En el primer semestre del año, los gastos crecieron en promedio (44,3%) muy por encima de la inflación anual y la recaudación lo hizo por debajo (35%). Con este desborde fiscal, el déficit primario se multiplicó casi por cinco en el primer semestre del año. Y si las cifras oficiales aparecen más presentables, es porque incluyen los aportes del Banco Central y la Anses al Tesoro, que a su vez realimentan la inflación.

Dentro del gasto hay dos rubros que demuestran además que la devaluación aislada de enero, sin otro complemento que la posterior suba de las tasas de interés para frenar la escalada del dólar paralelo, sólo sirvió para deteriorar las cuentas fiscales. Al elevar los costos de importación de gas y combustibles, autopropulsó los subsidios a la energía y el transporte, pese a los fuertes ajustes de tarifas de gas y colectivos. También la combinación de dólar y tasas más altas catapultó los intereses de la deuda pública en moneda local y extranjera (además de elevar el déficit cuasifiscal del BCRA).

Pero eso no es todo. En la primera mitad del año, el gasto en remuneraciones subió más de 40% interanual. O sea, mucho más que los aumentos otorgados en las paritarias del sector público, que, por lo demás, fueron fraccionados. De ahí cabe deducir que hubo más agentes contratados, incrementos de sueldos en cargos políticos o ambas cosas a la vez. La creación de un nuevo ministerio (Cultura) o las designaciones a granel de "coordinadores" en distintas áreas, con sueldos que van de 30.000 a 50.000 pesos mensuales, seguramente contribuyó a incrementar los gastos. La mayor inflación hizo el resto.

Hasta ahora, el récord de aumento del gasto público se había registrado en 2007, año de la elección de Cristina Kirchner, con 47% interanual. Cuando faltan 18 meses para las próximas elecciones presidenciales, la magnitud de la actual suba es muy cercana a ese registro. Con un agravante: en 2007 había superávit primario (los ingresos genuinos superaban a los gastos), pero ahora la situación es inversa. Con una presión tributaria que también es récord, todo aumento del gasto se financia con la "maquinita" del BCRA.

Para lo que resta del año la tendencia es más preocupante. De un plumazo, a fin de julio el gobierno de CFK amplió en casi 200.000 millones de pesos el gasto por un decreto de necesidad y urgencia. Así volvió a demostrar que el presupuesto 2014 -al igual que los anteriores- es como una "pizarra mágica", que puede borrarse y reescribirse a cada momento. También lanzó planes "a dedo" y créditos a tasas subsidiadas con partidas presupuestarias para atenuar la recesión y sus efectos sobre el empleo.

Todo esto agrega más presión al gasto y, por ende, a la inflación futura. Máxime cuando, tras el default "selectivo" de la deuda, el Gobierno fracasó en su intención de colocar deuda en los mercados externos para financiar obra pública y reforzar las reservas del BCRA. De ahí que las estimaciones privadas apunten a una emisión récord del orden de 150/160.000 millones de pesos para cubrir el agujero fiscal.

Con este panorama, y a falta de un plan económico, el Gobierno recurre a la única receta que conoce. Pero extremar la política fiscal (y monetaria) expansiva para tratar de contrarrestar el parate de la actividad económica, en un marco de déficit fiscal, reservas escasas, caída del salario real y del consumo, ya no puede arrojar los resultados del pasado. Mientras hace todo lo posible para ahuyentar la inversión privada, lo único que logra aumentar son la incertidumbre y las presiones inflacionarias y cambiarias.