Muchos dirigentes argentinos quieren ver en la biografía de esta socialista un espejo que adelanta la peripecia de Cristina Kirchner durante los próximos cinco años. Entre esos dirigentes está Cristina Kirchner. De modo tal que observar a Bachelet ayuda, por los parecidos y por las enormes diferencias, a pensar el proceso sucesorio que se ha desatado en la Argentina.

El embajador en Santiago, Ginés González García ; Julio De Vido , y Héctor Timerman prepararon el viaje con sus colegas chilenos. Hasta previeron que el trayecto desde Ezeiza hasta el centro esté adornado con banderas para saludar a Bachelet: "Bienvenida Michelle. Argentina te quiere". El detalle no parece salido de la imaginación de De Vido ni de Timerman. Demasiada calidez.

Las presidentas firmarán declaraciones sobre derechos humanos, pasajes trasandinos, integración energética y coordinación militar. La instancia más atractiva, sin embargo, será la más misteriosa: Bachelet compartirá con la señora de Kirchner una entrevista a solas.

Sobre ese encuentro sólo caben conjeturas. Se supone que, cuando la dueña de casa termine de explicarle cómo funciona Chile, la invitada expondrá sus proyectos sobre la región. Bachelet pretende ser un puente entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur, en un eje con Dilma Rousseff, a quien verá dentro de poco.

Se supone que Rousseff será reelegida, aunque las encuestas pronostican que será en segunda vuelta.

La aspiración de Bachelet es correspondida. Rousseff piensa postular al socialista Luis Maira, ex embajador de Chile en la Argentina, como secretario general de la Unasur. Bachelet acaba de designar a Maira su representante en la mesa de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC. Reemplaza a Milenko Skolnic, quien estaba al frente de la embajada en Buenos Aires. Bachelet envió a esta sede a uno de los jóvenes brillantes del socialismo chileno, Marcelo Díaz, un ex senador especializado en relaciones internacionales.

Con sus comentarios sobre el futuro sudamericano, Bachelet corre el riesgo de que Cristina Kirchner se ponga melancólica. Estará hablando de una historia en la que su interlocutora comienza a estar ausente. Sin embargo, la chilena inspira la ensoñación del regreso al poder. La Presidenta se lo sugirió a Diego Santilli durante la reasunción de Bachelet, en Santiago: "¿No es una transición ejemplar la de Michelle con Piñera". Bastó un minuto para que Santilli se lo contara por teléfono a su jefe, Mauricio Macri.

La viajera trasandina funciona, entonces, como el vector imaginario de una retirada exitosa, que remata en una -por usar el dialecto de la tribu- contraofensiva kirchnerista. La fantasía está bastante difundida. Así como Bachelet delegó el poder en Piñera, Cristina Kirchner facilitaría la promoción de Macri. Y se retiraría dejando unos 70 diputados y 20 senadores obedientes. De ese modo controlaría el Consejo de la Magistratura y, desde allí, numerosos tribunales. Y, así como la chilena se estableció en la presidencia de ONU Mujeres, en Nueva York, ella se instalaría en una vidriera internacional. ¿La secretaría general de la Unasur?

Varios episodios recientes acentúan la verosimilitud de esta estrategia. Uno fue la revelación de una reunión con Macri celebrada el último 9 de abril. No fue la única. Hubo otra en febrero y una más antigua en noviembre. Su divulgación por parte de la Presidenta es nociva para Macri, porque da lugar a especulaciones inconvenientes para un líder opositor. Que hayan hablado del pacto entre la Ciudad y Lotería para liberar a Cristóbal López del impuesto a los ingresos brutos es lo de menos. ¿O para Macri no es un acuerdo positivo? Más dañina es la cizaña que siembran al lado de Sergio Massa: sugieren que el jefe de gobierno acordó con la Presidenta que el juez Sebastián Casanello lo sobreseyera en la causa de las escuchas ilegales. Casanello, apañado por La Cámpora, obtuvo su juzgado con el voto de Pro.

Tal vez sean sólo presunciones que Macri habilita en su infinita ingenuidad. Él mira el poder político con esa mezcla de menosprecio y reverencia con que lo hacen los contratistas del Estado. Sólo que, en vez de conducir una empresa -Socma, por ejemplo-, gobierna Buenos Aires.

En su afán cooperativo, Macri llegó a Olivos en noviembre con un plan económico completo: limitar la emisión; desdoblar el tipo de cambio; eliminar las DJAI de Moreno y flexibilizar las importaciones; reducir los subsidios; ajustar los balances y el mínimo de Ganancias por inflación, y tomar crédito externo para obras públicas. El objetivo es cerrar las paritarias de marzo en 20%. El autor, Carlos Melconian.

