El estado de Iowa es el corazón del cinturón maicero estadounidense y en sus suelos negros abundantemente regados por la lluvia se produce una gran parte del maíz del mundo. Con 26 millones de hectáreas destinadas a la agricultura, el estado lidera la producción norteamericana de maíz, soja, huevos y carne de cerdo, y si Iowa fuese un país, sería el tercer productor mundial de maíz y el cuarto de soja.
En el contexto de una cosecha récord, Clarín Rural viajó hasta estas tierras para visitar el campo de Daniel y Brent Friest, conocer a los famosos “farmers” y ver hacia dónde apunta la agricultura más avanzada del mundo.
Los Friest, padre e hijo, trabajan 320 hectáreas de maíz y 200 de soja en la localidad de Garden City, donde la rotación típica es de tres años de maíz y uno de soja. “El campo esta dividido en cinco ambientes”, detalla Daniel, el padre, mientras muestra un mapa satelital con una tablet en la que está cargada toda la información de cada lote.
Allí se ve cómo varía la receta agronómica para cada zona, o incluso para cada franja. Según explica el productor, la siembra de maíz comienza a mediados de abril y la de soja a principios de mayo, y la densidad de siembra promedio es de 87.500 semillas por hectárea en maíz y 110.000 en soja. La distancia entre hileras alterna entre 40 y 76 centímetros. “En soja, con distancia de 76 centímetros obtenemos menos kilos por hectárea, mientras que con 40 centímetros de distancia logramos los mejores rindes”, dice Friest. La producción anual de maíz, por su parte, en ocasiones de ha acercado a las 20 toneladas por hectárea.
Más allá de algunas variaciones en los planteos y los rendimientos, las tecnologías utilizadas por los farmers norteamericanos no están muy lejos de las que utilizan los productores de vanguardia en la Argentina, pero aquí parecen hacer un mejor aprovechamiento de los datos generados por la agricultura de precisión.
Una de las máquinas más modernas con las que cuentan los Friest es la sembradora “multiplanting”, que permite sembrar diferentes materiales según el ambiente. Utilizando diferentes tipos de semillas los productores logran esquivar algunos problemas agronómicos. En maíz, por ejemplo, utilizan muchos híbridos, tanto Bt como convencionales, y no tienen la necesidad de aplicar insecticidas, porque la soja sí es pulverizada con insecticidas y beneficia al maíz posterior.
Además, las malezas resistentes, que son un serio problema en EE.UU., aun no afectan tan gravemente a los Friest porque hasta el año pasado solo hacían soja no transgénica, con la que obtienen rindes algo menores a 3.000 kg/ha y no aplicaban tanto glifosato.
Lo que si preocupa mucho a los productores de estas latitudes es la erosión. Los nutrientes del suelo son el principal capital de la región, pero con un régimen promedio de precipitaciones de unos 780 milímetros por año, muchos minerales se escurren y dejan de aportar fertilidad al suelo para terminar contaminando el golfo de México, donde desemboca el río Mississippi.
Por eso, los farmers comenzaron a cuantificar la pérdida de nitrógeno y fósforo y se plantearon el objetivo de reducirla en un 45%. Para ello no basta con reponer fertilizantes, sino que hay que mejorar su eficiencia de consumo.
“El uso global de fertilizantes creció 500 % en los últimos 40 años (800% el nitrógeno y 300% el fósforo). Mientras tanto, en Iowa el uso de nitrógeno bajó en los últimos años pero los rindes crecieron. Eso indica que mejoró la eficiencia de uso”, afirma Dean Lemke, productor agropecuario y directivo de la Asociación de Agronegocios de Iowa, presente en la visita de Clarín Rural al campo de los Friest. “A su vez -destaca-, en comparación con 1980, la erosión anual disminuyó en 1.400 millones de kilos”.
Brent Friest detalla que en su campo aplican unos 113 kilos por hectárea de nitrógeno en soja y hasta 170 en maíz, y que hicieron ensayos por ambientes y determinaron que una aplicacion de veinte kilos extra de nitrógeno no genera un salto en el rinde que justifique la inversión. “Cuantos más ensayos hacemos, más preguntas tenemos”, dice Brent, mientras muestra los detalles de una aplicadora de última generación que se adapta para la aplicación de herbicidas, insecticidas, fungicidas y fertilizantes líquidos, incluso cuando los cultivos ya están desarrollados. “Tiene un ancho de labor de hasta 100 pies y está equipada con un detector de materia verde que analiza las plantas y determina la dosis necesaria de fertilizante para realizar una aplicación más precisa”, detalla.
Para reducir la pérdida de nutrientes, según Lemke, las principales cartas con las que cuentan los productores son la siembra directa, el diseño de terrazas, la siembra de cultivos de cobertura y el manejo integral de nutrientes. “Pero no hay una sola práctica que nos vaya a dar la respuesta, no existe la bala de plata”, advierte Lemke.
La adopción de siembra directa en Iowa ronda el 30 por ciento, y en ningún caso es continua. La soja se hace con labranza cero, pero para el maíz los productores siguen usando la rastra de discos porque de esa manera el suelo logra una temperatura más adecuada que luego se traduce en mejores rindes. Una de las complicaciones de la producción de Iowa es que en noviembre comienza a nevar y el suelo queda cubierto por nieve durante varios meses. Aun así, la incorporación de cultivos de cobertura es una de las prácticas que tuvo mayor adopción y en la que actualmente hay más innovación.
“Empecé a hacer centeno como cultivo de cobertura hace cuatro años para evitar la erosión, y ahora encuentro otros beneficios, como una mejor estructura de suelos y retención de nutrientes. Además, tuve los mejores porotos de soja de mi vida”, dice Gordon Wassenaar, productor de Prairie City, en el centro del Estado, también presente en la visita.
Este año, los Friest también están comenzando a probar con el rábano como cultivo de cobertura, y esperan que crezca lo máximo posible antes de la llegada de la nieve.
De esta manera, con algunas variaciones en el clima y en el manejo, la tendencia es la misma para los productores estadounidenses y argentinos: el uso de la información para lograr mayor precisión productiva y menor impacto ambiental. Ese es el camino.