Y no por buenas razones. Las deformaciones de la política oficial se agravan por una escena internacional cada día más adversa.
El panorama desafía en especial a Daniel Scioli. Él debe demostrar que percibe la gravedad de los problemas sin arriar por eso la bandera kirchnerista. El cambio de contexto se expresa en algunas cifras.
El PBI de Brasil se contraerá este año cerca de 2,8%. Y el que viene, 1%. El consumo brasileño descendió 6% en el primer semestre y promete otra caída del 8% para el segundo. Quiere decir que el mayor cliente del país comprará menos. Habrá, entonces, menos dólares. Al mismo tiempo, el peso se vuelve menos competitivo. En los últimos 12 meses la moneda brasileña se depreció 49,9% en términos reales.
El peso colombiano se depreció 55,5%; el mexicano, 25%, y el chileno, 12%. Y lo más relevante: en el último mes China devaluó el yuan 2,3%. El peso argentino, en cambio, se revaluó 11%. Estos movimientos impactan sobre las materias primas. La tonelada de soja, que valía US$ 500 la primera mitad de 2014, hoy cuesta US$ 320. Si se descuentan las retenciones, llegó al precio con el que le tocó gobernar a Fernando de la Rúa. Otra vez: menos dólares.
En el incesante cambio de rostro del peronismo hay un rasgo que perdura: el retraso cambiario. Fue la táctica kirchnerista para aplacar con un boom de consumo a los que pedían "que se vayan todos". Hoy perdió aquella efectividad y se vuelve recesivo. El salario privado en dólares aumentó un 20% en los últimos 12 meses. Por la escasez de divisas, las importaciones no energéticas cayeron US$ 1200 millones desde el tercer trimestre del año pasado. El 80% se destina a producir bienes.
El síntoma más visible de la falta de dólares es la presión del público sobre las reservas. Según un estudio de Nicolás Dujovne, el Banco Central habrá perdido en el tercer trimestre US$ 1300 millones. Y en el cuarto, 5800. En diciembre las reservas no superarían los US$ 11.900 millones. Se cumpliría lo que muchos pronosticaban: el kirchnerismo dejará la cantidad de divisas que encontró al llegar. Después de mí, el diluvio.
La carencia de dólares hace prever una devaluación para cuando asuma el próximo presidente. Los contratos semestrales que se celebran en Nueva York suponen que será del 80% anual. Y la distancia entre el oficial y el blue tocó el 70%.
Esa diferencia de cotización cobijaría una clave política. Según un análisis de la consultora Isonomía, cada vez que, desde enero de 2011, aumentó la brecha, la imagen del Gobierno comenzó a deteriorarse. Y viceversa. La correlación es muy sugerente desde julio, cuando la distancia se volvió a ampliar.
Hay otras dos variables que exhiben una coordinación fetichista: el índice de confianza en la administración de la Universidad Di Tella y los resultados electorales del kirchnerismo. En octubre de 2007 coincidieron en 46%. En junio de 2009, en 32%. En octubre de 2011, en 54%. Y en octubre de 2013, en 33%. En agosto el índice fue de 38%: lo que sacó Scioli en las primarias.
Última magia: según las encuestas, quienes compraron algún electrodoméstico en los últimos dos meses se inclinan a votar por Scioli. El rubro lo persigue.
Más allá de estas curiosidades, todos los sondeos demuestran que, al percibirse más el deterioro de la economía, aumenta el número de quienes pretenden cambio en vez de continuidad. La tendencia comenzó en agosto, cuando se agotó el efecto del pago del aguinaldo.
Esta influencia de la economía sobre la política puede ser crucial. Es evidente que el cuadro electoral no es muy sensible a las discusiones políticas o institucionales. La sociedad está partida en dos: un sector está indignado y el otro es inmune a los escándalos. El malestar económico puede modificar los alineamientos. Es un problema delicado para Scioli. Él, que no perdió popularidad por la muerte del fiscal Nisman, por la causa Hotesur o por el fraude tucumano, corre el riesgo de alejar a los votantes por su identificación económica con Cristina Kirchner.