La Presidenta no pudo escuchar la propuesta. Apenas Macri dijo "traigo ideas para la transición", montó en cólera: "¡Transición fue la de Duhalde!". Sin embargo, quiso quedarse con los papeles. ¿Habrá abrevado en ellos algunas de sus medidas posteriores? ¿Ejerce Macri un cogobierno intelectual?

Al dejar a Macri al descubierto, Cristina Kirchner se burla de Elisa Carrió y de los que aspiran a tenerlo como aliado. Pero también menoscaba a gobernadores peronistas que jamás disfrutaron de un minuto a solas con "la jefa". Casi todos.

UN PJ A SU SERVICIO

El coqueteo con Macri es coherente con el nuevo diseño del PJ. Al frente de esa conducción, la señora de Kirchner destacó a tres humillados. El jujeño Eduardo Fellner, a quien le prohibió la reelección en 2007 y le minó la provincia con Milagro Sala. La tucumana Beatriz Rojkés de Alperovich, que debió entregar la jefatura del Senado a Gerardo Zamora, radical y santiagueño. Y Jorge Capitanich. La debilidad del trío consolida a Eduardo "Wado" de Pedro, ubicado en el cuarto escalón. De Pedro, el más articulado dirigente de La Cámpora, asomó a la luz pública con Colectivo 501, una agrupación tan recelosa de la democracia que en 1999 proponía dejar de votar. Ahora conduce un partido esclerosado. Un milagro de la institucionalidad.

El nivel siguiente es el más revelador de lo que la Presidenta tiene en la cabeza. Ocho vicepresidentes que son ocho candidatos a presidente: Domínguez, Aníbal Fernández, Randazzo, Rossi, Scioli, Urribarri y Urtubey. Es decir, a Scioli lo dividieron por diez. Su candidatura no debe consolidarse en homenaje al poder presidencial.

Más allá del protocolo, la posición decisiva del PJ es la secretaría general, que quedó para La Cámpora. Allí está José Ottavis, un experto en las estructuras elementales de parentesco. Pasó de ser ahijado del yerno de Eduardo Duhalde a confidente del hijo de la Presidenta. Ottavis es el dirigente de La Cámpora con el que Máximo Kirchner tiene mayor afinidad. Lo describió Proust: "Llamamos claras a las ideas que se hallan en el mismo grado de confusión que las nuestras".

Si Scioli iba a sostener su candidatura en una red de gobernadores, deberá revisar su maniobra. El PJ de la Presidenta no está al servicio de candidatura alguna. Ella lo organizó como un dispositivo de su propia retirada. De Vido fue, otra vez, su mejor intérprete cuando dijo: "Nos iremos. Pero no dejaremos de hacer política. La Presidenta será la figura política más importante del próximo quinquenio". Traducido: 1) Ningún candidato nos representa como para que podamos decir "nos quedamos". 2) Cristina Kirchner será la protagonista principal hasta 2019 porque su sucesor será intrascendente. Como se sabe, en política los pronósticos son programas. El kirchnerismo se calza los guantes de oposición a lo que venga.

El vaticinio de De Vido se recorta sobre la silueta de Bachelet. Y demuestra que la señora de Kirchner se sigue destacando sobre los demás dirigentes por una razón elemental: es la que más claridad posee respecto de sus propios intereses y la que con mayor audacia se anima a administrarlos.

Sin embargo, la identificación con Bachelet puede ser un espejismo. La chilena dejó el poder en 2010 con un 70 por ciento de imagen positiva. Cristina Kirchner no llega hoy al 30 por ciento. Retirada en la ONU, Bachelet no se tentó con intervenir en la política chilena. Ni debió distraerse en controversias judiciales. Se instaló en un modesto departamento neoyorquino y alternó su rutina internacional con viajes privados a Santiago o a Buenos Aires, donde vive, de incógnito, su hija.

El futuro de Cristina Kirchner promete ser distinto. No saldrá del poder rodeada de consenso. Y su liderazgo, igual que su partido, funciona en un modelo caudillesco. Por lo tanto, corre el riesgo de todos los que llevaron al peronismo a la derrota: sucumbir en una convulsión renovadora que se impulsa en la detracción de su memoria. Se trata, entonces, de otro espejo, en el que el rostro de Bachelet se va transformando en el de un inesperado Carlos Menem.