Es notable la cantidad de comida elaborada y de buena calidad que normalmente se desperdicia, ya sea en las fiestas, los cumpleaños, los casamientos o los grandes eventos sociales y empresariales. Se calcula que en cada una de esas reuniones se produce, en promedio, un kilo de comida por invitado, con un sobrante de alrededor del 5 por ciento. Por ejemplo, en una celebración con 250 asistentes, se tirarán 12,5 kilos de comida.
Hay cifras que están para corroborar este hecho: según cálculos no oficiales, en Buenos Aires se desperdician unas 670 toneladas por día de comida elaborada. A nivel mundial, la cifra llega hasta 1.300.000 toneladas.
Son muchos los caminos para que esa comida que está en perfectas condiciones de ser consumida pueda ser donada. Lamentablemente, la ley Donal, llamada "del buen samaritano", sancionada en diciembre de 2004, protegía a los donantes en su artículo 9, pero éste fue vetado poco tiempo después caprichosamente, por lo cual el tema entró en un limbo legal. Por ese motivo, muchas empresas dejaron de donar para evitar problemas o eventuales juicios.
De todos modos, la iniciativa personal y la solidaridad pueden mucho en nuestro país si confluyen. En mayo de este año, en el concurso #VosLo Hacés, que organizó el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, se presentó el proyecto Plato Lleno, cuyos jóvenes creadores son Alexis Vidal y Paula Martino (esta última, en la foto, sosteniendo el cartel), ambos organizadores de eventos. Con su proyecto, que rescata la comida excedente en fiestas para cedérsela a personas en situación de vulnerabilidad, ganaron el primer puesto en la categoría Inclusión y recibieron 60.000 pesos de capital "semilla". Con ese dinero, Vidal y Martino esperan poder adquirir un camión frigorífico, que les permita hacer trayectos más largos, y crear la Fundación Plato Lleno, para poder recibir ayuda económica.
Hoy, desde las 180 docenas de brownies y medialunas que les entregaron en la primera donación hasta los 500 kilos de alimentos que pueden llegar a recibir de una reunión en la que participan 9000 personas, su actividad ha ido creciendo.
Lo mismo ocurrió con los seguidores en Facebook y en Twitter (en la página Proyecto Plato Lleno y por @PlatoLleno, respectivamente), que comparten con ellos los mismos ideales de solidaridad y que muchas veces se transforman también en voluntarios, muy necesarios porque se precisan al menos cuatro personas para los traslados de las donaciones.
El lema es "La comida no se tira" -se puede donar cualquier tipo de comida elaborada, salada o dulce-, y las porciones llegan acondicionadas en bandejas de plástico para el almuerzo, la merienda o la cena en hogares de niños en tránsito, refugios de víctimas de la trata, comedores escolares y barriales, y escuelas. A ellos llegan mediante las sugerencias del Banco de Alimentos o por referencias de otras personas. El movimiento ya entregó 5000 platos llenos de, al menos, 500 gramos-; es decir, alrededor de 2500 kilos de alimentos que habrían terminado en la basura si no hubiera existido el nexo entre los voluntarios y los donantes.
Esta iniciativa, que ya ha comenzado a replicarse en otros lugares, como Perú, no sólo debe ser reconocida en su enorme valor por la sociedad, sino también apoyada ampliamente y de todas las formas posibles. De su propio bolsillo, los creadores de Plato Lleno no sólo "salvan" comida; rescatan valores que creíamos olvidados, pero que sólo necesitan iniciativas como ésta para resurgir en nuestra sociedad y dar el ejemplo.