“Mientras el Gobierno Nacional sueña y se entusiasma con el posible ingreso de dólares originados en el agro, la realidad presagia otras circunstancias”, asegura el analista agropecuario, Alejandro Ramírez en su informe semanal.
Asimismo, Ramírez destaca que “todavía hay funcionarios quizás inexpertos, que vaticinan un fuerte ingreso de divisas originadas por el campo argentino a partir del corriente mes” al tiempo que señaló que “esto sería muy difícil que ocurriera ya que en marzo lo único en proceso de recolección o cosechado es el girasol y algunos lotes tempranos de maíz. Para que ingrese la “vedette del campo” –la soja- debemos esperar hasta la segunda quincena de abril”.
“El verdadero componente que influirá en el ingreso o no de los dólares es la decisión del productor nacional. Y este año ocurrirá lo que pasó en el 2014. Los hombres de campo están convencidos que retendrán la mayor cantidad posible de sus cosechas, vendiendo tan solo lo mínimo e indispensable para hacer frente a pagos de gastos que no puedan ser repactados o refinanciados. Bien sabemos que el año pasado este accionar fue un error, porque los chacareros perdieron dinero, en principio por el diferencial de precios porque los valores de los comodities a partir de junio bajaron fuerte hasta llegar a los guarismos de hoy en día. Además, en nuestro país la cotización del dólar oficial sufrió una devaluación menor a la inflación, generando que los precios se mantengan chatos y sin recuperación. Este es otro motivo que impactó en la economía de los productores que no vendieron sus granos en el momento de la cosecha. Y por último e importante como factor a tener en cuenta, que los costos y gastos de los hombres de campo tuvieron subas importantísimas en pesos y en dólares, trayendo serios inconvenientes a los balances económicos de las empresas agropecuarias”, dijo el analista.
Pero a pesar de todo lo detallado, el productor este año repetirá su postura de no vender la cosecha hasta que intuya y se convenza de que sea el momento propicio. Esperarán que los precios internacionales mejoren, que se dinamice el ritmo devaluatorio de nuestra moneda, y principalmente esperan el cambio de gobierno que ocurrirá en diciembre, abriéndose un nuevo panorama de relación estado-campo/campo-estado. Al ocurrir esto se espera que existan posibilidades de disminución de las retenciones a las exportaciones, que se liberen los mercados y por ende se transparenten, que se abran las exportaciones de los productos agropecuarios.
Y todo esto lo sabe el gobierno nacional. Por eso esta última arremetida contra las empresas fabricantes y comercializadoras de los silos bolsas, intentando a través de un minucioso control de sus ventas tratar de que exista algún tipo de temor en las filas de los chacareros, y por ende que vendan el grano ya almacenado desde el año pasado y el que vaya a ser cosechado este año.
Por eso también la ocurrencia de los hechos vandálicos de roturas de silos bolsas a productores reconocidos públicamente o a productores dirigentes del campo. De esta forma se intenta generar zozobra y temor en los empresarios rurales, que quizás puedan llegar a considerar que antes de que le rompan las bolsas, mejor sería vender esos granos almacenados.
Se entiende la necesidad de dólares que tiene el gobierno, sabiendo que el único sector que puede generarlo es el campo, con más de 24.000 millones de dólares por ingreso de divisas y más de 8.000 millones de dólares de ingreso a las arcas fiscales en concepto de retenciones a las exportaciones.
Lo que es verdaderamente inentendible es que exista un interesante saldo exportable de trigo e importantísimo saldo exportable de maíz, y que el gobierno siga sin autorizar las ventas al exterior. Por aquí comenzaría a solucionarse la falta de dólares en esta época del año. Pero las exportaciones continúan cerradas. Parece una locura, ¿no?