Perdón por la reiteración, pero es obvio que la esperada cosecha de EE.UU, golpea duramente los precios. Muy especialmente, los de los mercados futuros.
No es fortuito que, con una superficie de alrededor de 34 millones de hectáreas, cuando el año anterior fue de poco más de 31 millones, la expectativa de producción sea tan elevada.
Se aguarda un volumen próximo a 104 millones de toneladas, siendo el del año pasado de algo menos de 90 millones. Se trataría de un incremento –entre una campaña y otra- del 15%.
Según el Pro-Farmer Tour de hace unos días, el rinde promedio del cultivo alcanzaría los 30,50 qq/ha
Con un cuadro así para tan importante país, se aguarda un agudo aumento en los stocks finales mundiales y estadounidenses al término de la campaña.
A favor de los precios, habrá quienes puedan decir que la Argentina no tendrá una performance como la de EE.UU. en su nueva campaña. Es cierto ello.
Pero tampoco va a ser mala pues sería lógico aguardar un volumen similar al de la campaña última. Es decir, sin crecimiento pero sin reducción.
Además, su vecino sudamericano, Brasil, podría –éste, sí- incrementar su producción cerca de 3,5 millones de toneladas.
Con tomar el aumento solamente de estos dos países, EE.UU. y Brasil, llegamos a un volumen adicional de casi 32 millones de toneladas. Alarma… ¿no?
Para peor, el comportamiento del dólar contra las demás divisas -como por ejemplo el euro- es negativo para los precios agrícolas. Hace dos meses, la relación entre el euro y el dólar llegaba a 1,36. Ahora se aproxima a 1,30.
Como vemos, el mundo patea en contra de los precios.
Lo que mantiene un cierto nivel-piso es la demanda que, gracias a China fundamentalmente, se sostiene a lo largo del tiempo.
En el mercado de Chicago los futuros se resisten a caer mucho más, merced al volumen de exportaciones de EE.UU. en un esquema donde la harina se muestra en primera fila por la demanda externa tan firme.
Para aquellos que mantienen mercadería como reserva de valor, vale remarcar que, pese a la baja internacional de precios, su decisión no resulta del todo desacertada. Por el contraria, quizás no sea la mejor de todas las posibilidades, pero a la luz de la inflación imperante y la tasa de depreciación del peso, se muestra aceptable. O mejor dicho, muy razonable.
A consecuencia, el nivel de negocios es muy bajo en la plaza doméstica, frente al riesgo de una depreciación acentuada.
Desde que nuestro país cayó en el denominado default selectivo al finalizar julio hasta el día de hoy el dólar subió cerca de un 3%. Esta tasa se acelera a partir del día 19 de agosto, con lo que podría asegurarse que el Banco Central intenta elevar el ritmo de devaluación a fin de no seguir perdiendo competitividad. Lamentablemente, este tipo de estrategia sino va acompañada de una política económica integral incentiva la inflación que, a su vez, exige seguir aumentando el ritmo de devaluación.
El gráfico lo dice todo. Evolución del valor del dólar en los últimos días.
En los últimos meses, la tasa de depreciación permitía un determinado rezago frente a la de inflación pero desde el 19 de agosto el comportamiento cambió radicalmente.
Veamos el gráfico que sigue.
Evolución del valor del dólar en los últimos tres meses.