Carrió es una persona de poder, que suele perforar cualquier frontera previsible. "Pino" Solanas es un enamorado de las palabras empapadas de ideología.
Se trata de una discusión vieja, pero esta vez inoportuna. El país está en default parcial y podría estarlo sin aditamentos en pocas semanas más. La recesión de la economía está expulsando todos los días trabajadores del sistema. Las empresas tambalean. Ese drama lo reflejó ayer con palabras exactas la conducción de la Iglesia Católica. La crisis de la economía, que incluye niveles muy altos de inflación , está conducida por una presidenta aislada y con una inclinación cada vez más ostensible hacia el autoritarismo.
¿Cómo seguirá la historia después de Cristina Kirchner ? ¿El peronismo tendrá vida después de ella? ¿La sociedad argentina se animará a dar un salto por encima del eterno peronismo? Éstas son las preguntas que las alternativas electorales del año próximo tratan de esclarecer con respuestas buenas o malas. El espectáculo de UNEN el lunes tuvo en Carrió a su principal protagonistas, pero no fue ella la que lo desencadenó. No era ése el momento ni el auditorio para que Solanas tomara el micrófono, levantara el dedo y señalara la dirección de la historia. Lo que se discute en ese espacio político es una estrategia electoral complicada, ardua y necesariamente lenta. ¿Para qué la apresuró Solanas? Carrió no olvida, además, que ella lo hizo senador al legendario cineasta argentino. Se consideró tratada con ingratitud. Pudo haberse diferenciado luego con declaraciones periodísticas, pero prefirió el acto teatral que maneja con la habilidad de un artesano.
Sin embargo, el centro de la cuestión no es la pelea entre ellos. Es Mauricio Macri . La situación es rara porque entre los frenteamplistas de UNEN discuten si lo dejarán entrar a Macri en su interna, pero Macri nunca dijo que quisiera entrar en esa interna. Menos aún desde que las encuestas lo colocan empatando en intención de votos con Daniel Scioli y Sergio Massa . Según una medición de Poliarquía de hace varias semanas, confirmada luego por el seguimiento telefónico, Scioli tendría el 22% de intención de votos, mientras Macri y Massa coincidirían en el 21%. Es un empate técnico entre los tres. Es difícil que Macri acepte, en tales condiciones, competir como uno más en la interna de UNEN.
Dirigentes cercanos a Massa aseguran contar con mediciones más generosas para su líder y menos amables para Macri. Pero nadie discute la tendencia de los últimos meses: hay una declinación de Massa, un crecimiento de Macri y un perseverante mantenimiento de Scioli en las encuestas. Si cuando se limpie la hojarasca del escenario electoral, el candidato del oficialismo fuera Scioli, como todo hace prever, es probable que éste pueda sumar algunos votos a los suyos. En tal caso, debe admitirse que, hoy por hoy, el único precandidato que estaría en la segunda vuelta presidencial es Scioli. En ese hoy, que podría ser un mañana distinto, el otro lugar del ballottage está en discusión entre Massa y Macri.
El problema de Massa es que su liderazgo es nuevo y que todavía no logró instalar una imagen definida de quién es y qué significaría en el poder. Scioli lleva once años mostrándose como alguien tenuemente diferente al kirchnerismo, más víctima que sumiso cuando le toca la hora del maltrato kirchnerista. Ésa es la percepción de la opinión pública, según las encuestas. Macri lleva seis años exhibiéndose como la opción más diferente del kirchnerismo y como un incansable ejecutor de obras públicas. Por eso, ni siquiera le importan los gestos de cordialidad con la Presidenta. Sabe que la opinión social lo ubica en otro lado. Pero ¿qué ofrece Massa? ¿Continuidad o ruptura? Es, por cierto, el candidato que Cristina más quisiera fulminar. Tal vez porque conoce su vocación de poder y le teme.
Massa está en un instante en el que cualquier error podría ser el último. Su reciente acercamiento a Martín Insaurralde es inexplicable desde la lógica electoral. ¿Qué dirán sus opositores, desde Macri hasta Carrió? ¿No dirán, acaso, que esa alianza confirmará que ellos siempre fueron lo mismo y que el enfrentamiento del año pasado fue una puesta en escena? Lo peor es que Massa podría estar siendo utilizado por Insaurralde . ¿Por qué Insaurralde se iría con él cuando en el massismo lo aguardan la desconfianza y el descontento? ¿Qué le daría Massa que no le asegure Scioli?
Coincidencias
Ni Macri ni Carrió lo aceptarán nunca, pero hay entre ellos ciertas coincidencias que surgen de la lectura de cualquier hemeroteca. Son coincidencias a la distancia, porque ni siquiera existe un diálogo directo entre ellos. Pero fueron ellos los primeros, y los únicos, en oponerse a la confiscación de YPF, aunque Carrió había sido muy crítica del manejo de la petrolera por parte de Repsol. Fueron los primeros, y los únicos, en aceptar hace pocas semanas que con el fallo del juez Griesa se podían hacer muchas cosas menos ignorar que existe una sentencia firme y definitiva en un tribunal elegido por la Argentina. Scioli está amordazado para opinar en ese caso si aspira a ser el delfín último del Gobierno. Y Massa le temió al anatema de "vendepatria" o de "cipayo" que el cristinismo volvió a sacar del cuarto de las trastos viejos.
Para Carrió la opción no es entre izquierda y derecha, sino entre democracia o autoritarismo. Otra elección clave para ella es entre tener o no tener poder. El problema es qué hará Macri, aun cuando UNEN lo aceptara. Es improbable que el líder de Pro acepte sin ninguna condición presentarse en una interna con cinco candidatos que tienen poco que ver con él. Paralelamente, en el radicalismo hay movimientos subterráneos, sobre todo en el interior del país, donde radicales y macristas comparten el electorado o podrían ensamblarlos tranquilamente. Según dirigentes radicales, una unión de radicales y macristas podría sacarle al peronismo el control de seis o siete provincias.
Macri no aceptará alianzas provinciales o municipales para verse después sometido en el ámbito nacional a una competencia despiadada. Una idea que comenzó a crecer en la UCR es una elección interna previa en UNEN para elegir a un solo candidato, que luego se enfrentaría a Macri en las primarias obligatorias. De esa elección surgiría un solo candidato no peronista para octubre. Una parte del radicalismo podría acomodarse a esa solución, pero ¿lo harán el socialismo de Hermes Binner o "Pino" Solanas y sus seguidores? La respuesta es difícil cuando prevalece la ideología por sobre el realismo del poder.
El default y la crisis de la economía podrían cambiar todas las encuestas de hoy. Y el peronismo podría ser el principal perjudicado. Es el partido que está en el poder y el que se adentró por segunda vez, en poco tiempo, en una cesación de pagos de la deuda pública. Scioli y Massa deberían pensar en estrategias más sólidas que hurtarse candidatos.
Poliarquía constató una sociedad muy preocupada en la primera encuesta que se conoce después del default selectivo. El apoyo al Gobierno cayó seis puntos (del 47 al 41%) desde el 30 de julio, cuando venció el plazo para acordar una forma de pago con los holdouts. La opinión social es más sagaz de lo que se cree. Aquellas mediciones suceden después de varios días en los que el discurso del oficialismo fue el único discurso que hubo. Con muy pocas excepciones, la oposición se dedicó a hablar de un futuro que nadie sabe si será suyo.