A esta altura del partido todos sabemos que el kirchnerismo no tiene ninguna posibilidad de poner la economía en la senda del crecimiento. Solo puede seguir destruyendo lo poco que queda de las instituciones y espantar las escasas inversiones que podrían realizarse.
La razón por la cual el kirchnerismo está condenado al fracaso es porque no tiene la confianza de los agentes económicos (consumidores, ahorristas e inversores). Sin confianza en el gobierno, no hay ahorristas que vuelquen sus ahorros en el mercado de capitales para financiar inversiones y consumo. Y sin confianza en el gobierno los inversores no invierten un dólar en el país.
Se sabe que los países crecen y la gente accede a mejores niveles de vida cuando se incrementan las inversiones competitivas, es decir, las inversiones que buscan el favor del consumidor y no el privilegio que le puede otorgar el burócrata de turno. Argentina, por la inseguridad jurídica reinante y las arbitrariedades que comete el gobierno, no solo no recibe inversiones, sino que el stock de capital existente ni si quiera recibe las inversiones para su mantenimiento. Basta con ver el deplorable estado del transporte público, la energía, los caminos, etc. para advertir que ni siquiera se ha invertido para mantener el stock de capital heredado de los 90, mal que le pese a muchos y particularmente al gobierno.
Como todo populismo, el kirchnerismo estimula el consumo artificial por encima de los ingresos reales. Quitemos la moneda del medio y pensemos en bienes. Si una economía produce 100 unidades y no importa bienes, la oferta total de bienes es de 100 unidades y solo puede incrementarse el consumo si se aumentan las inversiones para producir más o, caso contrario, aumentando las importaciones. Si el gobierno fuerza el consumo a 120 unidades y la economía produce 100 unidades, las 20 restantes hay que importarlas. Si no se invierte ni se importa solo pueden consumir 100 unidades de bienes.
Lo que ha logrado el populismo kirchnerista es destruir parte del stock de capital reduciendo la capacidad de producción. La economía argentina ya no produce 100 unidades, produce menos, digamos 80. Pero además, como el BCRA se queda sin reservas también se cerraron las importaciones de bienes. Las 20 unidades que antes se importaban, ahora tienden a cero. De manera que lo que tiene por delante el gobierno es decirle a la gente: antes, mediante diferentes artificios, logramos que Ud. pudiera consumir 120 unidades. Como ya no nos quedan dólares para importar bienes y se ha desinvertido, ahora tendrá que conformarse con consumir 80 unidades. Ese es el dilema del gobierno. Hacer un brutal ajuste sin decirle a la gente que realmente lo anterior fue una ficción y ahora tiene que aceptar ser más pobre.
Pero como el kirchnerismo jamás va a reconocer sus errores y siempre redobla la apuesta, inevitablemente tiene que ir hacia políticas más autoritarias, violando derechos atacando la libertad de expresión para que los medios no informen a la gente de algo que ya sabe: faltan alimentos, medicamentos y la inflación es imparable.
La necesidad de más autoritarismo para calmar el malhumor social es una necesidad de los gobiernos populistas. Por eso tienen que inventar todo el tiempo nuevos enemigos, para transferirles a ellos la culpa de los destrozos económicos que hace el gobierno. No son casualidad los escraches a Shell y supermercados. El gobierno no va a hacerse responsable de la inflación que genera el BCRA, por lo tanto inventa siniestros personajes que pretenden lucrar con el hambre del pueblo. Gente ambiciosa que quiere ganar mucho dinero esquilmando a los consumidores. Si ese fuera el caso, basta con abrir la economía para aumentar la competencia y eliminar a los supuestos conspiradores. Pero mejor es inventar enemigos para que la gente no se enfurezca con el gobierno y se las agarre con enemigos inventados.
El gobierno eligió nuevamente el camino de la represión. El proyecto de ley para confiscar mercaderías, aplicar multas y establecer la pena de presión para los que, a entender del gobierno, “especulen” con las mercaderías es otro golpe de muerte a la inversión. Si ya nadie quiere venir a invertir un dólar por la carga tributaria y la imprevisibilidad en las reglas de juego, solo un kamikaze puede querer invertir en estas condiciones en que no solo lo vuelven loco con regulaciones, sino que, encima, ahora lo amenazan con meterlo preso si no hace lo que el gobierno quiere para sostener, un poco más, su populismo. En definitiva, lo que quiere el kirchnerismo es que el sector privado consuma su capital de trabajo para darles más aire a ellos en este dilema de caída del consumo.
El ejemplo es evidente. Una vez más, para que baje el precio de la carne quieren ponerle un cepo a las exportaciones. Nunca piensan en aumentar la producción, siempre en consumirse el stock de capital para sostener un consumo artificial.
¿Qué indica la lógica económica más elemental en estos casos? Permitir exportar para que el productor ganadero obtenga ganancias, invierta en el sector, aumente la oferta y así habrá carne para comer internamente a precios accesibles y, además, exportar. Esto no es una locura mía, basta con ver la historia argentina para saber que fuimos el país de la carne y el trigo gracias a las inversiones que se hacían. Esos dos productos hoy faltan en el país por culpa de este populismo que destroza todo lo que toca.
Y como frutilla del postre, el presidente de la Comisión Nacional de Valores, que debe estimular el mercado de capitales para que el ahorro se vuelque a financiar el consumo y la inversión, no tiene mejor idea que salir a amenazar a las empresas diciendo que ese organismo está tomando medidas para detectar a las empresas que hagan “prácticas distorsivas y desesestabilizadoras” de los mercados.
Con este cuadro, donde ya no se arriesga el capital, sino la misma libertad del inversor, el kirchnerismo está comprando un problema social fenomenal porque está combinando inflación, con caída del consumo vía la reducción del salario real y el cierre de empresas. Es decir, en poco tiempo más veremos más pobreza y desocupación con el solo objetivo de sostenerse en el poder el tiempo que puedan.
En síntesis, el gobierno está lanzado a terminar de destruir todo lo que sea necesario y a aumentar su autoritarismo para sostenerse en el poder estirando la mecha para que la bomba le explote al próximo gobierno. Dudo que lo logre. En ese caso, si se dan cuenta a tiempo, tendrán dos opciones: a) que la bomba les explote a ellos o b) salir corriendo para que la bomba le explote a otro.
Fuente: Economía para Todos