Las trabas para exportar harina de trigo ponen en vilo al sector de los trabajadores molineros, que reclamaron al gobierno nacional que permita al sector recuperar los niveles de exportación del pasado. Al igual que otros productos del rubro agroindustrial, como los granos de trigo y de maíz y los lácteos, las exportaciones de harina de trigo están cuotificadas y precisan la autorización del Gobierno para ser exportadas, como forma de proteger, según el discurso oficial, la mesa de los argentinos.
Según el secretario General de la Unión Obrera Molinera Argentina, Carlos Barbeito, la caída en las exportaciones de ese producto atentan contra la estabilidad laboral de muchos trabajadores.
De las más de un millón de toneladas que fueron exportadas hace tres años, el volumen de ventas de harina al mercado externo cayó a 200.000 toneladas en el presente, aseguró Barbeito.
Según fuentes allegadas al negocio, hasta hace dos semanas los permisos de exportación cubrían las ventas. Pero ahora existe temor de perder nuevos negocios porque los compradores deben esperar nuevas autorizaciones del gobierno nacional para que sus proveedores puedan entregarles mercadería.
Según la fuente, el Gobierno podría autorizar unas 150.000 toneladas de exportaciones de harina de trigo sin comprometer el abastecimiento interno, teniendo en cuenta que la cosecha de trigo de la última campaña, que rondó las 9 millones de toneladas, excede las casi 6 millones de toneladas que se consumen en el mercado local. El número sigue siendo positivo si se calcula el volumen de trigo enviado al exterior como grano y el llamado carry over o remanente que se deja de uno a otro año.
Adicionalmente, en los próximos meses ingresará la nueva cosecha del cereal,
aunque los rendimientos definitivos están sujetos a la situación climática.
Información publicada por la agencia Reuters indicó que las últimas lluvias
dejaron bajo el agua más de un millón de hectáreas en el centro agrícola del
país, cerca del 30% del área destinada a trigo.
Según Barbeito, la industria molinera, que está compuesta en un 99% por empresas nacionales, en su gran mayoría de tipo familiar, ha sufrido en estos años una caída del 80% en sus exportaciones.
El año pasado, debido a la baja cosecha de trigo, el sector vivió el cierre definitivo de plantas y suspensiones temporarias en algunos molinos. Según Barbeito si no se atiende este problema volverán a producirse nuevas suspensiones y despidos.
Mientras no están habilitadas totalmente las exportaciones, la industria molinera trabaja con una capacidad ociosa del 45%, hecho que pone al sector en alerta, aseguran, por la continuidad de los puestos laborales de unos 10.000 empleados directos y, calculan, hasta unos 30.000 indirectos.