A lo largo de 2013, dos millones más de latinoamericanos cayeron en la pobreza extrema, pese a que la región, gran proveedora mundial de alimentos, tuvo un crecimiento económico del 2,6% promedio y su producción de cereales superó los 220 millones de toneladas, casi 9% más que el año anterior. La Comisión Económica para América Latina (Cepal) estima que en América Latina y el Caribe viven 164 millones de pobres, de los cuales 68 millones son indigentes, esto es, personas que no acceden a una canasta básica alimentaria que les provea las calorías necesarias para desarrollar una actividad moderada.
Un informe de la Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe comparte estas cifras y sostiene que la pobreza en 2013 llegó al 27,8% de la población latinoamericana, con una reducción marginal de 0,3 puntos porcentuales respecto del año anterior. El dato más alarmante, sin embargo, es que “la pobreza extrema observó un aumento de 0,2 puntos porcentuales desde los niveles de 11,3% registrados en 2012”. Así, detrás de estos fríos números hay dos millones más de personas que han caído en la indigencia en América Latina el último año.
“El aumento de la indigencia ha sido causado, en mayor medida, por el incremento del costo de los alimentos por encima de la inflación”, afirma el documento de FAO. En un marco en el que la inflación general a nivel regional fue del 8,6% en 2013, los alimentos registraron una alza promedio del 10,2%, 1,3% más que en 2012. Esto supone un “importante impacto sobre el bienestar de los hogares más pobres de la región, por cuanto son ellos los que destinan una mayor parte de sus ingresos al consumo de alimentos”, destaca el informe.
Los datos de 2014 confirman la tendencia, ya que según la FAO, los alimentos subieron en América Latina 2,2% en el primer bimestre respecto de los valores de diciembre pasado, pero con una leve desaceleración en febrero. Durante la presentación del último informe, el Representante Regional de la FAO, Raúl Benítez, destacó que “febrero fue el primer mes en que la inflación alimentaria se ubicó por debajo de la inflación general desde septiembre de 2013, lo que es una buena señal para los sectores más pobres, quienes gastan una mayor proporción de sus ingresos en la compra de alimentos”.
“Las condiciones de bajo crecimiento económico y de precios de los alimentos relativamente altos provocaron un incremento en el número de pobres extremos en América Latina”, destaca el organismo. La paradoja es que el aumento en el número de indigentes se da en una región que es gran productora y exportadora de alimentos, a tal punto que según la FAO, los países del área tienen un resultado comercial ampliamente superavitario. Entre enero y septiembre del año pasado, América Latina alcanzó un saldo positivo en su balanza comercial alimentaria de US$108.000 millones, liderado por Argentina y Brasil.
Pese a este cuadro, la FAO es optimista y considera que en 2014 la región se encamina hacia un incremento del 8,8% en la producción de cereales respecto de la campaña anterior. Además, destaca que los países de la región han adoptado la seguridad alimentaria y nutricional como una prioridad en la agenda regional, una forma de “garantizar el acceso a los alimentos”.
Granero del mundo Argentina, por cierto, no escapa a esta coyuntura regional. Si bien produce alimentos para 400 millones de personas, diez veces la población del país, según enfatizó la propia presidenta Cristina Fernández de Kirchner al inaugurar las sesiones ordinarias del Congreso, el último relevamiento del Observatorio de la Deuda Social de la UCA (2013) contabiliza en el territorio nacional más de 10 millones de personas en situación de pobreza (25% del total) y 500 mil hogares (unos 2 millones de personas) viviendo en condiciones de indigencia. En contraste, en octubre de 2013 y con una metodología cuestionada, el Indec reveló que la pobreza afectaba al 4,7% de la población (1,2 millones) y la indigencia, a sólo el 1,4% (367 mil personas).
Pero el punto central es el impacto negativo que tiene la inflación de los alimentos en la cantidad de pobres e indigentes. Según datos oficiales, relevados en el nuevo IPCNu, en febrero el nivel general de precios se incrementó 3,4% (estimaciones privadas dan por encima de 4,2%), con un fuerte aumento en alimentos y bebidas (4%) y un acumulado en el primer bimestre del año del 7,4%. Proyecciones privadas hablan de una inflación anual en alimentos entre 32% y 40%.
“En los últimos dos años empeoró claramente la situación social”, asegura Daniel Arroyo, ex viceministro de Desarrollo Social de la Nación. El experto describe una coyuntura caracterizada por “inflación en alimentos a pesar del programa Precios Cuidados y la aparición de segundas y hasta terceras marcas en el Conurbano”, y recuerda que los pobres gastan el 80% de sus ingresos en alimentos y transporte.
Arroyo reconoce el esfuerzo del Estado por garantizar la seguridad alimentaria (acceso a los alimentos) y el presupuesto que se destina a este fin, pero advierte que con inflación, bajo crecimiento como se espera este año y con menos changas para los sectores pobres, “la situación social va a empeorar”. Además, hay restricciones presupuestarias y un deterioro de la calidad alimentaria en los sectores populares porque “la inflación está afectando a los planes estatales de asistencia”, señala el experto.
El economista Julio Gambina, miembro fundador del Foro Social Mundial y referente de ATTAC Argentina, sostiene que “además de la seguridad alimentaria, hay que abordar el tema de la soberanía alimentaria, porque por ejemplo, en el Mercosur la gran producción sojera y sus derivados está destinada a la exportación, no es para alimentar a la población interna”.