Los partidos que formaron UNEN para las primarias porteñas del año pasado se presentarán mañana como una coalición que aspira a conquistar el gobierno nacional . El lanzamiento forma parte de un proceso iniciado en 2013, cuya última frontera no puede todavía definirse: la unificación del no-peronismo en una sola propuesta electoral.
Este movimiento convive con la segmentación oficialista. Sergio Massa lideró una secesión. Y el Frente para la Victoria se está astillando en numerosas candidaturas.
La síntesis opositora y la dispersión peronista modifican la configuración global de la política. La aparición del Frente Amplio obliga a Massa y a Mauricio Macri a repensar sus estrategias. Las hipótesis sobre el desenlace electoral se vuelven más complejas.
La alianza que se presentará mañana es el resultado de dos fenómenos principales. El más relevante: desde que en el año 2001 colapsó el radicalismo, ninguna fuerza fue capaz de proveer a los sectores medios de un instrumento de reemplazo de alcance nacional. Esa crisis de representación tuvo su pico en 2011. Gracias a ella, Cristina Kirchner sacó una ventaja de 37 puntos sobre su segundo. En esa brecha florecieron la ensoñación del "vamos por todo" y el malestar de los cacerolazos.
Para los integrantes del Frente, aquella dispersión de 2011 es tan aleccionadora como los buenos resultados obtenidos el año pasado allí donde se unieron: triunfaron en Santa Fe, Jujuy, Catamarca, La Rioja, Mendoza y Santa Cruz. Y en Tucumán, Formosa y la ciudad de Buenos Aires tuvieron progresos llamativos. Es difícil determinar cuánto deben esos éxitos al dispositivo electoral y cuánto a una fatiga generalizada con el peronismo.
Las encuestas refuerzan el peso de estos antecedentes. Julio Aurelio detectó que, sumadas las preferencias por Binner, Cobos y Carrió, el frente que se lanzará mañana reúne el 26% de los votos. Si se agrega a Ernesto Sanz y Pino Solanas, iguala el caudal del kirchnerismo en sus distintas variantes: Scioli, Randazzo, Capitanich y Urribarri. En la encuesta de Poliarquía que publicó LA NACION hace dos domingos, Binner, Cobos y Carrió consiguen, juntos, el 23% de los votos.
Superan el 21% de Scioli, pero no alcanzan a Massa, que está en 25%. Demás está decir que esas sumas lineales son ficticias. Pero tienen un poder indicativo.
La aparición del Frente Amplio pondrá de relieve una variable subestimada por el análisis político: la influencia de las primarias en la secuencia electoral del año próximo. Aurelio descubrió que cuando al encuestado se le mencionan los candidatos de cada fuerza, en agosto de 2015 un 26,6% participaría en las internas del Frente para la Victoria; un 22,3%, en las del Frente Renovador; un 21,6%, en las del Frente Amplio, y un 12,1%, en las de Pro. La atracción por el Frente Amplio es la que más crece: 8 puntos porcentuales desde el 29 de diciembre pasado, cuando se pactó su constitución.
Massa y Macri, que carecen de desafiantes en su propia agrupación, menosprecian el efecto de las primarias sobre la elección general. Sostienen que, una vez que se realicen, los electores seguirán atraídos por candidatos con nombre y apellido. Esos comicios serían, según ellos, la primera vuelta de la elección general. La tesis mejora las chances de Massa sobre Scioli, quien sale debilitado cuando se lo presenta como una opción de las varias que ofrece el oficialismo.
Hay que tomar con pinzas las especulaciones de Massa y Macri. El año pasado hubo distritos en los que el dirigente que ganó la interna retuvo muchos votos de sus rivales. Un ejemplo: en la Capital, Carrió conservó en octubre el 87% de los sufragios que había sacado UNEN en agosto.
Los conjurados de mañana tendrán otra ventaja el año próximo. Irán unidos y con buenos augurios a casi todas las elecciones que se realizarán por adelantado en las provincias. Es el caso de Catamarca, en la que el Frente incluye a Pro; Tucumán, donde el radical José Cano puede desmoronar el imperio Alperovich, o Santa Fe, a pesar del deterioro socialista.
Sería un error evaluar la potencia de la nueva coalición por la mayor o menor efectividad de la ingeniería electoral. La constitución de un frente puede ser un ejercicio saludable. Pero su virtud suele ser más apreciada por los especialistas que por el común de los votantes. La prueba de fuego para los candidatos del Frente Amplio será si, además de una alianza entre partidos, son capaces de sellar, a través de un proyecto, una alianza con la ciudadanía. Sin que la competencia por hacerlo malogre la alianza entre partidos.
