El sistema energético de un país es fundamental para su crecimiento económico y su desarrollo social. Una oferta energética sustentable, en lo productivo y en lo ambiental, permite un adecuado funcionamiento del sistema productivo y, por ende, la generación de puestos de trabajo. Actualmente, en un contexto de demanda energética creciente, se requiere de importaciones para cubrir la demanda, lo que pone al descubierto la necesidad de nuevas fuentes de energía, mientras la sociedad demanda que dicha energía tenga un origen limpio y renovable.
La biomasa se define como toda sustancia orgánica renovable de origen animal o vegetal, que se produce a partir de un proceso biológico, y que puede ser aprovechada y convertida en combustible. La energía de la biomasa, proviene, en última instancia, del sol. Argentina posee una gran diversidad de materias primas con potencial para ser utilizadas como biomasa para la elaboración de biogás, entre ellas, el silaje de maíz o sorgo junto a los efluentes provenientes de criaderos animales.
En estos casos, los recursos se encuentran distribuidos geográficamente, coincidiendo en la localización los insumos (superficies con potencial agrícola y actividades ganaderas), la generación y la demanda de energía y, por esto, evitando pérdidas de eficiencia en los traslados. Con respecto a sus usos actuales, la utilización de estos cultivos tradicionales con fines energéticos permite configurar una nueva demanda e incentivar la siembra de granos de relevancia para la sustentabilidad del sistema productivo. La utilización del estiércol animal, por otra parte, representa una transformación de su rol en la ecuación económica de los productores, de residuos a recursos.
La energía renovable en base a biomasa agropecuaria se destaca entre las demás por contar con un enorme potencial para fomentar el desarrollo regional, a través de la dinamización de la actividad económica, la industrialización y la creación de capital físico productivo, el ahorro de divisas, la investigación y el desarrollo tecnológico, y fundamentalmente la generación de numerosos puestos de trabajo de diferentes calificaciones en zonas rurales y pueblos del interior.
Con el objetivo de exponer resultados concretos, se supone la generación de 50 MWh de potencia eléctrica a partir de la instalación de plantas generadoras de energía con biomasa agropecuaria. Esto representa el 5% del consumo de la provincia de Córdoba o el 65% del de la ciudad de Río Cuarto, es decir, esta mayor oferta energética cubre la necesidad de alrededor de 120.000 personas. En este sentido, cabe destacar que el producto principal obtenido de las plantas es la energía eléctrica, sin embargo, también existen dos subproductos relevantes: la energía térmica y el biofertilizante.
La instalación de 50 MWh de potencia eléctrica se refleja en la creación de 1.330 puestos de trabajo, 350 directos y 980 indirectos. La generación de energía mediante estas nuevas tecnologías requiere de recursos humanos con una formación específica que, frecuentemente, no se encuentra disponible en la actual oferta educativa y que, por lo tanto, debe ser desarrollada en simultáneo con la expansión de este tipo de industrias. Así, el empleo directo generado debe ser considerado también como un aporte al capital humano, ya que no sólo aumenta la cantidad de puestos de trabajo sino que también incrementa la formación de los recursos humanos empleados.
Por todo esto, se afirma que la instalación de plantas generadoras de energía, en base a biogás proveniente de biomasa agropecuaria, tendrá como corolario una serie de impactos sociales y económicos, así como la interacción de una multiplicidad de actores, que se traducirán en el desarrollo de aquellas regiones que las alberguen.