Hace poco fue el turno de la electricidad. Desde El Calafate sostuvo que en 2003 la capacidad de generación era de 17.900 MW y hoy llega a 26.600, un fantástico incremento del 49%. Es una pena que no sea cierto. De otro modo, cómo explicar las desesperadas importaciones de energía uruguaya y los telefonazos de urgencia a grandes consumidores para que detengan su labor industrial porque el sistema no soporta más. Y todo eso pasa cuando la demanda llega a los 24.000 MW.
Fue el ex secretario de Energía Alieto Guadagni quien observó que los datos recitados por la Presidenta no tienen nada que ver con los que publica la Secretaría de Energía. Según esas publicaciones, en 2003 la potencia instalada era de 25.678,9 MW, según citó Guadagni. Alguien le hizo decir cualquier cosa a Cristina Kirchner. Guadagni también recordó que en ese discurso la Presidenta volvió a criticar a los comunicadores que, según ella, dicen tonterías.
Si el aumento de la potencia disponible hubiera sido el que dijo la mandataria, habría un problema grave menos. Pero no es así. La década kirchnerista no tiene nada para festejar en materia de inversiones.
La Presidenta también justificó el impuesto que pagan los demás consumidores de energía eléctrica del país para subsidiar la prestación en Santa Cruz. La tasa es del 0,6% y cualquiera puede verla detallada en su factura.
La Presidenta defendió el impuesto creado por ley, que compensaba a la provincia de Néstor Kirchner por los mayores costos de generación al no estar conectada al entonces Sistema Interconectado Nacional.
Lo que Cristina Kirchner omitió es que en 2001, en medio de las febriles negociaciones para tratar de evitar la devaluación y el default, Néstor Kirchner le arrancó a De la Rúa un decreto de necesidad y urgencia que dice que el Fondo de Santa Cruz continuará aunque la provincia se conecte al sistema nacional.
En el caso de las inversiones, hay un ejemplo paradójico. Para YPF la compra de la operación local de la petrolera Apache será financieramente muy beneficiosa.
En el mercado se preguntan si como contrapartida no será un mal antecedente que se retire una compañía que había invertido y descubierto. De otro modo hubiera sido mal negocio para YPF.
La compañía parcialmente reestatizada podrá tener condiciones que a la norteamericana le negaban, de precios y subsidios. Como señal, parece poco razonable. El Gobierno razonablemente pretende atraer inversiones extranjeras imprescindibles al sector. Pero luego discrimina entre ellos.
"Tenemos el segundo reservorio de shale gas del mundo, que nos va a permitir el autoabastecimiento energético en el mediano plazo en la República Argentina, dándonos soberanía energética, algo esencial para el desarrollo y el crecimiento de un país." Llamativo cambio de discurso. Porque la Argentina tenía autoabastecimiento y lo perdió gracias a las políticas del kirchnerismo. Cuando el grupo de los ex secretarios de Energía advirtió que pasaría, el Gobierno y sus voceros los descalificaron. Decían que la Argentina importaba una materia prima, el gas natural licuado, y exportaba valor agregado, como si se tratara de Japón. La Presidenta festeja ahora y se entusiasma lanzando una campaña para recuperar lo que gracias a su gestión se perdió.
El horizonte es complejo. La momentánea calma cambiaria debe demostrar que es sostenible. Ninguna de las causas que llevaron a la altísima inflación, como la emisión descontrolada para financiar el déficit fiscal, las colosales importaciones de energía y combustibles y un gasto público tan grande como ineficiente, han desaparecido.
El último informe de la consultora Ecolatina tiende un sombrío panorama sobre la economía brasileña, lo que dificultaría las exportaciones y crearía más tensiones comerciales con el principal socio.
Las esperanzas de un gran papel de la selección argentina en el Mundial pueden ser exageradas. Ni a la dictadura de Videla le sirvió ganar la Copa en casa para controlar los desbalances económicos. Pasada la euforia, los acuerdos de precios estaban terminados. Las culpas eran repartidas entre los empresarios, asegurando hasta en spots televisivos que había que bajar los costos, en vez de devaluar. La "solución" fue la tablita y el atraso cambiario. Pero esto el kirchnerismo ya lo tuvo.