A principios del siglo XX se comenzó con el mejoramiento genético en el país, actividad que se mantiene incorporando constantemente variedades que superan el potencial productivo y adaptadas a cada región. También desde la investigación se han desarrollado modelos de producción con eficacias reconocidas, al punto de que productores argentinos desarrollaron tecnología exitosa en Paraguay, Uruguay y Brasil. Son muchos años invirtiendo para generar desarrollo en el país.
La superficie sembrada con trigo se redujo desde la campaña 2001/02 en 2,5 millones de hectáreas como consecuencia de su menor rentabilidad relativa con respecto a otras producciones agropecuarias.
La producción de trigo fue récord en 1982/83, con 7,4 millones de hectáreas sembradas, y con 16,4 millones de toneladas producidas en 2007/08, en tanto que en el período 2013/14 se redujo a 3,65 millones de hectáreas sembradas, con 9,5 millones de toneladas producidas. Aunque este año se prevé una recuperación, estamos lejos del potencial productivo que alguna vez tuvimos.
El mantenimiento y la expansión de la producción local de trigo son esenciales para el mejoramiento de las condiciones de vida de la población, al destinarse en la actualidad cerca del 75 por ciento de la producción al abastecimiento del mercado interno.
El 20 de junio pasado, el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Carlos Casamiquela, presentó la nueva etapa del Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial, Participativo y Federal (PEA2) 2020, De las Metas a las Políticas.
Para lograr esas metas no necesitamos mucho, sólo que dejen hacer lo que el sector sabe. La tecnología utilizada en la producción, desde semillas, maquinarias hasta fitosanitarios, siempre estuvo entre las más eficaces del mundo. En todos los procesos hay técnicos capacitados que implementan de manera eficiente y sustentable los recursos a utilizar. Y eso ocurre aún hoy, a pesar de tener debatidos y consensuados proyectos de ley que podrían facilitar y mejorar la utilización de ellos. Algunos para mencionar son el proyecto de ley de semillas, debatido y consensuado con las cadenas de producción, proyectos de mejor utilización de fertilizantes que lograrían aumentar la producción y mejorar la calidad de los suelos, proyectos de utilización de productos fitosanitarios y disposición de envases, haciendo que el sistema sea más sustentable.
Sin dudas, es requisito fundamental que todos los proyectos que se debatan para aprobación incluyan la participación de las cadenas, de las cuales depende casi el 85 por ciento de la producción esperable en el PEA2020 y tienen consenso sobre la política agroindustrial que el sector necesita. Al día de hoy, parece imposible de alcanzar por las trabas cotidianas:
- La arbitrariedad de los permisos de exportación ROE y la excesiva presión impositiva.
- Las alícuotas de aranceles de exportación vigentes tornan inviable el desarrollo de la actividad en áreas alejadas a los puertos.
- Las devoluciones de saldos de IVA son un atraso pendiente y afectan a todos los miembros de las cadenas y constituyen un limitante de capital de trabajo.
Podemos convertir al país en un jugador de primera categoría como proveedor mundial de alimentos de una manera sustentable que contemple tanto lo social y ambiental como lo económico..
Matías Ferreccio - El autor es presidente de Argentrigo.