De la ciénaga de la FIFA emerge la imagen de una Casa Rosada que se integró a la globalización por una avenida inesperada: el fútbol y sus negociados.
El escándalo de corrupción que hace temblar a la FIFA tiene consecuencias imprevisibles para Cristina Kirchner. La más evidente es que desnuda la trama de complicidades comerciales que esconde el programa Fútbol para Todos. Esa iniciativa ya merecía reproches por su gigantesco costo fiscal y por su utilización facciosa como canal de propaganda. Las revelaciones de la justicia de Estados Unidos corrieron otro velo. Como las demás estatizaciones del kirchnerismo, la de las transmisiones futbolísticas también sirvió para que un grupo de funcionarios se apropiara, combinados con empresarios amigos, de una parte del presupuesto nacional.
Hace ya tiempo que Fútbol para Todos ingresó en la crónica policial del kirchnerismo. La jueza María Servini de Cubría tramita una causa por presunta malversación de fondos. Y la Auditoría General de la Nación avanzó en una investigación que los representantes del Frente para la Victoria en ese organismo se niegan a consignar en un informe.
Esa resistencia llevó al auditor Alejandro Nievas, del radicalismo, a exponer su indagación en medios académicos: el 20 de mayo pasado ofreció una conferencia sobre ese desaguisado en la Universidad de San Andrés. El anfitrión de Nievas fue el Centro de Estudios Anticorrupción. Todo dicho.
La raíz de las irregularidades está en los contratos entre el Estado y la empresa Torneos y Competencias. El gerente de esa compañía, Alejandro Burzaco, que permanecía prófugo hasta anoche, fue caracterizado por el ex juez internacional Luis Moreno Ocampo como "testaferro de Julio Grondona". Burzaco -o, según Moreno Ocampo, Grondona- fue uno de los beneficiarios de que el Gobierno resolviera reprivatizar una parte del negocio futbolístico que había estatizado. Cristina Kirchner lo diría de este modo: ella liberó los goles que estaban secuestrados y los volvió a entregar a los secuestradores. La incógnita es cuánto se pagó por el rescate.
Una de las transacciones que conectan al Gobierno con los delitos que se investigan en la FIFA es la adquisición de los derechos de transmisión del Mundial de fútbol de Brasil por parte del Estado. La información oficial consignó que se pagaron 18 millones de dólares a Torneos para que Canal 7 televisara los partidos. Los funcionarios deberían explicar por qué esos mismos derechos habían sido negociados antes por Canal 7 y Telefé con el mismo intermediario por una cifra más pequeña. Telefé desistió de intervenir por pedido del Gobierno, que decidió hacerse cargo en soledad de una factura más costosa. Además de estos convenios, se firmaron los de la Copa América. Grondona está sospechado de haber recibido 15 millones de dólares en concepto de sobornos por estas operaciones.
La tormenta del fútbol amenaza la campaña del kirchnerismo en la provincia de
Buenos Aires. Uno de los principales candidatos a la gobernación, Aníbal
Fernández, está en el centro de todas las miradas. Fernández fue el gestor del
acuerdo con Grondona, gracias a su íntima amistad con José Luis Meiszner. Ex
presidente del club Quilmes, Meiszner fue uno de los niños mimados del caudillo
de la AFA. Esa predilección lo lleva en estos días a soñar con la presidencia de
esa asociación. Fernández es su palanca política.
La tormenta del fútbol amenaza la campaña oficialista en la
provincia de Buenos Aires: Aníbal Fernández está en el centro de las miradas
La relación de Meiszner con Fernández es estrechísima. Gracias a ella, su hijo Andrés dirigió el Registro Nacional de Armas. El joven fue desplazado por La Cámpora a raíz de sus vinculaciones con Cristian Lanatta, uno de los acusados por el asesinato de tres empresarios ligados al tráfico de efedrina. Lanatta era un barrabrava de Quilmes, el club que preside el jefe de Gabinete y que tiene a Andrés Meiszner como vicepresidente.
José Luis Meiszner fue el puente para que Aníbal Fernández negociara con Grondona la captura de la televisación del fútbol. Las reuniones solían hacerse en el campo de Grondona, en Brandsen. Una vez decretada la estatización, Fernández puso al frente de Fútbol para Todos a Pablo Paladino, a quien tiene a su lado desde hace más de tres lustros. Cuando Fernández manejaba la Policía Federal, Paladino había sido subsecretario de Seguridad en Eventos Deportivos. En otras palabras: encargado de la relación con las barras bravas.
