Poco hubiese importado si se trataba de súper, premium o común. El mercado necesitaba tan sólo combustible para que con un simple envión empujara los precios hacia el abismo. La inercia en los mercados es tan poderosa como la baja misma, al igual que la duda y el convencimiento. Se necesita previamente dudar para luego confirmar: duda, inercia, confirmación y ventas, esa es la lógica del rally del oso, mientras que el rally del toro funciona al revés, ya que no son los que dudan quienes inician el movimiento, sino más bien los que lo culminan.

Las dudas sobraban. El spread entre el futuro y el físico se hallaba por encima de lo que supone disponibilidades tan ajustadas, y la demanda, como bien lo muestra hasta el momento las inspecciones semanales, no afloja y se halla como de costumbre (excepcional) por encima de lo que anticipa el mercado. Pero esto no bastaba para romper la inercia cuando se tiene en mente que el mercado anticipaba al 30 de junio un inventario por debajo de un 13% con respecto al año anterior para la misma época del año.  

 

Al final, la inercia se venció, y con muy poco, de manera tal que la duda le cedió el espacio a la confirmación. Finalmente las existencias se hallaron por encima de un 7% de lo previsto, y si bien permanecen muy bajas, poco importa el dato sino más bien la calidad del mismo. Poco importaba la calidad del combustible sino el combustible mismo para iniciar el rally. No obstante el mayor volumen que llegó a los cilindros lo aportó la cosecha nueva: el USDA encontró un millón de hectáreas de soja por encima de lo esperado, y al final las ventas no tardaron en hacerse presentes.

 

En la primera semana de julio mermada por la celebración de la independencia, el poroto en Chicago acumuló una pérdida de un 3,1% y 7,7% respectivamente para las posiciones julio 14 y noviembre 14. Por su parte, el mercado local no se quedó atrás, cerrando la semana tanto el disponible como la posición lejana, por debajo de los 300 U$S.

 

A partir de aquí se abre una nueva página del libro 2014/15, con los ojos puestos en los rendimientos que anticipa el USDA para la próxima cosecha. En cuanto a la vieja, todavía dará de que hablar, aunque más vale viejo conocido que bueno por conocer, en todos los sentidos, ya que por un lado lo viejo ya se conoce demasiado, y por el otro lo nuevo por conocer por el momento no suena muy bueno.

 

Mientras tanto, hay que abrir un paraguas frente a la lluvia de hipótesis que se presentan en un mercado bajista, las cuales una de ellas, si bien es cierta, no sólo es impredecible, sino que además es imperfecta: “la demanda se reposicionará con estas bajas”.

 

Acostumbrados hasta aquí a hablar y leer acerca del riesgo de suba, amerita detenerse un instante en los que llamamos riesgo a la baja: hoy compro más barato que ayer pero quizás más caro que mañana. Vale a su vez identificar aquí la demanda, ya que se trata de compradores que compiten entre sí ferozmente el día a día en mercados cuyos márgenes son cada vez más estrechos.

 

Abriendo un paréntesis a estas líneas, se me queman las manos en el teclado si no abordo aunque sea en unas líneas, la industria del trigo, tan característica para ilustrar este comentario. Se suele erróneamente adjudicar un cierto jolgorio al molino enfrentado a un mercado bajista, ignorando que el mismo no es un comprador de trigo, sino más bien un vendedor de harina, cuya elasticidad de precios difiere a la de la materia prima. Comprar “barato” no es negocio cuando minutos después tu competidor compró aún más barato, independientemente de la elasticidad evocada precedentemente.

 

Es por todo ello que la esperanza basada en que la demanda re direccionará las curvas, presenta sus riesgos, más bien temporales: ¿para qué voy a comprar algo hoy que costará más barato mañana, máxime si mi competidor se posiciona de forma más ventajosa que yo? Duda, inercia, inercia, inercia, que no hace más que retardar el posicionamiento a la compra.

 

Hasta aquí vale la reflexión para los comerciales, sin pretender dejar de lado el director de orquesta, es decir los fondos.

 

Abro el segundo y último paréntesis, y se me vuelven a quemar los dedos, con respecto al viejo debate que consiste en preguntarse quien forma precio en principio: ¿los comerciales o los fondos? La respuesta queda abierta, y en realidad es múltiple. Quiero tan sólo agregar que si bien el director de orquesta acentúa tanto los graves como los agudos, el mismo no escribe la partitura.

 

Esta última siempre la escriben los fundamentos del mercado, quienes le dan la melodía al mercado.

 

Escuchémoslos, ya que se pusieron a cantar.