Por uno de ellos la Argentina recibe yuanes y China, pesos argentinos, con el compromiso de recompra (swap) dentro de tres años, abonando cierta tasa de interés; por los otros se financia la compra en China de elementos necesarios para las obras hidroeléctricas de Santa Cruz, y de material rodante para el ferrocarril Belgrano Cargas. ¿Qué buscan los chinos con esto?; ¿qué buscamos nosotros?
Al respecto entrevisté al ruso Abba Ptachya Lerner (1903-1982), quien en 1932 ganó una beca destinada a estudiantes de familias de clase obrera, para estudiar en la Escuela de Economía de Londres. Eligió economía en vez de psicología tirando una moneda al aire. Lo entrevisté porque en la década de 1930 mostró las condiciones requeridas para que los precios de los factores se igualen internacionalmente, cuando sólo se comercian bienes, aporte que la profesión le adjudica a Paul Anthony Samuelson; planteó la equivalencia entre gravar las importaciones o las exportaciones, desde el punto de vista de la modificación de los términos del intercambio, y derivó, independientemente de Alfred Marshall, la condición que se requiere para que una devaluación mejore la balanza comercial.
-Los acuerdos entre la Argentina y China no se firmaron a punta de pistola. ¿Cuál es el beneficio para China, cuál el nuestro?
-Comencemos con la perspectiva china. Ellos quieren exportar sus productos: siempre, pero particularmente ahora, que el estancamiento europeo les está afectando sus exportaciones. Como el Estado argentino tiene fuerte escasez de divisas, y el Banco Central de China, gran cantidad de reservas, ofrecen financiar las compras. Para los funcionarios del Banco Central de la República Argentina, aquí y ahora, esto es música celestial.
-¿Cuál es el beneficiopara nosotros?
-En una serie de trabajos que publicó en la década de 1960 y primera mitad de la de 1970, Marcelo Diamand reformuló la macroeconomía de corto plazo, no solamente agregando el sector externo a los modelos de economía cerrada, sino replanteando la política económica cuando la escasez de divisas resulta ser la principal restricción para el nivel de la actividad económica y el empleo, y las soluciones convencionales tienen implicancias distributivas que las convierten en poco viables desde el punto de vista social y político.
-Buena descripción de la estructura productiva desequilibrada.
-De las muchas implicancias de su análisis, hay una que viene a cuento. Diamand explicaba que el interés "ortodoxo" por las inversiones extranjeras tenía menos que ver con el aporte tecnológico -nadie hablaba, en aquel momento, de insertar en el mundo la producción manufacturera realizada en el país, por parte de empresas extranjeras-, y mucho más que ver con el aporte de divisas frescas que generaba el acto de inversión.
-Explíquese.
-El extranjero que se quiere instalar en la Argentina puede traer maquinaria del exterior, pero tendrá que comprar un terreno, contratar personal, utilizar hoteles, etcétera en el país, para lo cual tendrá que cambiar divisas por moneda local. A través de esta vía, el Banco Central podrá financiar otras importaciones.
-¿Qué tiene que ver con el caso actual?
-Mucho. El mundo de hoy difiere del de Diamand, porque ahora hay mucho capital financiero en los mercados internacionales y también en manos de los argentinos. La escasez de divisas la padece el Banco Central. Pero dado esto, el "cariño" con el cual la Argentina mira a los acuerdos celebrados con China se explica por la similitud con lo que ocurría hace medio siglo. "Con tal que me permitas conseguir algunas divisas frescas, contra pesos argentinos, no me importa que aumentes las ventas de productos chinos en la Argentina", dicen implícitamente nuestras autoridades. En estas condiciones, no sorprende el entusiasmo oficial con China, la indiferencia de la población y el enojo de los productores argentinos de bienes que compiten con los que elabora China.
-Don Abba, muchas gracias.