La búsqueda de eficiencia es un tema de preocupación constante para productores e industria. Pero cuando se trata del control de malezas y la aplicación de fitosanitarios, la cuestión cobra mayor envergadura y surgen los aportes que da la agricultura de precisión.

Ramiro Cid es especialista en Mecanización Agrícola del INTA Castelar y su área de trabajo tiene que ver con la aplicación de agroquímicos. En su opinión, hoy se puede hablar de tres tecnologías que están liderando lo nuevo para el control de malezas. La primera de ellas son los sensores, le sigue el uso de drones para la realización de mapeos y, de la mano, el control de corte, pico por pico, y la dosis variable en pulverizadoras.

En lo que hace a sensores de malezas, la Argentina dispone de dos productos comerciales denominados “Weed it” y “Weed Seeker”. Ambos están diseñados para detectar las malezas en el lote y aplicar la dosis sólo en las situaciones en que es necesario, evitando la cobertura uniforme total con herbicidas y, por el contrario, realizando una mayor concentración del producto en las áreas infestadas, lo que ayuda a reducir la resistencia de las malezas. El sistema de pulverización selectiva también es muy útil en las aplicaciones periurbanas ya que permite disminuir sensiblemente las cantidades de productos utilizadas y a la vez el equipo tiene muy baja deriva. Si bien se trata de una tecnología que por su alto costo se va introduciendo lentamente, Cid recalca que es muy útil cuando se utiliza en estadíos tempranos y cuando hay poca maleza en el lote, ya que en algunos casos puede detectarlas cuando son del tamaño de una moneda.

Los sensores pueden realizar alrededor de 40.000 lecturas por segundo a una velocidad de la pulverizadora de 25 kilómetros por hora. La distancia entre los dispositivos de detección es de 1 metro y están equipados con 5 canales de lectura que abarcan 20 centímetros de superficie cada uno.

Este año, la firma AGD –fuerte usuaria de esta tecnología- anunció en Expoagro que en la campaña pasada la utilizaron sobre 14.000 hectáreas con un ahorro sobre el total de esa superficie de 15.000 litros de graminicidas, 8.000 litros de 2,4D y 5.000 litros de Dicamba.

Drones y aplicaciones localizadas

Otra tecnología que ya ha comenzado a hacer sus aportes es el uso de drones o aviones no tripulados para el mapeo de malezas en base a fotografías aéreas. “Con estas fotografías se arma un mosaico y un mapa a partir del cual se realiza una prescripción que deberá ejecutarse con una máquina que permita hacer aplicaciones localizadas, idealmente, pico por pico”, relata Cid y recuerda que la firma de pulverizadoras PLA dispone de equipamientos con caudalímetro pico a pico, sistema de dosis variable, pico chanchero y control remoto para corte de secciones.

“El mapeo manual de malezas es muy engorroso”, acota el técnico y explica que “el uso de drones o aviones no tripulados permite, en un tiempo muy rápido, procesar la información y tomar decisiones en el día”. Las imágenes que toman los drones quedan almacenadas en una tarjeta de memoria que luego el productor puede bajar a su computadora y tomar las decisiones de manejo correspondientes.

Más tecnologías

Otra innovación que gana adeptos en materia de pulverizadoras es el uso de barrales de fibra de carbono. Esta materia prima permite construir piezas de un ancho de labor mayor –de hasta 40 metros- al alcanzable con los materiales tradicionales, manteniendo un peso menor y comportamiento dinámico mejor que la pieza original metálica. Además, se incrementa la productividad tanto por el aumento del ancho de labor, como de la velocidad, ahorro de combustible, una menor compactación de suelos y menor pisado del cultivo. Se trata de barrales de larga duración ya que no se corroen, no son afectados por el ambiente ni los agroquímicos.

A la hora de mencionar otras respuestas tecnológicas más recientes al problema de malezas, Cid destaca la oferta de formulaciones mezcladas por parte de las empresas de protección de cultivos. “Esto facilita mucho la tarea y evita los problemas de incompatibilidades o el riesgo de mezclas mal realizadas por los aplicadores a campo”, sostiene el especialista.

El uso de tarjetas hidrosensibles, aunque no es nuevo, también es una herramienta puesta de relieve por Cid. “Se utiliza poco y sin embargo es lo único que tenemos para ajustar las aplicaciones”, insiste. “Si se ponen tarjetas hidrosensibles es imposible saber si se llegó al objetivo de la aplicación. Es una herramienta insustituible que lamentablemente no se usa la cantidad de veces que se debería”, acota.

El mantenimiento de las máquinas pulverizadoras y la capacitación de los operarios también son clave. En el primer caso, Cid expresa que “contamos con un parque que debe tener alrededor de 12 años de antigüedad. Hay necesidad de reactivar el mercado para cambiar esas máquinas”, dice. Y destaca luego el crecimiento que ha tenido la capacitación en materia de pulverizadoras. “Hoy ya es un requisito. Hay que trabajar con conocimiento y responsabilidad. La persona que va a hacer una aplicación tiene que saber cómo manejar la deriva, la diferencia entre pastillas, para qué sirven los coadyuvantes, qué pasa si aumenta la velocidad, si sube el botalón… hay toda una serie de cuestiones técnicas que el aplicador debe manejar fluidamente”, concluye el especialista de INTA Castelar .