La fusariosis de la espiga del trigo (FET), causada por especies del género Fusarium, ocurre en todas las regiones cerealeras del mundo. Durante muchos años se consideró como una enfermedad secundaria en Argentina. Sin embargo, el aumento de su frecuencia de aparición y severidad en todo el Cono Sur, la convirtió en unas de las principales enfermedades del trigo. Y esta campaña es caracterizada por casi todos los Institutos que estudian la variabilidad climática como año Niño y es por ello que en algunas regiones la probabilidad de ataque puede ser alta.
El problema se destaca principalmente en las regiones de clima húmedo y de altas temperaturas, coincidiendo con los estadios de floración. Las epidemias generalmente están asociadas a períodos de mojado de la espiga prolongados (mayores a 48 horas) durante la antesis, extendiéndose hasta la formación de grano lechoso.
Los síntomas de la enfermedad son fácilmente diagnosticados mediante la observación del blanqueado de las espigas y espiguillas y por la formación de los signos del patógeno en forma de una masa rosada salmón sobre las estructuras florales. Esta grave enfermedad, que reduce el rendimiento y la germinación de la semilla, es además peligrosa porque afecta la calidad alimentaria del grano y de sus subproductos, debido a la contaminación con micotoxinas, que son un riesgo para la salud humana y animal.
Los daños causados por la enfermedad son una marcada reducción del rendimiento de granos, disminución de la calidad comercial del grano (grano fusarioso = grano dañado) y reducción de poder germinativo y del vigor de la semillas. De las enfermedades de los cereales invernales, la FET es la que presenta las mayores dificultades de control y por lo tanto es un permanente desafío para fitomejoradores y fitopatólogos.
El aumento de la frecuencia y de los daños directos causados estaría asociado al cambio climático regional, monocultivo, mayor área sembrada con especies susceptibles, siembra directa y la poca rotación. Por lo tanto, el calentamiento global y las mayores precipitaciones, sumado a la inexistencia de cultivares tolerantes o resistentes y a la baja eficiencia de control químico, exigen una búsqueda inmediata de una solución.
El proceso infeccioso de las enfermedades fúngicas de las plantas y su epidemiología depende, entre otros factores, de las condiciones climáticas favorables.
Para la FET, conocer el ambiente es de fundamental importancia, ya que es el protagonista directo más relacionado con la severidad de la enfermedad. Para estimar sus valores existen modelos que han sido desarrollados en Argentina.
Una de las herramientas más prácticas, fáciles y útiles con que cuentan los productores y asesores es la consulta de los mapas de riesgo de la FET en la región pampeana, elaborados por el Instituto de Clima y Agua del INTA Castelar. Allí, con los datos de predicción de los modelos, se diagraman los mapas de riesgo.
Para cada subregión triguera y por fecha de espigazón, los lunes, miércoles y viernes se confeccionan mapas presentando la distribución espacial del grado de riesgo estimado (rojo, amarillo y verde). Para varios sitios y fechas de espigazón se grafica la evolución del Índice de Fusarium de la campaña.
De acuerdo a las probabilidades de infección analizadas con los modelos ambientales y si éstos dan zona de riesgo de infección rojo y eventualmente amarillo, se cuenta con mayor certidumbre para decidir el control químico.
La protección química contra esta enfermedad se basa en el uso de fungicidas protectores, que eviten principalmente la entrada del patógeno, anulando la infección cuando las esporas del hongo se depositan sobre las anteras expuestas.
Nota de la Redacción: participaron de este trabajo Norma Formento y Mercedes Scandiani.