Las turbulencias encuentran al Gobierno con una Presidenta casi ausente y un gabinete invertebrado. El desasosiego no sólo corroe al kirchnerismo. También saca del letargo a la oposición. Y, en un año sin elecciones, dinamiza a las organizaciones sociales.

La semana que pasó fue el punto de partida de un par de procesos que determinarán la fisonomía de los próximos dos años. El viernes, en Mar del Plata, Hugo Moyano y Luis Barrionuevo iniciaron una gestión para la unificación del movimiento obrero. Tres días antes, en la Rural, las principales organizaciones del empresariado comenzaron a elaborar una agenda para comprometer a los principales candidatos presidenciales del año 2015. La sociedad civil empieza a interpelar a la política.

Barrionuevo y Moyano hicieron una exhibición de fuerza alineando a la totalidad del gremialismo del transporte: los camioneros, los colectiveros de Roberto Fernández, los ferroviarios de Omar Maturano y los aeronáuticos de Ricardo Cirielli. En esta congregación está insinuada la capacidad de parar el país.

Sin embargo, como están acostumbrados a que Cristina Kirchner los haga responsables por todas las plagas que la afectan, Barrionuevo y Moyano prefieren disimular ese poder. Por esa razón, al terminar la entrevista dijeron que al buscar la unidad de la CGT pretenden garantizar la paz social. Un hobby que no se les conocía. También hicieron una defensa preventiva de la libertad sindical. Como a la Presidenta le gusta anunciar una "democratización" cada vez que inaugura las sesiones del Congreso, temen que el 1° de marzo les toque a ellos.

Barrionuevo y Moyano convocarán a un nuevo encuentro el próximo 20. Antes contactarán al secretario general de la CGT-Balcarce, Antonio Caló, y a José Luis "Mr. Cloro" Lingeri, de Obras Sanitarias, para que a esta segunda asamblea concurran también los gremialistas ligados al Gobierno. El objetivo es avanzar hacia la unidad sindical en marzo. Para esa fecha se estarán discutiendo las paritarias, clave de bóveda del ajuste de Axel Kicillof. Casualidad cero: la convergencia sindical está pensada para hacer frente a una política cuya supervivencia depende de una caída en el salario real.

La innovación más llamativa es que a la reunión del 20 también estarán invitados los candidatos presidenciales con que hoy cuenta el peronismo: Sergio Massa, Daniel Scioli y José Manuel de la Sota. Los organizadores quieren que los tres escuchen sus propuestas sectoriales y que expongan los programas que están elaborando. El desafío mayor es el de Scioli: anfibio como siempre, negocia con herejes como De la Sota y Moyano, pero no se separa de Cristina Kirchner.

Los gremialistas que conducen las tratativas de unidad pretenden tomar contacto con los empresarios, que también empezaron a congregarse. Pero en las entidades agropecuarias, en la banca y en la UIA existe alguna prevención. Antes de cualquier aproximación quieren estar seguros de que no serán usados en una maniobra que afecte la estabilidad de la señora de Kirchner en beneficio de algún candidato a sucederla. ¿Quién sería ese candidato? ¿Massa, cuyos reclamos al Gobierno son cada día más urgentes? ¿O Scioli, que analizó con De la Sota la eventualidad de un final abrupto del kirchnerismo?

Para no quedar contaminados con hipótesis conspirativas, los hombres de negocios que se reunieron el martes pasado en la Rural han establecido que sus encuentros serán públicos. La intención es reducir la segmentación del campo empresarial para elevar una propuesta al Gobierno y a los candidatos del año 2015.

La reunión de la Rural fue el resultado de conversaciones más o menos discretas, que comenzaron al cuidado de Jaime Campos en la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y se desplazaron después a otras entidades. El antecedente inmediato fue un encuentro en el Hotel Intercontinental, convocado por la Mesa de Enlace agropecuaria y los grupos CREA, al que concurrieron dirigentes de la UIA.

La asamblea del martes pasado fue preparada por Luis Miguel Etchevehere, el presidente de la Rural, en consulta con el filósofo Santiago Kovadloff. La concurrencia esta vez fue inusual: estuvieron las entidades del campo, la UIA, AEA, Adeba (la banca nacional), ABA (bancos extranjeros), la Cámara Argentina de Comercio, las cámaras de comercio española, estadounidense y brasileña; ACDE, IDEA, la Comisión de Justicia y Paz, y el Colegio de Abogados, entre otras organizaciones.

