Se imaginan que a partir de marzo/abril comenzarán a brotar los dólares del campo y se derramarán sobre el resto de la economía.
Sin embargo, quienes conocen al detalle los números de la actividad agropecuaria afirman que en esta campaña habrá más riesgos que la anterior. "Hay varias certidumbres sobre lo que va a pasar: el trigo no se podrá vender, la devaluación no compensará el aumento de la inflación, los precios de los insumos y los servicios irán subiendo y el desabastecimiento de repuestos para maquinaria y de insumos se mantendrá", señala Ernesto Ambrosetti, economista de la Sociedad Rural Argentina (SRA).
En 2014 la cautela en materia de gastos e inversiones será igual o mayor que la del año pasado, según el economista.
Hasta el momento, las señales que dio el Gobierno están lejos de promover certidumbre en el sentido inverso al apuntado por Ambrosetti. En octubre pasado la Presidenta dijo que no iba a devaluar y, desde entonces, el peso se depreció alrededor de un 30 por ciento. También mantuvo el cepo exportador al trigo y todavía no precisó el volumen autorizado para embarcar maíz.
Peor todavía: el oficialismo volvió reflotar sobre la actividad las acusaciones de avaros o especuladores y hubo quienes, promovieron la recreación de la Junta Nacional de Granos (JNG), un instrumento de la década del 30 del siglo pasado, cuando predominaba el comercio entre estados y el proteccionismo económico en el nivel mundial estaba en su máximo esplendor. El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, dijo esta semana que "por el momento" no había ningún proyecto oficial para estatizar el comercio de granos. Sin embargo, otros kirchneristas creen que hay que apelar a las recetas del pasado para intentar resolver problemas nuevos.
En ese contexto de incertidumbre, la soja se convertirá en la moneda más segura para defenderse de la devaluación y de la inflación, estima Ambrosetti. Otro componente que afectará la ecuación de la campaña será el de los fletes, añade, que comenzarán a negociarse antes de levantarse la cosecha. Los transportistas pujarán para compensar el aumento del combustible y de sus insumos, como las cubiertas, advierte el economista de la SRA.
El Gobierno viene desperdiciando las oportunidades que se le presentan para transformar al campo en un aliado.
En otros lugares no muy distantes de la Argentina piensan de un modo diferente. La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, a quien no se la puede acusar de ser neoliberal, precisamente, esta semana se subió a una cosechadora en un campo de Mato Grosso para dar formalmente inaugurada la cosecha de granos 2013/14 y trilló soja junto con un productor. Orgullosa de la actividad agropecuaria, anunció que Brasil alcanzará una cosecha récord de granos de 193,6 millones de toneladas. Habló frente a productores agropecuarios, que la aplaudieron, y destacó el aumento de la competitividad del "agronegocio brasileño" en los últimos 20 años: triplicó la producción con un crecimiento de 21% del área sembrada. Y no escondió los problemas: reconoció la burocracia que pervive en el estado brasileño y anunció inversiones para enfrentar las trabas de la infraestructura, uno de los talones de Aquiles del gigante del Mercosur.
La falta de visión de largo plazo del gobierno argentino se confirmó en los últimos días con el precio de la carne. Nuevamente se cerraron los ROE rojo para presionar a la industria frigorífica a un nuevo acuerdo de precios para cortes vacunos. Con apenas el 7% de la producción, la exportación no es el vector que vehiculiza la suba de preciosa los consumidores. Por el contrario, podría ser la solución para mantener abastecido el mercado interno a valores razonables si se alentara un ciclo ganadero de expansión y no de compresión. Luego de lograr un acuerdo con los frigoríficos para abastecer a los supermercados con cortes económicos, la Secretaría de Comercio volvió a autorizar los ROE rojo. Todavía se está lejos de recuperar el 20% para la exportación tal como pretendía el Ministerio de Agricultura. El fantasma de Guillermo Moreno sigue vigente.