que el descontrol de corto plazo impida cambiar el rumbo populista para iniciar el rumbo de un mercado libre, con disciplina fiscal, monetaria y respeto por los derechos de propiedad.
El kirchnerismo deja un verdadero campo minado que puede evitarse y debe evitarse para no seguir en este populismo decadente. La habilidad de Cambiemos estará en lograr un plan económico que apague el incendio que deja CF y, al mismo tiempo, cambie el rumbo de esta decadencia. Enfrentar y controlar lo coyuntural y, al mismo tiempo, poner las bases sólidas de lo estructural para ser lo que fuimos cuando en nuestro país imperaron los principios de la constitución nacional de 1853/60.
Fuente: Economía para Todos