En un escenario de alta competitividad entre las actividades agropecuarias, el desafío de aumentar la productividad y valorizar tierras de aptitud ganadera gana cada vez más importancia. En este contexto, el agropiro juega un rol fundamental por tratarse de una pastura que rehabilita suelos marginales y mejora su capacidad productiva con elevada producción de forraje de calidad para el uso ganadero.
“Es fundamental que los productores aprendan a ser expertos en producción y cosecha de pasto”, expresó Mónica Agnusdei, del grupo pasturas del INTA Balcarce. Y agregó que las pasturas deben “manejarse con los mismos criterios y precisiones que con los cultivos agrícolas”.
En este sentido, la técnica ponderó al agropiro por tratarse de una especie forrajera “con un gran potencial de transformar áreas prácticamente improductivas y rehabilitar su capacidad para uso ganadero y para la conservación de los suelos”.
“Con un buen manejo, la implantación de pasturas de agropiro puede convertir estos suelos complejos –considerados de bajo rendimiento– en áreas ganaderas de alta capacidad productiva”, aseguró la especialista de Balcarce quien detalló que “con módulos intensivos de recría sobre agropiro se alcanzan niveles de 500 kilos de carne por hectárea por año”.
De acuerdo con Agnusdei, a pesar de las posibilidades y ventajas que brindan las pasturas perennes, “estos ambientes siguen siendo subutilizados y la ganadería depende –en gran medida– de verdeos anuales”. Con un uso inteligente, este panorama puede revertirse.
Para el consumo animal, agropiro tiene un buen valor nutritivo con valores de digestibilidad de la materia seca que oscila entre el 60 y 65 por ciento. Una vez instalada, resiste pastoreos intensos y mantiene su calidad durante la época estival. “En ambientes ganaderos, con un adecuado manejo nutricional y del pastoreo, estas pasturas alcanzan producciones superiores a los 10 mil kilos por hectárea, similares a los de una buena festuca”, indicó.
Se trata de una especie con un alto nivel de adaptación que puede desarrollarse en zonas con condiciones ambientales limitantes –secas o con bajas temperaturas– donde la producción animal se ve afectada debido a la disminución en la cantidad y calidad del forraje producido por los pastizales.
Para la especialista, “la adecuada implantación y establecimiento son cruciales para la persistencia de largo plazo de la pastura”. Para ello, recomendó realizar un control previo de la competencia de otras especies, de la calidad de la semilla, del aporte de nutrientes y estar atentos a la estrategia de siembra: momento, profundidad, densidad de semillas y arreglo espacial.
A modo orientativo, los estudios indican que la densidad de siembra más apropiada se ubicaría en el rango de las 300 a 400 semillas/m2. Es decir, que de 25 a 30 kilos por hectárea de semilla de alta calidad serían suficientes para alcanzar logros exitosos en implantaciones de pasturas de agropiro alargado sobre suelos alcalinos no salinos.
“Su elevada tasa de crecimiento en la época primavero-estival –dada por su fenología reproductiva– requiere un aumento en el uso del agua y forma una cubierta perenne que ayuda a reducir la evaporación de la superficie del suelo y la eventual concentración de sales en superficie”, explicó Agnusdei.