Detrás de este problema palpita uno más grave: si no da señales convincentes de armonía, una asociación tan dilatada corre el riesgo de aparecer como la matriz de un gobierno precario. Una ley que también rige para la coalición, acaso más heterogénea, que integra Scioli con el kirchnerismo.
En las últimas 48 horas aparecieron dificultades de coordinación. Cobos y Oscar Aguad prestaron un dudoso servicio al inminente lanzamiento proponiendo la integración con Macri. Si insisten en esa propuesta en este momento, lograrán que la de mañana aparezca como una foto incompleta. Macri, agradecido: le harían un acto de campaña subliminal. Faltarían, eso sí, los globos.
La paradoja es que el Frente Amplio representa un inconveniente para Macri. Pro y la nueva coalición deben resolver un problema: cada uno es capaz de lograr que el otro pierda. Macri, por su popularidad. El Frente, por el desarrollo territorial que le provee, sobre todo, la UCR. De mantenerse el panorama actual, esas dos ofertas competirían por el tercero y el cuarto lugar de una primera vuelta electoral. ¿Cómo desatarán ese nudo?
ELECTORADOS EN DISPUTA
Una forma de lograrlo sería que cada uno avanzara sobre el electorado del otro. Macri se apresura a seducir a la sociología filorradical. De la mano de Marcos Peña y Graciela Fernández Meijide, ya respiró el aire socialdemócrata del Club Político Argentino. Descubrió que, por obedecer a Jaime Durán Barba, perdió años halagando a peronistas. El gurú ecuatoriano lo convenció, además, de que en la era digital se puede prescindir de una estructura partidaria. Los radicales deberían colgar el retrato de Durán al lado del de Hipólito Yrigoyen.
El Frente Amplio también está amenazado por la popularidad de Macri. Y lo seguirá estando si ninguno de sus candidatos llega al corazón del electorado.
Si Macri y los líderes del Frente no alcanzan su objetivo en unos meses, quedarán ante la alternativa de asociarse. Los riesgos, entonces, serán otros. Por ejemplo, la incompatibilidad ideológica. Esta dificultad está agravada por los estereotipos. En principio, el radicalismo, el socialismo, la Coalición Cívica y Pro ya están aliados en varias provincias. Además, el Frente, que renunció al adjetivo "progresista", es más "amplio" de lo que parece. Carrió fue la primera en proponer el noviazgo con Macri. Fue un gesto clave: entre las pocas cosas que ella administra está el sentimiento de culpa radical. Muchos simpatizantes de Sanz o de Cobos se identifican más con Peña, Gabriela Michetti o Esteban Bullrich que con Pino Solanas. Y Binner, en privado, admite que sobre Macri no está dicha la última palabra.
En los sondeos de opinión aparecen los límites. Asociados, el Frente y Pro suman. Y también restan. Muchos votantes de Macri irían hacia Massa. Y admiradores de Binner o Solanas buscarían una opción de izquierda. El otro problema es que, como decía Ricardo Balbín, "la interna sirve si el que pierda, acepta". ¿Macri iría a una primaria en la que no tiene garantizada la victoria?
La aparición del Frente tampoco es buena para Massa porque lo aleja de un objetivo: que una red de caudillos radicales le provea esa base territorial de la que, como Macri, carece. Massa intenta cautivar a Morales en Jujuy, a Cano en Tucumán, a Quiroga en Neuquén, a Buryaile en Formosa. Al convertirlos en inesperados objetos de deseo, Massa, igual que Macri, está logrando que los radicales recuperen la autoestima. Para la dirigencia intermedia es una satisfacción. Para Sanz y para Cobos, un desafío.
El otro inconveniente de Massa es que cuanto más consistente sea la opción no peronista, más aflorará su continuidad con el kirchnerismo. Otro encanto que ve Macri en la nueva coalición.
Es posible que el Frente que se presentará mañana se transforme en un peligro para todo el peronismo. Desde el año 2003, ese partido ha ido a las urnas dividido. Y cubrió con recursos propios la vacante de una verdadera alternativa. Pero esa fractura se volverá inquietante si emerge una tercera fuerza en condiciones de disputar el poder. Es entonces cuando el PJ, en todos sus niveles, mirará con dramatismo la sangría que abrió Massa.