A medida que avanza la zafra de soja en Argentina, las estimaciones de los organismos públicos y las instituciones privadas se vienen ajustando con cifras hacia arriba. Sorprende a propios y extraños los altos rindes que se están obteniendo y no necesariamente en detrimento de la calidad comercial. El clima fue acompañando en todo el transcurso de la evolución de los cultivos, teniendo como corolario altos rindes. Y en cuanto se está generalizando las tareas de cosecha en las zonas núcleo, los guarismos productivos continúan creciendo, generando expectativas en relación de cuál será la cifra final de la cosecha de soja argentina. Estamos pasando de los 55 millones de toneladas de las primeras estimaciones que se conocieron al comienzo del año, a las 60 millones de toneladas que estiman “casi todos” en la actualidad. Y de confirmarse estas cifras de producción, generaría cierto alivio al sector y lógicamente al gobierno nacional. “Los funcionarios de economía ya se están refregando las manos al ver tan importante cosecha de soja” decía ‘off de record’ un conocido partícipe del actual gobierno. Porque a pesar de que el aumento de producción no compensará la baja de precios, servirá para aumentar la cantidad de dólares que ingresarán por las ventas al extranjero y por las retenciones a las exportaciones.

La necesidad de dólares que tiene el gobierno en la actualidad es un tema que preocupa a los funcionarios gubernamentales y si la cosecha de soja tiene un buen volumen, servirá para calmar un poco los ánimos al menos en el próximo trimestre. Siempre y cuando los productores argentinos vendan esa soja cosechada. Porque al realizar un relevamiento en las filas de los chacareros, continuamos viendo que la primera decisión es no comercializar la oleaginosa. Ya sea en silos tradicionales, o en los conocidos silos bolsas o entregando el poroto a las fábricas y exportadores con contratos de la modalidad “a fijar” (se entrega la mercadería ahora y se le pone precio después) la intención es retener la soja lo más posible. Quizás se equivoquen como ocurrió el año pasado cuando las cotizaciones de la soja bajaron más del 30%, pero los productores continuarán con esta idea de retener la mayor cantidad de tiempo posible su producción.

Los hombres de campo están considerando que el 10 de diciembre habrá un cambio de gobierno, y esperan que con dicho cambio se modifiquen algunas medidas económicas que perjudican al sector agropecuario. Además, muchos se ilusionan con la posibilidad de que el tipo de cambio se acomode a la realidad internacional, se modifiquen y/o disminuyan las retenciones a las exportaciones, y se libere el comercio granario. De esta forma obtendrían por su soja valores más altos que los actuales. También existen chances de que los precios internacionales tengan algún tipo de recomposición  frente a lo que ocurra de ahora en más con el clima en los EEUU y su influencia en las tareas de siembra y evolución de los cultivos del gigante norteamericano.

Esta decisión de no vender la soja por parte de los productores origina mucho malestar en las filas de las autoridades del Ministerio de Economía, que ven cómo se diluye el posible ingreso de dólares, ya sea por las ventas al extranjero como por las retenciones a las exportaciones. Nuevamente será importante el accionar de los exportadores, que podrían continuar liquidando dólares a cuenta de futuras ventas. Situación que incomoda a las firmas exportadoras pero que viene siendo un tipo de operación bastante habitual en los últimos meses. Esto ocurre por pedido del gobierno nacional.

Consideremos que la posible cosecha de 60 millones de toneladas en definitiva es una excelente noticia. Porque este aumento del volumen de la zafra de soja genera mejoras económicas en las filas de los productores, en las economías de los pueblos y ciudades del interior del país, a la Argentina toda por el mayor ingreso de divisas y a también al gobierno por el aumento del ingreso de dólares a las arcas del fisco por las retenciones a las exportaciones.