El grupo, que se presenta como un Foro de Convergencia Empresarial, volverá a reunirse el próximo 28. Entre los asistentes está circulando un texto de Kovadloff, resultado del intercambio con varios empresarios. El documento sostiene que el país enfrenta un problema de naturaleza política, por las dificultades que encuentra una dirigencia desarticulada para liderar un cambio modernizador; y que debe activarse una red sectorial a fin de distender el clima público de este año y acordar una agenda para más allá de 2015.

Una peculiaridad de estos seminarios es que contienen a organizaciones gremiales, como la UIA, Adeba o la Rural, y a otras que no expresan reclamo alguno, como ACDE o IDEA. La ambivalencia es deliberada: a los empresarios no les interesa quedar identificados con reivindicaciones que hagan más endemoniado el manejo de la crisis.

El desencadenamiento de estos procesos tiene un primer significado relevante: exhiben, acaso de manera involuntaria, un nuevo fracaso del Gobierno. El diálogo sectorial al que convocaron la Presidenta, Jorge Capitanich y Kicillof está signado por la censura y el sectarismo. Las cuestiones por tratarse son definidas por los funcionarios sobre la base de tabúes. Por ejemplo, no se permite hablar de la inflación. Además, hay actores sometidos a bolilla negra: la Mesa de Enlace agropecuaria, la CGT de Barrionuevo y la CGT de Moyano. Curioso: son los que ahora tomaron la iniciativa.

Es un error, sin embargo, suponer que la movilización sectorial que se ha activado, con una intensidad que no se ve desde el año 2001, es sólo la respuesta a un déficit del Gobierno. La política, en general, no logra asegurar un horizonte, debilitada por su gran fragmentación. El oficialismo, sin reelección presidencial, sigue sin encontrar una candidatura que le permita sobrevivir más allá de 2015. La "solución Capitanich" fue apenas un suspiro. Al jefe de Gabinete se le anima hasta Aníbal Fernández. Barrionuevo le dedicó desde Mar del Plata uno de sus desopilantes aforismos: "Cuando llegó, Coqui era King Kong; pero lo convirtieron en la mona Chita".

Scioli cree que ese traspié lo relanza como "candidato natural" del oficialismo. También lo entusiasma que el Gobierno retenga a la mayoría de los gobernadores, a pesar del desconcierto ante la tormenta socioeconómica. Habrá que discernir si esa obediencia no es una ilusión óptica. Es decir, si por debajo de una disciplina atada a razones fiscales no se preparara desde ahora, en conversaciones sigilosas, un éxodo de último minuto hacia el Frente Renovador de Massa, que sigue reinando en las encuestas. En Entre Ríos, Catamarca, Salta y Misiones se pueden detectar las primeras migraciones.

Si el descongelamiento del kirchnerismo tarda en producirse, a Massa le costará vencer su límite territorial. Por esta razón, dirigentes de Pro, como Federico Pinedo o Jorge Triaca, aventuran que Massa y Mauricio Macri están condenados, al final del camino, a encontrarse en una interna.

La división afectará más al peronismo si prospera la integración electoral de la UCR (Sanz), el socialismo (Binner), la Coalición Cívica (Carrió), GEN (Stolbizer) y Libres del Sur (Tumini). El talón de Aquiles de esta composición está en la provincia de Buenos Aires. Pero los "socialdemócratas" tienen posibilidades nada desdeñables en la ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes -donde ya gobiernan-, Córdoba -sobre todo si los radicales se alían con Luis Juez-, Mendoza, Santa Cruz, Jujuy, La Rioja y Catamarca.

Este conglomerado no peronista se ufana de contar con 85 legisladores nacionales. La cifra es interesante para una fuerza opositora, pero insuficiente para quien pretenda gobernar. Massa y Macri no controlan bloques más numerosos. Esta aritmética presagia un desenlace: cualquier esquema de gobernabilidad posterior a 2015 deberá basarse en un acuerdo. ¿Qué características tendrá? ¿Será el improbable armado de una coalición electoral como la que formó la oposición en Venezuela? ¿O se parecerá a la convergencia mexicana, en la que todos los partidos se comprometieron con un pliego de reformas estructurales?

Son las incógnitas que han comenzado a descifrar en pleno verano, y antes que los dirigentes políticos, los gremialistas y empresarios, que multiplican sus reuniones.