Luego de varios años de impericia, imprudencia y oportunismo en materia de política económica, el país cuenta, hoy, solamente con sus exportaciones para abastecerse de los dólares necesarios.

Los dólares se requieren para cumplir con los compromisos de deuda y pagar las importaciones, imprescindibles si se quiere mantener un mínimo nivel de vida en la gente y en la actividad económica. De lo contrario, nos esperan días aciagos. Porque nos guste o no, la realidad es que estamos íntimamente ligados al resto de las naciones. Prácticamente, todo lo que consumimos e invertimos lleva algo proveniente del exterior.

El cuello de botella se va angostando día a día. ¿Por qué?

La respuesta es relativamente simple: la confianza en la palabra y capacidad del gobierno se desvanece día a día.

Más aún si se toma en cuenta que Brasil, nuestro gran comprador, camina hacia el estancamiento económico y que los valores de los granos y sus subproductos siguen en suave declive.

Aunque sea para salir del paso, con un cuadro así, sólo quedaría un camino: reducir las importaciones mediante restricciones, pues la posibilidad de obtener dólares, hoy por hoy, es nula a consecuencia del default.

Pero este camino tiene un precio a pagar: la actividad económica caerá abruptamente, por la falta insumos y artículos importados. Muchas industrias pasarían a trabajar a media máquina y el agro tendría inconvenientes para adquirir los insumos imprescindibles, entre tantos otros problemas.

Así las cosas, el Gobierno tiende a incrementar la creación de dinero (pesos) a través del Banco Central. En rigor, desde hace un buen tiempo lo viene haciendo. ¿Para qué? Para aumentar el gasto público para reactivar la actividad. Entonces, la inflación se espiraliza. Algo que ya, parece, estamos sufriendo.

Porque la mayor creación de pesos lleva a mayor inflación lo cual, a su vez, trae aparejado, otra vez, el aumento del gasto público con el objeto, fundamentalmente, de financiar las ayudas sociales y los subsidios que sufren el desgaste de la inflación.

En este entramado, la producción agrícola cumple un papel crucial como atenuante de los problemas acumulados. Pero en esta campaña, no lo podrá hacer como en anteriores ciclos.

Por la impericia oficial, no se tomó oportunamente como escenario posible una baja en los valores de los commodities agrícolas, donde el papel de la soja es extremadamente relevante para la formación del saldo de la balanza comercial.

Por ahora, se está dando este escenario, es decir el de baja en los valores, por mayor producción en EE.UU. Porque las expectativas han cambiado radicalmente desde hace un mes ya que se está dando un año realmente extraordinario.

Según el USDA, la producción norteamericana 2014/15 se incrementará a un nivel récord histórico de casi 104 millones de toneladas. Sería el mayor volumen en toda su historia.

Y si bien es muy cierto que el ritmo de aumento de la demanda sigue su camino ascendente, la realidad es que lo hace por debajo del de la oferta.

A lo largo de los últimos dos ciclos agrícolas, la oferta ha aumentado a un ritmo superior al de la oferta.

El hecho se agrava por la previsión de una super-cosecha en EE.UU. Para colmo, las predicciones, desde hace unos dos meses, son cada vez más optimistas en términos de producción.

El gráfico lo muestra claramente.

Fuente: BCR.

¿Termina acá la lista de inconvenientes que sufre y sufriría la economía argentina?

Lamentablemente, parece que no. Es que la baja internacional de precios agrícolas acentúa el desánimo por producir y por rotar.

En lugar de incrementarse la superficie para cereales, ésta bajará.

Seguramente la reducción de la superficie para maíz de primera en la zona núcleo será del orden del 25%. Y fuera de esta zona la caída sería mayor aún. Es que la inversión en maíz conlleva un alto rendimiento de indiferencia en un medio de elevadas inversiones y limitadas posibilidades de financiación a tasas de interés neutras.

También la soja, recibirá el impacto. Las zonas más o menos marginales y los lotes de baja calidad de suelos serán los primeros en caer a la hora de largarse a invertir en la siembra. A ellos, se unirán los muy alejados de los puertos.