Esta frase que se hizo famosa en boca de uno de los personajes del cómico argentino Pepe Biondi, retrata exactamente lo que sienten los productores trigueros argentinos. Porque en los últimos años el encadenamiento de sucesos ya sea fortuito o casual siempre fueron motivo de aflicción debido a circunstancias contrarias a lo que convendría o se deseaba que ocurriera, asegura el analista agropecuario Alejandro Ramírez, en su informe semanal.
“No pegamos una con el trigo” indicaba con ruda franqueza un productor de la zona de Tres Arroyos en el sudeste de la provincia de Buenos Aires. Y verdaderamente las cosas no vienen funcionando bien para el noble cereal.
En los últimos 5 años se perdió la transparencia de un mercado que durante 100 años lo fue. El comercio de trigo en nuestro país fue ejemplo de los países que comenzaban a comprar y vender este cereal. Hoy, lamentablemente, en las condiciones actuales no existen posibilidades de que los precios y las condiciones se impongan por el libre operar generado por la oferta y la demanda.
Con las imposibilidades de exportar libremente, con controles gubernamentales que imponen burocráticos requisitos para que se autoricen las ventas al exterior, se ha logrado perder mercados en el extranjero. Porque los países compradores adquieren el cereal cuando está la cosecha pronta del país vendedor y no cuando el gobierno de dicho país se le ocurre autorizar las ventas. Esta imposibilidad de exportación permite que los precios en el mercado interno sean fácilmente “manejados” por los compradores, ya sean los exportadores como lo molineros que abusan de esta circunstancia. Por eso vemos cómo en algunas épocas del año, los valores que pagan los industriales molineros son mucho más bajos a los que verdaderamente corresponderían de acuerdo a las cotizaciones internacionales. Esto genera pérdidas a los productores que ven como cobran mucho menos dinero por la tonelada de trigo que lo que cobra por ejemplo un productor uruguayo en las mismas circunstancias. Así se decapitó toda chance de tener un comercio transparente, ya sea en el disponible como en los mercados de futuros.
El trigo tributa el 23% de retenciones a las exportaciones, gravamen que influye frontalmente en la formación del precio que recibe el productor. Los costos para sembrar, mantener y cosechar el cereal se han dolarizado, teniendo subas continuas por las modificaciones en el tipo de cambio y por la severa inflación que azota a nuestro país. Altos costos, bajos ingresos por ventas: negocio difícil de sostener en el tiempo.
Allá por marzo de este año cuando se comenzó a pensar en la siembra del trigo, el panorama generaba un cierto optimismo en la cantidad de hectáreas que se iban a dedicar a este cultivo. Se trabajó bien, se pudo preparar las tierras y se sembró con buena humedad en el perfil del suelo. Pero comenzaron a aparecer los problemas de infraestructura en los caminos y rutas de las zonas productivas.
Mucha lluvia, poco mantenimiento, las máquinas sembradoras, los tractores y sus carritos iban y venían buscando alternativas de caminos para ingresar a los campos. Todo se hizo más difícil y con aumento de costos por el gasoil extra que se debió utilizar para rodear un campo buscando la entrada por culpa de los caminos y/o rutas anegadas.
Y cuando se logró sembrar el trigo, nació y comenzó a crecer, nuevamente la corriente del Niño siguió haciendo de las suyas, con un final de invierno y comienzo de primavera muy “llovedores”.
En la provincia de Buenos Aires, la mitad de los distritos se encuentran en emergencia económica por exceso de agua. Las tormentas son cada vez más virulentas, con viento y fuerte caída de agua y granizo, generando todo tipo de complicaciones a los cultivos.
Y si faltaba algo para completar este cóctel explosivo, los precios internacionales del trigo siguen bajando, sin encontrar por el momento su piso. Parece que el destino se ha ensañado con los productores trigueros argentinos, que quizás este año tendrán una de las peores cosechas de sus vidas. Por el volumen de la zafra, por la calidad comercial, por los precios y por las dificultades en la comercialización.