En la intervención telefónica del 5 de junio de 2013 se escucha la conversación entre Grondona y el presidente de Lanús, Alejandro Marón, quien lo llama apenas termina de salir de la Casa Rosada. Ahí mismo, y sin esperar ninguna pregunta, el hombre al que hacía tiempo se conocía con el apelativo de El Padrino le confiesa al dirigente que logró un aumento de la partida de Fútbol para Todos a partir del mes siguiente. "Mano a mano", explicó. Es decir: sin licitación, sin intermediarios, sin auditoría, sin un mínimo control. Sólo por la voluntad suprema de la jefa de Estado.
Las escuchas evidencian cómo el hombre que hasta su muerte manejó el fútbol argentino y parte del fútbol internacional se jacta de su relación con la Presidenta. "(Cristina) me adora, te digo la verdad", le dice a Marón. Y el presidente de Lanús, al borde de la pleitesía, asiente: "Y, sí. Le tiene que hacer un monumento. Si el único tiro (a Clarín) se lo pudo dar usted". Grondona sube entonces la apuesta y comenta: "Y aparte sabe muy bien que lo que tiene al lado no sirve para una mierda. El fútbol es política -me dijo-. La pantalla de televisión? Me importa tres carajos el horario, el no horario, el rating, el no rating".
¿Deberíamos dar por cierta cada palabra que pronunció el dueño del fútbol? Si fuera así, las formas habrían sido abandonadas en nombre de la realpolitik. Y Cristina habría reconocido, entonces, por primera vez, que lo único que le interesa no es la "felicidad del pueblo", sino la manipulación política del televidente/votante. Que no la mueve la idea de que todos los argentinos puedan ver los goles que antes tenía secuestrados, según ella, el Grupo Clarín. Que los barrabravas, la inseguridad y la violencia en el fútbol son sólo sapos que hay que tragarse para perpetuarse en el poder.
En el mismo diálogo hablan también de los horarios de los partidos de la fecha. Horarios que, se podría deducir, también fueron acordados con altos funcionarios del Gobierno. El mismo 5 de junio, Grondona llega a la sede de la AFA y pide una comunicación con el jefe de prensa de la entidad, Raúl Steimberg. El empleado le explica que hay problema con el horario de los partidos de la fecha 16 del Torneo Final 2013. En especial con el de San Lorenzo y Argentinos Juniors. Le informa que las autoridades de San Lorenzo quieren jugar el fin de semana y no el lunes. Grondona primero responde: "Pero se la va a tener que aguantar". Y enseguida le pide que espere, le pasa el teléfono a Alejandro Burzaco, quien estaba a su lado, para que arregle todos los detalles. El diálogo entre Burzaco y Steimberg no sólo demuestra la verdadera influencia que tenía el empresario sobre Grondona y la AFA. También revela cómo Grondona se las arreglaba para trasladar la responsabilidad de sus propias decisiones al Gobierno, al Ministerio de Seguridad o a quien fuera. Burzaco le ordena a Steimberg: "Acá lo que hay que conseguir es que los de la seguridad no le den la seguridad ni sábado ni domingo. Que no sea una decisión de la AFA. Que no sea una decisión tuya". Steimberg parece entender. Y Burzaco lo instruye para que reprograme para más adelante el partido que, por la Copa Argentina, San Lorenzo tenía que jugar el jueves siguiente. El hombre que está preso en el norte de Italia agrega entonces: "Pero no dejemos la huella".
Parece una conversación muy oscura entre personajes más oscuros todavía. El contenido, el tono, la manera de presentar y solucionar los problemas los condenan. Pero hay más desgraciadas coincidencias derivadas de esas escuchas que fueron reveladas este fin de semana. Porque ese mismo lunes no sólo se enfrentaron San Lorenzo y Argentinos Juniors, sino también Estudiantes y Lanús, el equipo de Marón. Fue en La Plata, la noche en que murió de un tiro a quemarropa disparado por un efectivo de la policía de la provincia el denominado barrabrava. Muchos recuerdan el hecho no sólo por la intensa violencia de aquella noche. También porque después de aquel partido nunca más un equipo de primera división A pudo jugar contra otro, en presencia de la hinchada reconocida como visitante. Se trata de una particularidad única: en ningún país del mundo donde se juega y se disfruta el fútbol sucede algo ni siquiera parecido.
Las intervenciones telefónicas judiciales forman parte de un expediente cuya carátula tiene el apellido de un ex jugador de Boca. A la causa la tuvo en sus manos el juez federal Norberto Oyarbide hasta que la Cámara se la quitó y fue a parar al despacho de su colega, Julián Ercolini. Oyarbide ordenó las escuchas, las analizó o consideró que no eran relevantes para el objeto de su investigación o las cajoneó, como hizo con decenas de otros asuntos, incluido el freno de un allanamiento a una cueva financiera por expreso pedido de Carlos Liuzzi, el segundo de Zannini.
Otros funcionarios y auxiliares judiciales que las oyeron y las transcribieron se sintieron en la obligación de darlas a conocer, porque aman el fútbol y se sienten asqueados de tantos manejos turbios. En ellas se habla de arreglos de horarios de partidos de manera irregular, designación de árbitros a dedo, diálogos entre Grondona y su contador personal para evadir impuestos a las ganancias, una amenaza de El Padrino de hacer desaparecer a las ligas de fútbol de Cuyo para perjudicar a Daniel Vila, un intento de incentivación a los jugadores de Colón para que le ganen a Argentinos Juniors y así evitar el descenso de Independiente, y un misterioso diálogo entre el ex supersecretario Guillermo Moreno y el ex presidente de la financiera Alhec Tour, quien fue procesado por evasión impositiva y lavado de dinero.
La pregunta que no deja de rondarme en la cabeza es por qué la Presidenta aceptó y convalidó semejante sociedad política deportiva con Julio Grondona. ¿No les importó a los puros del Frente para la Victoria vincularse con alguien que gozó de la confianza del dictador Jorge Rafael Videla y bajo cuyo mandato se multiplicaron la violencia en el fútbol y los negocios oscuros alrededor de ese deporte? ¿Era tanto el odio hacia el Grupo Clarín que no tuvieron más remedio que asociarse con él? Como dice la Presidenta, nadie resiste un archivo y entre las fotos más destacadas de los últimos doce años también habrá un lugar para aquellas donde aparecen Cristina Fernández y Julio Grondona, unidos por la misma pasión: las distintas formas de poder.