El 10 de diciembre de este año asumirá un nuevo presidente en la Argentina, quien deberá encarar muchos problemas sociales y económicos, entre los que se encuentra la necesidad de recuperar el autoabastecimiento energético perdido en la última década. La producción de gas y petróleo avanzó en el mundo en las últimas décadas a un ritmo sostenido: hoy se produce 20% más de petróleo y 45% más de gas que a inicios de este siglo, según informó el diario La Nación.
A pesar de este aumento en la extracción de hidrocarburos, las reservas comprobadas, gracias a los progresos en las tecnologías de exploración de nuevos recursos, han trepado más rápido que el agotamiento causado por la extracción.
Hacia 1980 las reservas petroleras mundiales cubrían apenas 30 años de producción, mientras que hoy cubren 52 años. En el caso del gas, a pesar de que registra mayor aumento en la extracción que el petróleo, las reservas mundiales también aumentan, y hoy cubren nada menos que 54 años de producción.
América latina no fue ajena a esta expansión de la producción y el horizonte de reservas, fruto de un sistemático proceso exploratorio. A partir de 2003 las reservas gasíferas se duplicaron en Perú y Colombia, mientras que aumentaron un 150% en Brasil. En petróleo a partir de 2003 se registraron los siguientes aumentos en las reservas: Colombia 50%, Ecuador 57%, Perú 60% y Brasil 65%. La producción de gas registró también significativos aumentos desde 2003: Colombia 90%, Brasil 117%, Trinidad y Tobago 118%, Bolivia 250%; por su parte, Perú multiplicó su producción 30 veces.
La Argentina registra en estos años una evolución opuesta a la de la región, debido a nuestra caída tanto en la producción como en las reservas hidrocarburíferas. Nuestra producción de petróleo en 2002 era un 42% superior a la actual, mientras que la de gas en 2004 era un 20% superior. Este persistente retroceso debilita nuestra posición en la región. Hoy producimos menos de la mitad del petróleo de Colombia, pero en 2002 nuestra producción era un 40% mayor.
Se trata de un retroceso inédito en nuestra historia, ya que a partir del descubrimiento del petróleo, en 1907, nunca se había registrado un período tan prolongado de caída productiva. Estamos pagando ahora el alto costo del capitalismo de amigos petrolero propiciado por el Gobierno. El retroceso en hidrocarburos perjudica nuestro desarrollo, ya que debilita la balanza comercial con crecientes importaciones, consumiendo así divisas que deberían dedicarse a incorporar bienes de capital para modernizar nuestra infraestructura y los servicios básicos que registran carencias de agua potable, cloacas, control de inundaciones rurales y urbanas, saneamiento ambiental, transporte, red vial y distribución de energía eléctrica.
La buena noticia es que este retroceso energético no es irreversible, ya que no responde a carencias geológicas, sino que es consecuencia de prácticas nocivas que desalentaron las inversiones requeridas en exploración y desarrollo.
La exploración descendió en los últimos años a niveles mínimos, a pesar del incremento en los precios internacionales; por esa razón gastamos mucho dinero no en desarrollar nuevas áreas, sino en importar combustibles a precios altos y con contratos poco transparentes.
Lamentablemente, la nueva ley de hidrocarburos no contribuye a despejar el horizonte, ya que no estimula la competencia entre los inversores petroleros. Recuperar el tiempo perdido exigirá otras normas legales claras y estables que atraigan, en procesos abiertamente competitivos y sin negociaciones oscuras, a genuinos inversores dispuestos a asumir los riesgos propios de esta actividad.
Ex secretario de Energía de la Nación