Esto quiere decir que aumentarán todos los costos de producción, comercialización y transporte, deteriorándose aún más nuestra competitividad y la rentabilidad de los productores rurales, especialmente de aquellos que se encuentren más alejados de los grandes centros de consumo y de los puertos. Sólo para la campaña de granos 2014/2015 se requerirán aproximadamente 10.000 millones de pesos adicionales.

En este momento, en que se está sembrando trigo, el productor necesitará 25 kilos más de este cereal -con respecto a la siembra anterior- para comprar un litro de gasoil.

La inflación, la asfixiante presión impositiva que recae sobre el campo y las trabas a la comercialización generan una caída de la competitividad que lo pone en desventaja frente a los países competidores.

Mientras que el productor de trigo en Uruguay -que no tiene retenciones- paga el gasoil a USD 1,73, al productor de trigo argentino le cuesta 2,07 dólares agropecuarios -o sea, el precio del dólar menos las retenciones-. Para el productor de soja, con un nivel de retenciones del 35%, la diferencia se profundiza y el litro de gasoil le termina costando 2,40 dólares agropecuarios, es decir, un 40% más que en Uruguay.

El campo demanda anualmente alrededor de 3.000 millones de litros de gasoil. Se trata de un insumo estratégico, cuyo continuo aumento y elevado componente impositivo en el precio (más del 50%) impactan en todos los costos de producción, cosecha, acondicionamiento y transporte de los bienes producidos. Además impulsa el precio de los alimentos al consumidor, debido a que su transporte se realiza utilizando este combustible.