En los últimos sesenta días el valor del dólar oficial subió apenas el 1%. La intención del gobierno es, por un lado evitar devaluación alguna; y sería, por otro lado, deslizar el precio del dólar a un ritmo anual inferior al 10%. Un buen ejercicio para realizar es el impacto de esta posible decisión gubernamental sobre el balance de nuestro Banco Central.

Hoy, el BCRA tiene un Patrimonio “contable” de aproximadamente 115.000 millones de pesos, que incluyen casi 85.000 millones de utilidades del presente año. En 2015, seguramente se aprobará desde el Directorio del ente rector monetario la total distribución de la ganancia de 2014, por lo que quedará un Patrimonio Neto de sólo 30.000 millones de pesos. Ahora bien, del lado de los activos (incluidas las Letras Intransferibles, de dudosa calidad) éstos están dolarizados y alcanzan un importe neto en torno de los 560.000 millones de pesos. Un ajuste cambiario inferior al 10% anual aportará resultados positivos por algo más de 40.000 millones de pesos. En tanto que del lado de los pasivos remunerados (lebacs y pases) estos devengan rendimientos no menores que el 25% anual por casi 300.000 millones de pesos, lo que arroja intereses pagados por más de 70.000 millones de pesos. Resultado final: un Banco Central “quebrado”, con pérdida “contable” anual de más de $30.000 millones y sin Patrimonio alguno. Terrible reversión del resultado del BCRA por más de 100.000 millones de pesos, en tan solo un año.

Aunque éste no es el mal mayor, ya que difícilmente la inflación baje del 30% anual en el transcurso del próximo año. Cuando observamos la emisión monetaria acumulada en los últimos doce meses y destinada a financiar al sector público, ésta no baja del 40% de la base monetaria existente un año atrás. Además, los pasivos monetarios (la base monetaria, las lebacs y los pases pasivos) crecen a un ritmo del 40% anual. Por último, el deterioro de la demanda de dinero aportó más de 10% de inflación este año y los agregados monetarios crecen, por lo menos, al 20% anual. No hay razón objetiva para esperar variaciones monetarias inferiores durante el próximo año, y por eso es prácticamente imposible esperar una inflación por debajo del 30% anual. Luego, con una suba nominal en torno al 10% anual en el dólar oficial y una inflación no menor que el 30% en 2015, la profundización del atraso cambiario dejaría en situación sumamente delicada a la economía argentina.

 

Con cepo “largo” el presente se complica

Cuando no existía cepo cambiario y la autoridad monetaria cuidaba las reservas internacionales, el tipo de cambio del mercado único y libre de cambios era casi idéntico al cociente entre los pasivos monetarios y las reservas internacionales. En el año 2009, los pasivos monetarios alcanzaban los 200.000 millones de pesos, las reservas líquidas se aproximaban a los 50.000 millones de dólares y el valor del dólar “único” (oficial y libre) era de $3,80. En la actualidad, mientras el dólar oficial es de aproximadamente 8 pesos y medio, los pasivos monetarios se más que triplicaron y las reservas internacionales cayeron más del 40%, en dólares. La paridad teórica, resultante de la relación pasivos monetarios/reservas internacionales, supera los 20$, lo que confirma el atraso cambiario y fortalece la existencia del cepo.

Si proyectamos los siguientes 12 meses, suponiendo una devaluación oficial del 10%, pasivos monetarios creciendo algo más del 30% y reservas internacionales constantes, luego se ampliaría aún más la brecha entre el tipo de cambio oficial (un dólar entre $9.,0 y $10) y la paridad teórica que estaría superando los 30. Con semejante herencia, más allá de las buenas intenciones del próximo gobierno, la eliminación inmediata del cepo cambiario resultaría prácticamente imposible, operando en el mercado cambiario el gradualismo que ya es un hecho para el impostergable descenso del déficit fiscal y de la inflación.

De este análisis surge una interesante contradicción. Hasta hoy la calma cambiaria se explica por el corto tiempo de mandato que le resta al actual gobierno, unido al supuesto de que la próxima administración unificaría rápida y fácilmente el mercado de cambios.

Pero si el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner profundiza y acelera el atraso cambiario actual, inexorablemente alarga la vida del “cepo”, por más que el próximo presidente quiera lo contrario. Por lo tanto, ya no sería corto el período de espera hasta que se logre la normalización del mercado de cambios. Y con cepo “largo”, el presente se complica. Si el Gobierno que se va pretende dejarle todo el ajuste al que vendrá, corre el riesgo de que parte de ese ajuste se lo imponga la realidad. La excesiva obsesión de CFK por evitar ajuste alguno, le puede volver como un boomerang, en forma de crisis. Para concluir, a la “gravedad” económica, como a la Ley de Newton, se la debe respetar y evitar, en lugar de ignorarla o desafiarla.

Carlos A. Pérez Ex Director Del Bcra