En uno de sus típicos discursos en que puede hilar las palabras pero no las ideas, CF acaba de afirmar que tiene miedo (¿?) de que los que dicen que hay una crisis económica, quieran instalar esa idea para luego hacer el ajuste y destruir todos los “logros de la década ganada”. En otras palabras, si como dice CF no hay tal crisis, pero la gente compra el argumento de los economistas, los opositores y medios no afines al gobierno sobre la existencia de una supuesta crisis, quiere decir que para ella la gente es estúpida, porque le va bien pero empieza creer que le va mal solo porque los medios dicen que le va mal descreyendo de su palabra y la de sus funcionarios.
En realidad CF ya está aplicando un feroz ajuste en la economía. El ajuste lo aplica sobre el sector privado que soporta una carga tributaria asfixiante, tiene su actividad económica paralizada y comienza a despedir personal. Tal es el grado de destrucción del aparato productivo que Argentina, famosa en el mundo por su carne y el trigo, tiene paralizados los frigoríficos y la producción de trigo no es negocio. Hasta la soja empieza a perder atractivo en las regiones más alejadas del puerto y con menores rindes. El kirchnerismo ha logrado tal grado de destrucción económica que si la actividad ganadera y triguera no es negocio, es como decir que en Suiza ya no es negocio la actividad bancaria o que la industria americana del cine está quebrada. Han llegado a niveles de destrucción insospechados.
¿Por qué esta masiva destrucción económica? Porque en su populismo para obtener poder político, necesitaron que el sector productivo de la economía mantuviera a una cantidad creciente de improductivos. Los improductivos pasaron a ser “beneficiarios” de los llamados planes sociales y puestos públicos a nivel nacional, provincial y municipal, con lo cual en su carrera por acumular poder, que requería de populismo creciente, destruyeron a los que les financiaban el populismo. Ni siquiera tuvieron la inteligencia de dosificar la explotación de los sectores productivos para financiar a los improductivos de manera de sostener más su modelo de acumulación de poder.
Cuando CF dice que quiere instalarse la idea que hay una crisis para luego justificar el ajuste, en realidad parece estar abriendo el paraguas por si le toca a ella hacer el ajuste del sector público, en cierta forma lo está haciendo generando la caída de los ingresos reales de jubilados y empleados estatales, tratar de desligarse de lo que ocurra cuando deje el poder en 2015.
Si le tocara a ella, argumentaría que la culpa es de una inexistente crisis económica mundial, de los fondos buitres, de Griesa, de Obama y de toda la galaxia si es necesario seguir buscando culpables. Pero tal vez no se anime a hacer el ajuste del sector público y le deje el problema al gobierno que viene. Al menos esa parece ser la estrategia siempre y cuando la realidad económica lo permita.
Todo el juego del gobierno se limita a sostener el populismo para irse con algún porcentaje razonable de apoyo de los sectores que viven a costa del resto. Lograr sembrar la mayor cantidad de bombas posibles para que el estallido económico sea gigante para el próximo gobierno y, desde afuera, con el dedito acusador, afirmar: con nosotros estas cosas no pasaban, para ser recordada como la benefactora de todos.
Aquellos analistas políticos y periodistas que, en el apogeo del kirchnerismo, hablaban de nuevo paradigma económico y que lo que molestaba de Néstor Kirchner era el estilo, parece que empezaron a darse cuenta que no había tal nuevo paradigma económico porque estábamos frente a una burda política populista que tuvo la suerte de la santa soja y que tampoco era un problema de estilo la forma de hablar, sino una forma de gobernar. Agredir, buscar enemigos permanentemente, acusar, perseguir y denostar al que piensa diferente no era un problema de “estilo” como decían algunos periodistas, era un problema de estrategia política que llevaba a la persecución, incluso se llegó al punto de perseguir a aquellos que hablaban de “estilo”.
Tal vez no se hubiese impedido el destrozo que pretendían hacer, pero si empresarios que hacían “buenos negocios”, periodistas que hablaban de “estilo”, analista políticos que se preguntaban si no estábamos frente a un nuevo paradigma económico, si todos ellos hubiesen reaccionado a tiempo, tal vez no hubiésemos llegado tan lejos en la destrucción del país.
El mal ya está hecho, solo queda pensar hacia el futuro y tratar de minimizar los daños que pueden hacer de aquí hasta el fin de su mandato, cualquiera sea la fecha.
Mi impresión es que la destrucción es tan grande que el próximo gobierno podrá sentirse satisfecho si logra dos objetivos básicos. Por un lado empezar a poner la economía en movimiento y por otro lado, en forma simultánea, impulsar con toda firmeza un Núremberg de la corrupción y el abuso de poder de los funcionarios públicos. ¿Por qué es fundamental este último punto? Porque hace a la calidad institucional del país. Tiene que quedar sentado que ya no se puede pasar por la función pública, hacer cualquier estropicio, abusar del poder y llenarse los bolsillos con corrupción sin que pase nada. Si no se sanciona severamente todo esto el país no puede tener futuro porque la señal será que las reglas que imperan en la Argentina son las de la impunidad, con lo cual, las inversiones que pueden llegar a venir son las ligadas a la corrupción que se respalden en la impunidad. Y la impunidad implica falta de reglas de juego claras y transparentes. Para reconstruir la Argentina hace falta terminar con la impunidad.
Y, en segundo lugar, poner la economía en funcionamiento, implica eliminar todas las regulaciones que hoy asfixian la capacidad de innovación y de producción, poner orden fiscal para poder tener disciplina monetaria y así bajar la inflación.
Solamente logrando estos dos objetivos se habrá avanzado mucho, porque al terminar con la impunidad ya no vendrá otro político a hacer cualquier disparate para llevar adelante su aventura populista. Que destrozar un país tenga un costo para el que lo haga, es un paso institucional fundamental. Si a esto le agregamos un cierto orden económico, podemos empezar a pensar en reformas económicas más profundas, como pueden ser la reforma del sistema tributario, la legislación laboral y tantos otros temas aún pendientes.
Pero insisto, todo este relato oficial y mentira descarada para tapar no solo el destrozo económico sino también la corrupción no puede pasar a la historia como un problema de “estilo”. La reconstrucción de la Argentina pasa, inevitablemente, por sancionar estos comportamientos. Esto es lo que estoy esperando escuchar de la oposición y en un futuro cercano verlo hecho realidad.
Fuente: Economía para Todos