Como coordinador del programa sospechado, Paladino es un candidato a tener que dar explicaciones ante la Justicia. Las transmisiones de los partidos significaron para el fisco un gasto superior a los 7000 millones de pesos. Para este año Fútbol para Todos tiene asignados más de 1600 millones. El objetivo es el que trazó Fernández desde el primer día: "Asegurar la pasión". El problema es que las fragilidades de Paladino tienen inquieto a más de un funcionario. Es comprensible: el funcionario padece de cierta incontinencia verbal. Como su jefe.
Aunque ayer Aníbal Fernández estuvo muy discreto. Dijo que él no ve corrupción en el fútbol. Es cierto que nadie le solicitó que definiera qué entiende por corrupción. Sí le pidieron una opinión sobre los 15 millones de dólares en coimas que se atribuyen a Grondona. Él respondió con una noticia vieja: "Grondona está muerto". Después se deshizo en elogios hacia el finado, a quien atribuyó "una estatura superlativa".
Las novedades sobre Fútbol para Todos agregan complicaciones a la candidatura de Fernández. Para la izquierda kirchnerista, es un representante inconveniente. Fue el único funcionario de Eduardo Duhalde que, quizá por una injusticia, debió declarar en la causa por el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Además, era quien estaba al frente de la Policía Federal cuando asesinaron a Mariano Ferreyra, el 20 de octubre de 2010, y cuando esa fuerza liquidó a varios intrusos del Parque Indoamericano, en diciembre del mismo año.
Para los intendentes menos competitivos, Fernández representa el riesgo de quedar aplastados debajo del 70% de imagen negativa que él registra en las encuestas. Algunos de ellos, como Hugo Curto (Tres de Febrero), Darío Díaz Pérez (Lanús) o Gustavo Arrieta (Cañuelas), están en una situación comprometida. Son los que claman porque Cristina Kirchner sea candidata a gobernadora. Es otro modo de pedir un baño de humildad para el jefe de Gabinete. Un puntero de Quilmes ayer bromeaba con la idea: "La autoestima de Aníbal es tan grande que no alcanza con un baño; necesita un arenado".
La sombra de la FIFA, proyectada sobre la candidatura de Fernández, justifica a los kirchneristas ortodoxos que se inclinan hacia Julián Domínguez, el presidente de la Cámara de Diputados. Detrás de su candidatura se alineó Eduardo "Wado" De Pedro, el más talentoso de los dirigentes de La Cámpora, llevado de la mano de su tío, el productor agropecuario Alberto España. También talibanes como Carlos Kunkel, Juliana Di Tullio y Diana Conti.
De Pedro terminó de reconciliar a Domínguez con Scioli. El gobernador de Buenos Aires teme que la cercanía de Aníbal Fernández lo dañe en las encuestas. En ese reparo hay mucho de cinismo. Alejandro Granados, el ministro de Seguridad de la provincia, mantuvo con Grondona una vinculación tan antigua y estrecha como el jefe de Gabinete. El propio Scioli orbitó alrededor de la AFA desde que, como diputado menemista, presidía la Comisión de Deportes. Allí se comenzó a explorar la mina de oro de las apuestas deportivas. Es otra de las aventuras que el terremoto de la FIFA obligó a poner en pausa: el control que el kirchnerismo soñó extender sobre la AFA remataría en el negocio de apuestas digitales que planea Cristóbal López. De esto también habló Grondona con Fernández en el campo de Brandsen.
El celo de Scioli por la imagen, que lo aleja de Fernández, no es absoluto. El gobernador acaba de sumar a dos dirigentes que se suponían verticalizados con Carlos Zannini y su ahijado, Florencio Randazzo. Son Edgardo Depetri y Luis DElía. A Depetri le prometieron que seguirá controlando la minería de Río Turbio. DElía, que hace poco denostaba a Scioli por "neoliberal", negoció la Secretaría de Acceso al Hábitat, que domina a través de Rubén Pascolini. La presencia de DElía al lado de Scioli deja con pocos argumentos a los que se autosugestionan pensando "Daniel es distinto de los Kirchner".
En cambio, los profesores de Carta Abierta se pronunciaron ayer por Florencio Randazzo y castigaron a Scioli al decir que "hay estilos que huelen a palabra escamoteada, hay formas de hablar que gambetean el decir". Es curioso que, siendo ése el reproche, no se animaran a nombrarlo. Tal vez en agosto haya que escribir una carta a su favor.
Las apuestas se van cerrando en el oficialismo. Sólo el populoso Movimiento Evita sigue deliberando sobre su opción electoral.
Las preferencias por los distintos candidatos frustran a los kirchneristas en una pretensión: atravesar el trance sucesorio "unidos y organizados". Cristina Kirchner todavía no dejó la presidencia y sus filas ya están dispersas. Nada novedoso. El peronismo se ordena en presencia del poder. Y el poder, hoy por hoy, es una incógnita.