Cuando se lidera en un tema serio, la responsabilidad no se agota en motivar a la propia tropa. Mascherano nos emocionaba cuando galvanizaba al equipo en la arenga previa, pero la emoción se basaba en una razón: después, él y su equipo actuaban con inteligencia, técnica y profesionalismo. No es cuestión de alentar y que te eliminen en la primera ronda. Lo mismo pasa con el tema de los buitres: de nada sirve gritar "el que no salta es un inglés" si en la primera de cambio la impericia absoluta te manda al vestuario.
¿Fue bueno para el interés nacional decir "no les vamos a pagar un peso a los buitres" con el riesgo de que los jueces interpretaran esa frase como una señal de que no pensábamos cumplir con sus sentencias, por lo que perdimos el juicio? Ellos serán buitres, pero los nuestros ¿defendieron bien a la patria?
Ir al Mundial, aceptar al árbitro designado y después decir que la Argentina perdió por el penal no cobrado está bien para un chico, para un bar o para un centro de estudiantes, pero no es suficiente para un país. Néstor Kirchner y su ex ministro eligieron las leyes y los jueces de Nueva York para sus bonos, porque así pagaban menos intereses; decir que como no nos gusta la sentencia no vamos a cumplirla y que vamos a cambiar unilateralmente nuestros contratos con los bonistas es parecido a lo del penal.
Incumplir las obligaciones es como quebrar, y a un quebrado no se le presta dinero. Sin financiamiento, la economía argentina va a generar más recesión, más desempleo y más inflación, y va a financiar todo a costa de los más pobres, que cada vez compran menos con sus pesos porque sus pesos valen cada vez menos. Algunos oficialistas nos dicen "viviremos con lo nuestro". Eso se puede, pero significa jugar en la B y no ir nunca más a un Mundial. ¿Queremos eso para la Argentina y para nuestros hijos?
Algunos dan recetas que parecen mágicas. Nosotros sabemos que no es posible indicar un camino exacto cuando no se cuenta con toda la información. Antes del no pago al 93% de los bonistas que aceptaron el canje (para no decir "default"), nosotros éramos prudentes porque suponíamos que el Gobierno estaba apretando para arreglar y tenía un as guardado en la manga. Ahora vemos que no había ni un cuatro de copas. Pero aun sin toda la información, algunas cosas sabemos y por eso aconsejamos salir cuanto antes del default, en lugar de profundizarlo. Sabemos que en el largo plazo la palabra y la reputación valen; sabemos que se deben cumplir los contratos y las sentencias y que no se los puede modificar unilateralmente; sabemos que, si hacemos lo contrario, se pagan las consecuencias y las pagan los desempleados y los que pierden poder de compra con la inflación.
Pero además sabemos que cambiar las condiciones del contrato con los bonistas y pagar acá y no allá puede significar más juicios perdidos para la Argentina, más deuda, más problemas. Ese riesgo es enorme. Y sabemos que no será gratis desobedecer una sentencia avalada por la Corte Suprema del país que elegimos para que juzgue nuestro caso. Es más: como el juez dijo que cualquiera que colabore con ese incumplimiento será considerado un desacatado sujeto a multas o prisión, difícilmente esa pirueta de pagar en otro lado pueda llevarse a cabo. En estas condiciones, que el Congreso en pleno vote el desacato no parece lo mejor para cuidar el interés nacional o el del pueblo argentino, que siempre termina pagando los errores de sus dirigentes.
No es cierto que haya sólo dos caminos: no pagar a los buitres o no pagar a los acreedores del canje. Hay otros caminos intermedios, como garantizar que la Argentina va a cumplir sus obligaciones y sentencias, aunque las consideremos espantosas, como ésta. Hay que seguir intentando esos caminos y no los del abismo. Primero la patria. El default no es más soberanía sino menos, porque se la damos a los bonistas y a los jueces extranjeros. Dejemos de hacerles el negocio del default a los buitres.
El autor es presidente del Bloque Unión Pro en la Cámara de Diputados