Los primeros indicadores blanqueados del INDEC, de enero y febrero, colocaron el alza del costo de vida en 7.2%. Entre aquella presunta inexistencia de la inflación y esta repentina realidad se abriría un enorme vacío, que el kirchnerismo supo tapizar con su relato. Ese relato estuvo avalado, sobre todo, por la adulteración de las estadísticas.
El mecanismo no se ajustó únicamente a la evolución de ciertas variables económicas. Se extendió a otros campos de igual o mayor sensibilidad aún que la que provoca el deterioro de los salarios. Resulta notable la ausencia de datos fiables, por ejemplo, en el ámbito de la delincuencia y la criminalidad. Desde el 2008 no existen cifras nacionales sobre personas asesinados en ocasión de robo. La provincia de Buenos Aires divulgó cómputos aislados sobre el 2013: comunicó que durante el primer semestre de ese año, en todo el territorio, se produjeron cuatro crímenes diarios, lo que implicó un incremento del 28% respecto del 2010. No existe información sobre el comportamiento del delito en 2011 y 2012.
Las imprecisiones o las ausencias podrían detectarse también en el rubro educativo. El único número verificable, según las partidas presupuestarias, es que el Gobierno destina 6 puntos del PBI al desarrollo de la educación. Aunque se ignora de que modo y con qué criterio se manejan esos fondos. Todos los resultados domésticos e internacionales de evaluación (las pruebas PISA) acostumbran a ser refutados por la administración kirchnerista. Hace días el Centro de Estudios de Políticas Públicas, cuyo titular es el licenciado Gustavo Iaies, difundió, entre muchos, un indicador que estremece. El 99.7% de los chicos en la Argentina inicia el ciclo primario pero sólo el 38% de ese total cumple el primario y el secundario completo.
La adulteración estadística, así observada, podría responder bastante más que a una ineptitud o un equívoco. Obedecería a la estrategia de apuntalar el relato político en jurisdicciones donde la inclusión social --la muletilla dilecta del modelo de Cristina Fernández-- debería ser determinante y causal también de algún cambio social estructural, que ahora resulta difícil descubrir.
Se mencionan tres tópicos: la inflación (decisiva para establecer los niveles de pobreza y la indigencia), la inseguridad y la educación.
Ese divorcio entre el discurso oficial y la realidad no sólo, a la larga, terminó provocando daño al Gobierno. También se advierte una clara pérdida de presencia, prestigio y confialibidad de nuestro país en el mundo. Si algo haría falta para sostener la afirmación, basta con observar las dificultades del ministro Axel Kicillof para que le crean, cada vez que visita un organismo financiero internacional.