Allí se abren tres escenarios posibles. La Presidenta evalúa ser candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires para arrastrar votos que le permitan sumar bancas propias; negociar un cargo internacional en Unasur o la ONU, o regresar a Santa Cruz y hacer política desde el llano y dedicar más horas a su familia.
Según coinciden todas las fuentes consultadas por LA NACION, la mandataria intentará fortalecer a La Cámpora y a su estructura de "miles de empleados públicos" del Estado para darles a los jóvenes un protagonismo en las elecciones presidenciales de 2019.
Quiere que "los pibes" integren un gobierno de coalición peronista desde 2015 con cualquier presidente del PJ, Daniel Scioli o Florencio Randazzo. O que sean la principal referencia opositora como Frente para la Victoria (FPV) si el futuro gobierno es de Sergio Massa, Mauricio Macri o de UNEN.
En cualquier caso, Cristina pretende que La Cámpora alumbre un candidato presidencial para el turno siguiente: 2019. "Sus herederos son los pibes", dicen en Balcarce 50. La Presidenta aún evalúa su futuro: teme un deterioro económico y una derrota en las urnas si es candidata, y sus médicos le aconsejan no afrontar nuevas campañas.
El debate se desató luego de que su hijo Máximo Kirchner desafió a la oposición hace ocho días: "Si quieren acabar con el kirchenrismo, por qué no compiten con Cristina, le ganan y sanseacabó". Quizás en un lapsus, pronosticó a renglón seguido: "Y nosotros volvemos a la calle a reconstruir la fuerza política para volver a gobernar la Argentina en los próximos años".
Para trabajar por ese regreso, Cristina podría presentarse como candidata a diputada. El distrito más conveniente es la provincia de Buenos Aires: le permitiría arrastrar entre 13 y 15 diputados a la Cámara baja, la mayoría incondicionales de ella. Supone que tendría un piso de 30% de votos que no garantiza otro postulante. De paso, obtendría protagonismo electoral y se lo restaría al futuro candidato presidencial del FPV.
Adosaría su boleta a la del candidato presidencial del FPV, ya sea Scioli o Randazzo. ¿A quién impulsaría? Sólo en diciembre o marzo definirá si respalda a alguno o no. Hoy sus señales son ambiguas.
Una banca le garantizaría un espacio institucional para hacer política y liderar una corriente de peso en un eventual gobierno de Scioli o de Randazzo, los que deberían apoyarse en el peronismo clásico y en el kirchnerismo, que retendría un bloque de 60 o 70 diputados, muchos camporistas. En esa coalición peronista Cristina negociaría todo: políticas, cargos y un vicepresidente de La Cámpora.
En caso de triunfar Massa, Macri o UNEN en 2015, el bloque de diputados ultracristinistas, y una banca propia, cobrarían más valor aún: sería así la jefa de la oposición frente a un gobierno de signo opuesto. Cristina teme que Massa o Scioli, si llegan al poder, le arrebaten esos militantes y soldados. Con Macri no tendría ese problema.
Sobran antecedentes de ex presidentes que terminaron en una banca: Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá. Cristina ata su suerte a la de Máximo. Lo miden como candidato a intendente de Río Gallegos, a gobernador de Santa Cruz, o a diputado nacional. Pero su popularidad es pobre aún.
Randazzo suele decir que Cristina le dará su apoyo en contra de Scioli y le gira recursos para su revolución ferroviaria. Scioli descuenta que ella lo bendecirá por el apoyo de los gobernadores e intendentes del PJ. Randazzo, Scioli y Cristina consideran -y desean- que competirán contra Macri en un ballottage. Massa les divide el voto peronista y podría atraer el voto útil independiente y opositor a los K, en una segunda vuelta.
En caso de desistir de una postulación local, Cristina podría aspirar a la secretaría general de la Unasur, que ocupa el ex presidente colombiano Ernesto Samper hasta mediados de 2016, y que antes lo hizo Néstor Kirchner.
La mandataria explotaría así un perfil internacional desde el cual, por ejemplo, podría alzar banderas contra la especulación financiera y la defensa de las reestructuraciones de deuda. No descartan algún cargo en la ONU con el apoyo del G-77.
La otra alternativa es el llano: un lugar en el cual no está desde hace 23 años y que para cualquier peronista equivale a una traición.