“Lo bueno dura poco”, dicen, y la coyuntura agropecuaria así lo confirma. Va pasando la moderada alegría por los rendimientos récord de soja (que no alcanzaron en muchos casos para tener producciones rentables) y los productores están volviendo a la complicada realidad. Y el primer impacto a la vista son los arrendamientos de la nueva campaña, una cuestión sensible entre dueños de campo e inquilinos, que en este momento del año se empieza a resolver.
Por eso, Clarín Rural habló con referentes de distintas zonas productivas, para conocer con qué criterios se están haciendo las negociaciones.
Las ideas claras que tienen los técnicos y productores para tender puentes con los dueños de los campos, y que puedan ser puntos de partida de una estrategia, son la flexibilización de los contratos con soluciones ante cambios de escenario, repartir los riesgos productivos entre las partes y establecer un precio máximo de alquiler después de un análisis técnico-económico del cultivo a sembrarse. Veamos.
En Venado Tuerto, en el sur de Santa Fe, Juan Dall’Orso, gerente de la empresa Agroconsultores y presidente de la Regional Venado Tuerto de Aapresid, no deja lugar a dudas y dice: “Actualmente tenemos que bajar un 20% el valor de los arrendamientos para obtener renta cero. Es decir, debemos aspirar a una baja del 30% para pensar en una renta positiva”.
Gracias a la posición privilegiada respecto al puerto de Rosario y la aptitud agrícola de las tierras en el sur de Santa Fe, Dall’Orso comenta que aun mantienen, en casos puntuales, el pago del alquiler a quintales fijos. Sin embargo, “en los nuevos campos ofrecemos un porcentaje a cosecha”, apunta.
Así, agrega que están pautando con los dueños de los campos que éstos se queden con 15% de rendimientos de los cereales (trigo y maíz) y el 25% de la soja.
Un escenario parecido al que plantea Dall’Orso es el que analiza Gustavo Duarte, reconocido técnico del oeste bonaerense y socio de DZD Agro, quien no avisora cambios fuertes en tipos de negocio.
Lo explica de una forma muy gráfica: “Hay un primer cordón de producción muy cercano a los puertos en donde alquilar campos todavía es viable en valores fijos. Pero hay un segundo cordón, hasta una distancia del puerto de unos 500 kilómetros, en el cual inquilinos y dueños de campo tienen que repartirse el riesgo productivo. Y un tercer cordón, más allá de los 500 kilómetros, en donde producir en campos alquilados es directamente inviable”.
Al respecto, el técnico y consultor destaca la importancia de concensuar “contratos de arrendamiento flexibles con puertas de salida rápidas y que contemplen cualquier tipo de escenario, ya que la planificación financiera se hace para un año y, en un año los mercados pueden cambiar mucho”.
Así, concluye: “Nosotros buscamos que el dueño de la tierra también asuma riesgos. Esto quiere decir que acepte primero que cubramos los costos y luego repartimos el resultado. Es clave que ambos jugadores del negocio sinceren sus márgenes en los próximos dos años. Esta es una forma para remar juntos. De lo contrario, se los traga el río”.
Con ideas parecidas está cerrando sus alquileres Federico Varela, productor en Pergamino (en el norte de Buenos Aires) y Balcarce, Mar del Plata y Necochea (en el centro y sudeste bonaerense), quien tiene el 80% de su superficie sobre campos alquilados. Este año, Varela solo piensa en establecer alquileres aporcentaje.
“Queremos que el negocio siga funcionando, y para ello, de acuerdo a las distintas situaciones, analizamos distintas variables. Este año hicimos un manejo muy artesanal”, define el técnico. Básicamente bajaron los porcentajes y, dentro de esta modalidad, en algunos casos adelantaron parte del porcentaje, en otros convinieron cubrir los costos y luego dividir el margen y, como otra estrategia, establecieron el pago de arrendamientos a través de tablas de porcentajes variables de acuerdo al rendimiento de los cultivos.
En el sudeste cordobés, una región de alto potencial agrícola, “este año se instaló el pago del alquiler a porcentaje y a cosecha”, manifiesta José Luis Zorzín, asesor de empresas agropecuarias en esa zona. Pero reconoce que acordar un alquiler sustentable en esa zona no es una cuestión sencilla.
“Hay diversos problemas, como las malezas resistentes, que elevan los costos productivos, o los excesos hídricos”, comenta. Respecto a esta última problemática, que generó importantes perjuicios durante el verano, Zorzín cuenta que aun hay campos con excesos. Y, en los que no, la napa freática está muy cercana a la superficie, afectando el desarrollo de los cultivos.
“En esos ambientes del campo donde la producción es muy riesgosa por los excesos de humedad, no quedó otra que establecer pagos a porcentaje. En cambio, en las lomas todavía se habla de pagar en quintales fijos”, señala, de acuerdo a la sectorización que se está viendo en la zona.
Además del pago a porcentaje, otro de los criterios previos para encarar una negociación de alquiler, de acuerdo a lo que cuenta Zorzín, es fijar el precio a pagar por el arrendamiento de “atrás hacia adelante”. Es decir, “calculamos el rendimiento de indiferencia del cultivo, fijándolo a partir de un rinde y un precio objetivo, y luego determinamos cuánto se puede pagar de alquiler”, destaca.
En grandes líneas, todos los consultados por Clarín Rural señalaron que es importante la predisposición de los dueños de campos para negociar. Todos afirmaron que ante la inflexibilidad lo aconsejable es entregar el campo, ya que nadie está dispuesto a arriesgar de más en la nueva campaña.
Es que el alquiler es el primer paso para un buen resultado.