Se entiende, entonces, que Scioli haya visitado el programa de Alejandro Fantino con Miguel Bein y no con Axel Kicillof. El perspicaz Bein es lo más heterodoxo que admite el mercado y lo más ortodoxo que tolera la Casa Rosada. Su truco retórico es conocido: describe un ajuste antipático, lo atribuye a la oposición y después se ubica unos metros más acá. Roberto Lavagna es el maestro de ese modo de polemizar. Por ejemplo: Bein explicó: "Cuando voy al supermercado veo que casi todo sale un dólar; pero no se puede llevar a 15 pesos lo que hoy cuesta 10, porque los seres humanos no son piezas de ajedrez". ¿Con qué devaluación seguirían siendo personas? ¿12,50? La pregunta encierra uno de los dilemas más sutiles de la economía: ¿qué tipo de cambio permite evitar la recesión y la inflación al mismo tiempo? Porque la devaluación humanitaria de Bein podría, con el paso de los meses, estimular el desempleo, que es otra forma de transformar a las personas en piezas de ajedrez.
Bein, es decir, Scioli, está obligado a la moderación. Aun cuando vaya volviéndose anacrónica con el paso de los días. Porque, con una brecha del 70% y 11.000 millones de reservas, lo que hace dos meses era shock hoy es gradualismo. Pero la discusión es inconducente. Scioli no puede renunciar a la continuidad. Si lo hiciera, admitiría que la política oficial ha fracasado.
Acuerdo con los holdouts
Además de llevar a Bein a la televisión, Scioli envió a Mario Blejer a hablar con los abogados de Paul Singer, para adelantar un acuerdo con los holdouts. Carlos Zannini debe haber aprobado la gestión, ya que él había sentado al hotelero Gustavo Cinosi, su gestor en el campo de los negocios, en la célebre negociación del hotel Saint Regis. La novedad de la gestión de Blejer circuló la semana pasada por el mundo financiero y produjo una recuperación de los activos argentinos cuando los demás se derrumbaban. Satisfacción entre los inversores, comenzando por Patrick Esteruelas, del fondo EMSO, el más optimista ante un posible triunfo del FPV.
El problema es que no está claro que Bein o Blejer vayan a conducir la economía si triunfa Scioli. Al menos en el primer momento. Y no sólo porque nadie quiere ser Jorge Remes Lenicov, el ministro de Eduardo Duhalde que, con su gran devaluación, permitió a Lavagna ejecutar el gradualismo. Scioli debe levantar un cepo en el área donde la crisis exige más talento: el Banco Central, que establece la tasa de interés y el tipo de cambio. Allí el problema no es tanto Alejandro Vanoli como los directores que deja Kicillof. Ya designó tres, que debutaron entregando el banco Finansur a Cristóbal López. En los próximos días podría nombrar otros dos para sustituir a Waldo Farías y Santiago Carnero, que se negaron a la arbitraria remoción de Gabriel Martino de la conducción del HSBC.
La otra limitación de Scioli para indicar que entiende la complejidad de la escena es el fenomenal déficit fiscal que deja la señora de Kirchner: 6,4% del PBI. Cualquier racionalización implicará un enfrentamiento con Máximo Kirchner: el gasto público es el distrito de La Cámpora.
Fóbico al conflicto, Scioli sueña eludir estas encrucijadas con una designación de compromiso: continuaría con la convencional Silvina Batakis, "una Felisa sin bolsita", como la definió un simpático empresario. Esa estrategia le permitiría devaluar 20% en diciembre, llevar el déficit a 2,5% del PBI a fin del año que viene y reducir los subsidios 1,5% del PBI. Macri, en cambio, seguiría el consejo de Maquiavelo: "Hacer el mal de golpe y el bien de a poco": devaluación del 75%, reducción del déficit a 1% y eliminación de subsidios de 3% del PBI.
Los principales actores de la economía toman posición frente al ajuste. Los productores de hidrocarburos temen que, como analizan los técnicos de Macri, se elimine el precio sostén del petróleo para abaratar los combustibles. Los gobernadores petroleros se pusieron al frente de la resistencia, temerosos de perder regalías. Se reunirán mañana, liderados por Jorge Sapag, quien puja por ser ministro de Energía de Scioli. Debería aceptar la continuidad de su rival Miguel Galuccio en YPF: es un acuerdo de Scioli con Zannini, quien tiene un excelente vínculo con Galuccio gracias a Cinosi.
Los más precavidos son los productores agropecuarios. Los obliga la asfixia. Para tener una idea: un estudio contable que atiende 15 establecimientos descubrió que, a pesar de la gran productividad de la campaña 2014-2015, sólo tres no registraron quebrantos. En Salta hay chacareros que intentan subarrendar los campos gratis, con tal de evitar pérdidas. No lo consiguen. "No estamos ante una crisis, sino ante una situación explosiva", definió un experto. La liquidación de granos, por lo tanto, disminuye, a la espera de la devaluación. El círculo de la falta de dólares se termina de cerrar.